Agustín, en la puerta de su caravana, su casa desde hace tiempo. | ESTEVE FRANQUESA

Con el fin de conocer un forma distinta de alojarse en vacaciones o vivir durante un tiempo surge la idea del camping. Eivissa invita a probar nuevas experiencias, diferentes maneras y en distintas zonas de la isla hay muchos espacios destinados y acondicionados para acampar, entre ellos el de Cala Nova y el camping La Playa en Cala Martina.
Una casa, varias mesas puestas en círculo y cojines de mimbre bajo un porche de madera componen el bar situado en el centro del camping de Cala Nova. Allí Carlos, de Málaga, Ingo, alemán, y Rafaela, de París, disfrutan de un desayuno a media mañana. Se conocieron aquí. Los tres llevan un mes viviendo en este lugar, Rafaela cuenta: «Cuando venía a Eivissa siempre había vivido por la zona de Talamanca pero la experiencia del camping es realmente interesante porque está cerca de la playa y en contacto con la naturaleza». «La razón por la que estoy aquí es porque estoy buscando trabajo. Esto es mucho más barato que un piso y además está realmente bien», comenta Carlos.
Otra Vida
Mónica por su parte cuenta que llevan en el camping desde abril y que su intención es quedarse en invierno. «Tenemos un hijo de dos años. Trabajamos pero no podíamos pagar el piso en el que estábamos. Como no está permitido vivir en el monte hace unos años nos echaron varias veces del sitio donde estábamos durmiendo con la furgoneta. Una vez fue a las cuatro de la madrugada, teniendo que ir a las pocas horas a trabajar. Por eso creo que debería haber un lugar público donde poder estacionar como lo hay en la península. Cruzar esta caravana en barco es muy caro. Además, yo he notado cierta discriminación de una caravana nueva a una más vieja». En el camping, Mónica y su familia pagan una tarifa de larga estancia. «Aquí me siento como en casa. Mi hijo sale y no se queda a ver la televisión, sino que se relaciona con niños que vienen de todas partes. Vivimos al aire libre y frente al mar. Lo único es que es un espacio más reducido y tienes que prescindir de muchas cosas».
Penélope, de la recepción del camping, dice que al principio había menos gente pero que después se fue llenando. Sobre todo, el alquiler de bungalow va en aumento. De hecho hay personas que prefieren venir aquí a estar en la habitación de un hotel, incluso aunque les cueste más caro.
Agustín es un jubilado de Santander que lleva desde 2003 en la isla. «Como soy pensionista, estoy solo y como me dieron una caravana decidí quedarme a vivir aquí». Matthien y Jeremy son dos adolescentes franceses que han venido a pasar una semana de vacaciones. Ambos cuentan que lo mejor del camping son «los encuentros, las amistades y la convivencia, además de que sale mucho más económico».
El camping La Playa en Cala Martina se divide en la zona de bungalows, con capacidad para cuatro personas, la zona de acampada, frente al mar, que dispone de un edificio con baños, duchas y para lavar los platos y la zona para aparcar las caravanas.
Marta, la encargada de acomodar a los campistas cuenta que a la gente que lleva tiempo en el camping se les deja libertad para que se instale a sus anchas. «La gente se va llorando y siempre repite», afirma.
Jean y Nanu, llevan tres meses en el camping. Ambos consideran la vida en el camping como si se tratara de un pequeño pueblo donde «cada año nos reencontramos con la misma gente».
Para Felipe, el dueño del camping, éste es un lugar donde no hay diferencias sociales. «Aquí tan pronto vienen médicos o pilotos como gente que no trabaja, repartidores de pizza o que vienen a hacer temporada. Los clientes cuando entran no sabemos su nivel de vida. Ofertamos diferentes categorías pero después todos se juntan». En el bar del camping, el Chirincana, a los pies de Cala Martina, cada mesa está decorada con pinturas que los propios clientes han ido haciendo, un lugar donde reina la simpatía y el buen rollo.
Esta es la muestra de un estilo de vida recomendable para todos, una vida muy social, activa y sana.