Josep Ribas sirve café con leche calentada a fuego de gas. Arriba a la derecha, Lowel friega los platos acumulados sin el lavavajillas. Abajo, José y Fruncinio con el ordenador apagado en su puesto de trabajo.

«Así nos damos cuenta de lo importante que es la electricidad en nuestras vidas», explicó con algo de resignación José Solá, que junto con su compañero Frucinio Marí pasaron toda la mañana y hasta prácticamente las tres de la tarde «aburridos» y con muy poco trabajo, pues todos los pedidos que salen de la empresa distribuidora San Rafal Transcontinental deben quedar registrados en el ordenador. «Pasamos la mañana hablando; ayer [por el jueves] adelantamos mucho trabajo. Ahora atendemos llamadas y poca cosa más»», afirmó Frucinio, quien no duda que hubiera sido «mucho peor» si el corte de luz de toda la mañana se llega a producir en agosto.

Vecinos y comerciantes de buena parte del núcleo urbano de Sant Rafel ayer se organizaron a la antigua usanza debido a las labores de mantenimiento de la línea eléctrica que hizo Endesa durante toda la mañana y que fueron previamente avisadas a todos los vecinos y comerciantes de la zona. Ante la falta de tele, paseos por el campo; para la ausencia de máquina registradora, las cuentas mentales y para servir cafés, leche caliente en un cazo al fuego de gas.

Incomodidad

«Es un día de trabajo normal, pero algo incómodo y complicado. Las cafeteras no van, no podemos hacer tostadas y las neveras y el lavavajillas no funcionan», afirmó José Ribas, del restaurante Centre. Lowel y Lewis, dos trabajadores del bar El Cruce, aseguraron que sólo podían servir descafeinados de sobre: «Hay gente que cuando entra y le decimos que no hay luz, se va. Pero en general la gente es comprensiva», afirmaron.

Los vecinos y comerciantes estaban avisados, pero hubo quienes no se enteraron, como los turistas del Imserso. «Estamos alojados en Sant Antoni y somos de Zaragoza. Hemos decidido venir con el bus de línea a Sant Rafel para ver el pueblo. Nos han dicho en la caja de ahorros que no hay luz, porque estábamos intentando sacar dinero», explicó Conchi, que tomaba un zumo con Pilar y Teresa, mientras los hombres, Sebastían y José, se decantaban por las cañas.

Además hubo quien se decantó por alquilar un generador, como la floristería San Rafael. «No lo estamos notando tanto porque con el generador nos va el ordenador, que es lo importante. Entra la gente igual, aunque se ve menos gente por la calle», precisó Rebeca Aguilera. Uno de los comercios que más notó la falta de luz fue la farmacia: «Es muy incómodo a la hora de saber precios y a la hora de saber la mediación porque la tarjeta es electrónica; tenemos que llamar a una farmacia de Eivissa y que nos diga los precios», apuntó Sara López.