En Santa Agnès de Corona hay un lugar en el que el tiempo parece haberse detenido. Se respira calma y tranquilidad, y todo lo que hay en su interior devuelve al visitante a otros tiempos y otras gentes que vivieron y trabajaron en estas tierras.

Se trata del Museo Etnográfico de Es Pujol, una iniciativa que debe su existencia principalmente a una persona, Toni 'el Mahonés', una especie de duende 'familier' que va recogiendo lo que la gente tira en la basura para luego restaurarlo y devolverlo a la vida. Así, ha conseguido que en esta casa construída en torno a 1780 se puedan observar unos 1.900 objetos perfectamente colocados para recrear la vida de nuestros antepasados.

Muchos de estos objetos están colgados en las paredes aprovechando ramas de almendro, la madera más habitual de la zona de Corona y que hoy desgraciadamente, según Toni, «se está perdiendo como elemento de construcción». Así, se pueden ver, entre otras maravillas, unas gafas de montura fina y redonda, una brújula de piratas e incluso un meteorito, que según Toni, es totalmente indestructible. Además, 'El Mahonés' emplea esta madera para hacer distintas esculturas, como una en homenaje al accidente del 'Prestige', y otra figura fantasmagórica que quiere que sea el emblema del lugar, pero que aún no está terminada.

No pasa el tiempo

Pero no todo está en las paredes, ya que en algunas de las dependencias de la vivienda no parecen haber pasado más de cien años. Este es el caso de la habitación de los señores, donde la cama permanece intacta con los distintos colchones que se han usado a lo largo de la historia, incluyendo el primero de paja, y la ropa interior con la que se vestía en el día a día , como uno de los primeros abrigos de hace casi doscientos años. Y es que por no faltar no falta de nada, ni siquiera el detalle de un periódico sobre una cómoda o el lugar donde la señora se pintaba y arreglaba delante del espejo antes de salir los domingos a misa.

Igual se puede decir de la cocina del mayoral, donde está uno de los primeros molinillos de hacer café que llegó a la isla, o la habitación donde se almacenaban el vino y el aceite, en la que entre las barricas para uno y otro elemento se pueden contemplar una máquina para meter los corchos en las botellas y un curioso objeto, que, según Toni, fue el precedente de los termos que se usan actualmente.

Además, la casa también tiene muchos tesoros escondidos. Por ejemplo, 'El Mahonés' enseña con auténtica pasión una segadora de tabaco, una de las primeras máquinas para hacer helados que llegaron a la isla, algunas de las originales 'espardenyes' que se usaron con suela de goma de camión, un peso para medir el azafrán que aún funciona a la perfección o un yugo para sujetar los bueyes que en lugar de estar construído de madera está hecho de hierro.

Incluso también hay un espacio para los vehículos de antaño. A falta de algún coche, en la vivienda el visitante se puede deleitar la vista con una moto Guzzy roja que según, Toni, «está en perfecto estado de revista, matriculada y lista para poder conducirla», y varias bicicletas, alguna incluso con más de ochenta años de idas y venidas.
El Museo Etnográfico está abierto todos los días y para visitarlo no hace falta reservar ya que basta con acudir allí con ganas de pasar un buen rato aprendiendo con Toni sobre cada una de las casi dos mil herramientas. El precio por entrar lo pone cada uno y eso sí, a falta de poderse llevar un recuerdo para casa, los visitantes siempre pueden adquirir botes de mermelada natural de albaricoque y naranja amarga hechos por él mismo y, como no podía ser de otra manera en Santa Agnès, almendras de todos los tipos y tamaños.