Esta gallega ha pasado casi veinte años ayudando en territorio africano sin llamar la atención de nadie | Marco Torres

La misionera de las Hermanas de María Mediadora María Teresa Andrade esconde en su pequeño cuerpo un gran corazón y una gran vitalidad que le ha permitido cruzarse medio planeta y tener su lugar en el mundo en el pequeño país africano de Malawi, a donde llegó por casualidad junto a dos hermanas más en el año 1986 cuando iban hacia Tanzania.

Allí, con mucho esfuerzo, han conseguido levantar un oasis en una zona conocida como Chezi, que en el idioma local significa montaña, en el que han aumentado las posibilidades de salir adelante de manera considerable. Según cuenta ella misma, «cuando llegamos había muchos niños malnutridos, no había hospitales, no había alfabetización y las epidemias estaban a la orden del día y hoy todo eso ha cambiado, porque, entre otras cosas, les hemos diversificado sus alimentos y si antes no salían del maíz en su dieta, ahora les hemos enseñado a sacar todo el rendimiento posible a la soja, que enriquece la tierra y no necesita tanta agua, a usar los cacahuetes, las alubias pintas y a hacer una especie de papilla para los niños con un pequeño pescado y harina».

A partir de ahí, esta comunidad, situada en la zona sur con un gran número de habitantes de la etnia 'chewa', ha ido creciendo construyéndose una pequeña ciudad con energía eléctrica, casa policía, correos, mercados y escuelas, gracias a las cuales algunos de sus habitantes se han ido educando hasta poder estudiar Magisterio, Enfermería o Ingeniería.

De todo ello, los mayores avances se han dado en materia de sanidad. Cuando María Teresa llegó el índice de mortalidad infantil era enorme pero, poco a poco, se ha ido consiguiendo que se reduzca gracias a la puesta en marcha de un hospital y de un sistema de clínica ambulante, que recorre una zona muy extensa que incluye un área de 200.000 habitantes, y al que acuden unas 500 madres dos veces a la semana.

Desgraciadamente, lo que no se ha conseguido erradicar es el drama del sida, con un 40% de la población seropositiva. Por eso, la misionera gallega se muestra «partidaria del uso del preservativo siempre que haya una educación previa que enseñe su uso para que no haya contagio». En este mismo sentido, también denuncia que «no hay suficientes sueros para curar las grandes empidemias de cólera que se producen cuando los armarios de las clínicas están llenos de preservativos».

Un pueblo alegre

Pero a pesar de todo, María Teresa considera que lo sucedido en Chezi es como un milagro, que no hubiera sido posible sin el carácter del pueblo africano, que es «alegre, acogedor y feliz con cualquier cosa, sobre todos los niños, a los que algunos he visto crecer, casarse y formar una familia». Por eso, cuando vuelve a España, se da cuenta de «la poca alegría que hay en nuestra sociedad y que en ella por quererlo tener todo se nos va la vida sin ser felices». Aún así, como buena gallega, también confiesa que siente «morriña de Galicia, del caldo y de las sardinas, aunque con 20 días aquí me sobra para descansar, porque mi patria es el mundo».