Año y medio de preparativos para la boda quizá más esperada del año en la que Juan Manuel Moreno, de 20 años, y Marisol Rodríguez, de 22 años, pasaron a ser marido y mujer ante 1.200 invitados en la iglesia de Santa Cruz de Eivissa primero y más tarde en el Recinto Ferial, donde tanto gitanos como payos bailaron, cantaron, comieron y bebieron hasta que el cuerpo les dijo basta.

Dos días antes de la ceremonia, alrededor de 100 personas, las más cercanas a las familias de los contrayentes, prepararon la comida, las neveras, las bebidas, el escenario y las 160 mesas en las que tomaron asiento los invitados. «La colaboración de la familia es lo más importante en las bodas gitanas porque unos se encargan de las flores, otros de preparar la comida, otros de atender las barras, otros de montar las mesas, la música... este tipo de bodas no sería posible sin la ayuda de la familia», explicó Manuel Moreno, padre del novio, quien añadió: «La gente está muy ilusionada con el enlace. Lo esperan con muchas ganas porque la última boda gitana pura en Eivissa tuvo lugar hace siete años».

Cerca de las diez de la mañana, los primos más cercanos a Juan Manuel empezaban a animar el ambiente en casa con el sonido de la guitarra y las palmas. Mientras tanto, las abuelas del joven, Carmen y Adela, se apresuraban en vestir a las más pequeñas de la familia. Media hora después aparecían por la puerta algunos de los primos que vinieron de Alicante, Baza o Lanzarote y que se encargaron con los familiares del novio residentes en la isla de vestirle, una de las tradiciones más arraigadas en la comunidad gitana ibicenca. Eso sí, antes le partieron la camiseta como símbolo de felicidad. Empezaron por los calcetines, los pantalones, la camisa, el chaleco, la corbata, la flor, los gemelos y un pañuelo bordado en el que se podía leer una dedicatoria de los novios en honor a la memoria de Jose, que falleció hace un año y medio en un accidente de tráfico mientras trabajaba: «Juan Manuel lo llevará hoy [por ayer] en el bolsillo de la camisa, pero más tarde la pareja irá a dejárselo a Jose», explicó uno de los familiares. Una vez vestido y bajo cánticos como «que guapo está el novio y olé y olé y olé», Juanma y sus familiares salieron de su casa para dirigirse caminando y cantando hacia el domicilio de Marisol, donde había extendida una sábana con flores y lazos, cosidos por las mujeres de la familia, que transmite la pureza de la novia, también simbolizada por el vestido blanco. Bajo más arboleas, los cánticos típicos de las bodas gitanas, los novios se arrodillaron para recibir la bendición de los padres.

Y de Cas Serres la celebración se trasladó a Santa Cruz. Tras alrededor de media hora de ceremonia, los ya marido y mujer recibieron una lluvia de peladillas a la salida de la iglesia. Cerca de las cuatro de la tarde y ya en el Recinto Ferial, el aperitivo dio paso a los 150 kilos de paella a ritmo de rumbas que hicieron bailar a los invitados. Ya por la noche se sirvieron más platos que ayudaron a los asistentes a recobrar las fuerzas para continuar con la fiesta.

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