Los pequeños durante de la clase de psicomotricidad. El circuito les enseña a coordinar sus movimientos. | EVA GOMEZ

La piscina es su actividad preferida. Cuando acaban de merendar vienen aquí y pasan una hora dando chapuzones y salpicándonos», dice Ana coordinadora de s'Escoleta de verano, que acoge cada tarde a niños de uno a seis años.

A las cinco, los dieciséis inscritos meriendan todos juntos, bajo la atenta supervisión de sus tres monitoras Mireia, Carmen y Alicia. Los más precoces se asoman al patio mirando el agua. «A los más pequeños es muy difícil mantenerlos sentados, pero les enseñamos que hasta que todos no acaban no pueden salir», comenta Alicia.

Mientras que Sara no quiere acabarse el melón, Carmen felicita a Guille por comérselo todo, con lo que la niña le imita y se acaba su merienda. Ana, sorprendida, comenta que tendrían que hacerles fotos cada día y así no tendrían problemas para acabarse la merienda.

Cada día se hacen diferentes actividades. Talleres plásticos, psicomotricidad, dibujos con témperas, música, baile... «La psicomotricidad también les gusta mucho, se lo pasan muy bien», dice Alicia, a lo que Ana añade que «se monta un circuito en el que hay diferentes obstáculos que tienen que superar. Hay unas normas de no empujarse, pero casi todo está permitido».

¡Al agua!

Una vez todos acaban de merendar, es hora de salir al patio. Todos corren hacia las dos pequeñas piscinas, a las que entran por un tobogán. La pequeña Alba necesita ayuda para subir a este tobogán mientras que Guille, según las monitoras uno de los 'gamberrillos', se tira en bomba salpicando a las chicas.

Como explica Alicia, Guille al principio no veía muy bien lo de meterse en el agua: «Ahora, en cambio, siempre quiere estar más rato dentro».

Con todos los cubos y regaderas dentro de la piscina, los niños disfrutan de su hora en el exterior como los que más. De vez en cuando, alguna de las monitoras les tiene que decir «no hagas esto» o «cuidado, que te vas a hacer daño», pero tal y como aseguran ellas, «nos ha tocado un grupo muy tranquilo. Son muy obedientes y se portan súper bien. Casi nunca les tenemos que regañar».

Sobre las siete, cambio de actividad. Los pequeños entran dentro de la escuela para secarse y vestirse. En cada una de sus taquillas se encuentra la foto de cada uno de ellos y las mochilas con todo lo necesario para pasar la tarde.

Ana comenta que la psicomotricidad es muy importante para el desarrollo de los niños: «Aprenden a coordinar sus movimientos, a comunicarse entre ellos y articulan su afectividad».

Una vez finalizada la tarde, es el momento de las despedidas hasta el próximo día. Los pequeños se van a casa con una sonrisa y con las ganas de ver a sus tres monitoras otra vez. Tal y como ellas dicen, «nos lo pasamos muy bien. Casi todos los inscritos un año, repiten al siguiente».