Un grupo de piquetes en Vila, frente a la policía; «¡manos arriba, esto es un atraco!, gritaban estos jóvenes frente a los agentes de policía. | Marco Torres

En la calle se notaba que era un día especial, aunque la incidencia de la huelga en el pequeño y mediano comercio fue escasa. Muchos de los que trabajaron fueron tajantes: «Los únicos que se llevan el dinero son los sindicatos»; o «yo he decidido no hacer huelga porque soy el dueño», pero otros explicaron que no se sumaron al parón laboral por otros motivos: «A mí me jefa me ha dicho que si hago huelga me pueden echar», o «trabajo porque no tengo más remedio: no puedo prescindir del dinero».
Por lo demás, la jornada fue absolutamente pacífica. Los piquetes y quien optó por trabajar no cruzaron ningún tipo de violencia física. Eso sí, muchos comerciantes optaron por cerrar cuando los piquetes se lo pedían y reabrir al poco tiempo, cuando ya la calle estaba libre de pancartas.
A partir de las diez de la mañana tres grupos de piquetes, muchos de ellos con chalecos de los sindicatos convocantes, CCOO y UGT, fueron formándose en Vara de Rey de Eivissa, el Passeig de ses Fonts de Sant Antoni y el Passeig de s’Alamera de Santa Eulària. A partir de ese momento comenzaron un recorrido por las calles de estas tres localidades a lo largo del cual, entre consignas y pitidos, lograron que muchos comerciantes echaran la persiana durante unos minutos.
En la zona turística de es Canar, donde están alojados centenares turistas del Imserso, tampoco se registró ningún incidente y las actividades del día se desarrollaron como estaban previstas.
«¡Cierra, que vienen otra vez!», grita una empleada a su jefa en uno de los establecimientos de la Sirena en Sant Antoni. La mujer cierra las puertas de nuevo, pero no es cierto, ya no pasan más. Previamente, los piquetes de Sant Antoni, unas 150 personas, consiguieron cerrar los puestos del Mercat Pagès de Sant Antoni. A su paso también lograron que otros establecimientos echaran la persiana, entre ellos los supermercados Hiper Centro y Eroski. Sobre las diez y media d la mañana, «se han puesto en la puerta y gritaban ‘¡no nos mires, únete!’, así que los clientes han dejado las cosas que habían comprado y se han marchado; nosotros hemos cerrado y, cuando se han ido, hemos reabierto», explicó Laura, responsable del Hiper Centro. «Muchos vienen a comprar aquí a menudo», añade una cajera.

Sant Antoni
Lo mismo ocurrió un poco más arriba, en el Eroski, pero con más frecuencia: «¡Cuatro veces hemos cerrado ya! Ni se les escucha lo que dicen con el barullo que arman, pero la verdad es que se comportan bien, nada de violencia ni amenazas; nosotros no hemos pasado miedo», señala Loli, encargada del súper.
A quien no le sentó nada bien que le ‘obligaran’ a cerrar, aunque fuera media hora, fue a Jesús, responsable del Bar Pueblo: «Yo soy autónomo y se ve que no tengo los mismos derechos». «¡Que me vengan a cerrar cuando algunos de ellos han desayunado esta mañana en el bar! Hay que tener muy poca vergüenza», declaró indignado una vez que reabrió.
En Vila, en Vara de Rey, en muchos comercios optaron por hacer lo mismo: permanecer abiertos al público, o media persiana, y cerrar cuando llegan los piquetes para reabrir una vez que se van. «A mí mi jefe me ha dicho que abra, y que cierre si vienen los piquetes, y yo no hago huelga porque no he leído de qué va, a mí que me dejen en paz y yo dejaré en paz a los demás», señala una dependienta de una tienda de ropa cuyo propietario, de nacionalidad alemana, llega en ese momento: «Strike?, no, no, no».