Jesús Àngel Ramos, encargado de interpretar a Jesucristo, brilló a un gran nivel al igual que sus compañeros | EVA MEDINA

Ni Mel Gibson podría haberlo hecho mejor con tan pocos medios. Éste era el comentario más generalizado entre la gran cantidad de vecinos llegados de todas partes de la Isla para asistir al Vía Crucis Viviente que anualmente organiza la Banda de Cornetas y Tambores de Santa Eulària.

Este año participaron 35 personas pertenecientes a la agrupación que han estado ensayando durante más y medio para que saliera todo perfecto. Así, no es extraño que la representación vaya subiendo de nivel con el paso de los años y ya se asemeje más a una película, con actores amateurs metidos de lleno en cada uno de los papeles que tienen que llevar a cabo.

El realismo era tal que, por ejemplo, viendo a Jesús Àngel Ramos, encargado de interpretar a Jesús de Nazaret, subir al Puig de Missa desde el inicio del recorrido cargado con la cruz, daba la sensación de sufrir en sus propias carnes el calvario y las catorce estaciones de que se compone el Vía Crucis. Pero igual que él rayaron a un gran nivel los encargados de interpretar al verdugo, los cinco soldados romanos, en cuyo uniforme destacaban sus medias amarillas, la Verónica y su pañuelo con la Santa Faz, Simón el Cireneo, o la Virgen María, en el papel de mujer destrozada por la muerte terrible de su hijo.

Música en el recorrido

Además, a todo ello ayudó la música durante todo el trayecto de la Agrupación Musical Santísimo Cristo de la Agonía de Vila, que supo aplicar la tonada que requería la situación.

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Así, hubo momentos de gran intensidad dramática como cada una de las tres caídas, el instante en el que Verónica limpia el sudor a Jesús o el episodio de la detención de El Cireneo cuando estaba cavando tranquilamente en su huerto para ayudarle a cargar con la cruz.

Sin embargo, los más emocionantes se vivieron un año más en la Plaza de Lepanto, antes de la entrada de la comitiva en el Puig de Missa. Allí, esperaba la cruz la llegada de un Jesús que ya arrastraba los estragos de todo lo vivido desde que fue detenido en el huerto de los olivos, tras traicionarle su discípulo Judas Iscariote.
Así, con un gran realismo y ante la presencia de unas mil personas, Jesús era despojado de sus ropas, para después ser clavado en la cruz bajo la música y la tonada de una conocida saeta que puso los pelos de punta a más de uno de los presentes.

Papel de Óscar

Finalmente, en un magnífico acto de interpretación por parte del actor protagonista moría en la cruz, ante el silencio respetuoso de los espectadores, y al grito de ¡¡Señor, «¿por qué me has abandonado?» y «¡en tus manos encomiendo mi espíritu!».

Tras ello, su figura inerte era bajada del madero y tras ser presentada a la Virgen María y San Juan, era trasladada en procesión por los cinco soldados romanos a una abarrotada iglesia en la que no cabía un alfiler, teniendo que esperar incluso mucha gente fuera del recinto.

Allí el párroco de Santa Eulària, Vicent Ribas, presidió una pequeña ceremonia en la que se produjo la última y definitiva estación, en la que Jesús es sepultado en el sepulcro, dándose fin a una representación que cada año pone el listón más alto.