Un visitante observa la distribución en cajas de un puesto de Cala Lenya | Marco Torres

Los mercadillos hippies se extienden a lo largo de la Isla conformando una de las principales atracciones que, semanalmente, aglomeran un gran número de visitantes.

El domingo es el día escogido por este singular rastrillo ubicado en el restaurante de Cala Llenya (Sant Carles).
Caminando entre los diferentes puestos que alberga encontramos la más extravagante variedad de objetos con una única particularidad en común: todas las piezas deben ser de segunda mano.

Cuenta Theo, impulsor de este original bazar junto a su socio Olaf, que la idea salió durante un viaje a Medellín (Colombia) y que no dudaron en llevarla hacia adelante. De esta manera, inauguraron el primer encuentro hace más de un año y medio.

A pesar del auge del que gozan estos puntos en Eivissa, el origen de esta práctica es más lejano: «Tras la guerra, en Alemania, la gente prefería vender sus cosas por poco dinero antes que tirarlas», apunta Theo.

No hace falta adentrarse mucho en el rastro para apreciar sus peculiaridades como la poca afluencia turista: «Es muy familiar, no suele haber muchos turistas por aquí».

La visita incluye varias sesiones de DJ Dieter, el más veterano de la Isla.

Todas las personas que acuden los domingos a vender sus objetos consideran esta costumbre como una afición, ya que la mayoría de ellos tienen otros oficios entre semana.

Es el caso de Ofelia y Thierry, que aprovechan las piezas de casas vendidas en Bélgica: «Los nuevos propietarios no quieren estas cosas y las mismas agencias gestionan su adjudicación», explican. Entre los más destacados encontramos a Antonio, que vende los vinilos de su colección privada, que llegó a alcanzar los 2.500 ejemplares y que ahora ofrece a precios muy bajos.

El público acude a la cita semanal con el fin de llevarse algo de vuelta y otros que incluso reconocen que esta práctica puede llegar a ser un vicio: «Nos encanta encontrar gangas y objetos que no esperamos. Al final siempre compramos más de lo que pensábamos», explica Marisol mientras remueve los percheros de un pequeño puesto en busca de algún vestido.