Germà Bel. | C. DOMÈNEC

Experto en infraestructuras, el catedrático de Economía Aplicada Germà Bel (Les Cases d'Alcanar, Terres de l'Ebre, 1963) presenta hoy en la Cámara de Comercio de Eivissa (11,30 horas) el libro Espanya, capital París (Editorial La Campana). En éste, el director de la cátedra Pasqual Maragall de Economía y Territorio argumenta el esfuerzo de Madrid por vertebrar una estructura de comunicaciones centralizada al servicio de una gran capital política y económica y cómo los aeropuertos de Balears sirven para pagar los de Madrid y Barcelona.

-¿Qué verdades cuenta?
-Defiendo que bajo la premisa de una falsa solidaridad de los aeropuertos grandes a los pequeños se esconde un discurso de control político. España es un país con un sistema de gestión de aeropuertos absolutamente excéntrico. Y el argumento que tradicionalmente se ha seguido ha sido decir que los aeropuertos grandes ganarían dinero que serviría para mantener a los aeropuertos pequeños. Es una mentira. Los aeropuertos que pierden más dinero en España son los dos más grandes, sobre todo el de Madrid. En el año 2009, AENA perdió 466 millones de euros de los que Madrid perdió 306 y el de Barcelona unos 42. El aeropuerto de Madrid, a gran distancia del de Barcelona, es el gran receptor de la solidaridad de los aeropuertos españoles. Se han hecho unas inversiones ostentosas que no pueden sostenerse. No se quieren subir las tasas en Madrid para proteger a Iberia, que opera el 60% en el aeropuerto, y lo tienen que pagar aeropuertos como el de Eivissa, Palma, Girona o Málaga.

-¿En qué contexto se encuentran los aeropuertos de Balears?
-En el año 2009, con los últimos datos que tenemos, el aeropuerto de Palma era el que ganaba más dinero de España en términos absolutos y en número de pasajeros. El de Eivissa también ganaba dinero aunque no de forma tan destacada y el de Maó tenía un cierto déficit por las inversiones de los últimos años.

-¿Qué opina del ente público AENA como gestor aeroportuario?
-Es el gestor del mundo que pierde más dinero. El sistema de gestión integrada de los aeropuertos permite invertir en un lado que será pagado por otros. El aumento de tasas que debería recibir Barajas sería tan alto que el gestor prefiere añadir tasas en Palma, Eivissa o Girona en vez de hacerlo en Madrid. En otro país no sería posible.

-En la crisis de los controladores aéreos con AENA, ¿cómo habrían cambiado las negociaciones en un modelo no centralizado.
-En un modelo individual los controladores habrían tenido que desarrollar convenios con los distintos aeropuertos. En la medida que rompe la negociación centralizada, las negociaciones habrían sido más racionales.

-¿La privatización de los servicios de AENA es una forma de descentralizar la gestión?
-No con la articulación actual. Lo que se está haciendo es vender el 49% del holding central. Es una privatización central del monopolio sin individualizar la gestión de los aeropuertos. Esta primera privatización no comportará, de momento, el cambio de gestor pero, teniendo en cuenta la historia española, es probable que se acabe privatizando todo el holding central. Sin haber individualizado la gestión de los aeropuertos, se dará al sector privado la gestión de los aeropuertos. Es la peor situación para las consumidores y las aerolíneas. Es más radical que lo que hizo Margaret Thatcher

-En el libro se habla del modelo borbónico que quiso hacer de Madrid una ciudad como París. Pero dice que, no obstante, España no es Francia. ¿Qué opina al respecto?
-La estructura urbana de España no es la de Francia. Las grandes urbes francesas están a unas distancias de París que no son necesariamente de avión. París congrega más actividad y tráfico que Madrid, y hace tiempo que ejerce de centro. París no necesita controlar los aeropuertos de Lyon o Marsella. España, como no es Francia, debe crear un París a base de leyes y subsidios. Los españoles periféricos pagamos esta situación.

-¿El contexto de Madrid como capital total, política y económica, es una situación irreversible en la actualidad?
-Sí. Un proyecto de centralidad rechaza la competencia. Y el proyecto de Madrid necesita una gran cantidad de leyes y subsidios porque no genera por él mismo la situación de dominio.