Sant Jordi vivió ayer un ambiente que sorprendía incluso a los vendedores más veteranos. Foto: GERMÁN G. LAMA

Cada sábado desde hace trece años, cuando se creó el singular mercadillo de Sant Jordi, se dan cita en el hipódromo del pueblo vendedores, clientes y vecinos de toda la isla para intercambiar cosas, comprar objetos de segunda mano o simplemente para disfrutar de su ambiente.

Surgió gracias a la idea de un belga que le propuso al propietario del recinto, Pepe Ribas Roselló, si podía vender algunas antigüedades y objetos que tenía en casa procedente de sus viajes. Desde aquel día se han ido sumando vendedores, y ahora es el mercadillos más popular y concurrido. «Empezó poco a poco y se ha hecho muy popular. Vienen incluso turistas. Nunca imaginé que se convertiría en un lugar así», explica Ribas. Asegura que le encanta el ambiente que se ha creado: «Se ha convertido en un lugar de reunión entre los amigos y también en un atractivo turístico», afirma con orgullo.

Durante el invierno el mercadillo cobra más vida, ya que durante el periodo estival muchos tienen otros empleos. En concreto ayer había en el recinto hípico más de 200 puestos de todo tipo. La mayoría de las cosas que se venden son objetos propios a los que se les da una segunda oportunidad. «Venimos una o dos veces al año, nos quitamos trastos y hacemos un poco de limpieza y lo pasamos bien. Además, hay cosas que pueden aprovechar los demás», explicó Rosa Torres Guasch, que junto a sus cinco amigas ayer colocaron ropa y objetos de decoración personales a la venta. También ellas mismas intercambiaron algunas de las cosas antes ofrecerlas a unos precios mínimos.

Otros vendedores van cada sábado desde hace años. Sean habituales o novatos la mayoría coincide en que este invierno han aumentado los puestos. «Al menos hay un 40 por ciento más de vendedores y todos traen muchas cosas de segunda mano, trastos que tienen en su casa. Ahora se le intenta dar una segunda vida a las cosas que antes se tiraban. La situación económica está complicada en Eivissa durante el invierno pero este año hay mucha más vida», explicó Carlos, uno de los vendedores habituales. Él desde hace cinco años tiene un puesto fijo de aldabas y tiradores de hierro.

Para Paloma, otra de las vendedoras más veteranas, «se nota la crisis en el mercadillo ya que se vende de todo a unos precios irrisorios», apuntó ayer por la mañana en su puesto de Sant Jordi donde vende ropa, libros y bisutería nueva. «Es obvio que la gente está muy necesitada y se nota cuando acaba el verano que se llena de gente que trae cosas propias como muebles, ropa y decoración», añadió. Ella acude cada sábado también por gusto. «Tengo amigos y me encanta el ambiente», explicó Paloma. A pesar de la amenaza de lluvia ayer por la mañana Sant Jordi lucía espléndido de público. «El año pasado éramos 'cuatro' y mira cómo está hoy», añadió Paloma. Teresa va cada sábado desde hace diez años. «Se nota cómo están las cosas. Además, viene más gente a pasear que a comprar ya que es la atracción de invierno», explicó. Se puede encontrar de todo en Sant Jordi, un mercadillo que recuerda al popular rastro de Madrid.