Cuarenta y cinco niños de edades comprendidas entre los 8 y los 17 años están participando durante toda esta semana en una nueva edición del Camp Musical d’Estiu que organiza desde hace diecisiete años el Taller de Flauta Dolça Albarca.

La cifra supone un récord de participación demostrando que este campamento estival, que se celebra hasta el sábado en el colegio Can Raspalls de Sant Jordi, se ha convertido en uno de los grandes referentes de la Isla. «Además de los chicos de la Isla, este año han venido 15 de Madrid, 4 de Catalunya y 3 de Formentera, lo que demuestra que tenemos bastante tirón», asegura Laia Tur, presidenta del Taller de Flauta Dolça Albarca.
No en vano, este campamento es especial a cualquier otro que se hace en la Isla y casi en España. Incluso está siendo el objetivo de una tesis escrita sobre colonias musicales en una universidad catalana. «No sé si somos mejores o peores, pero por lo menos intentamos que los niños aprendan música, danza y teatro y entiendan lo importante que es trabajar en equipo mientras se divierten con otros niños de su misma edad y disfrutan de todo lo que ofrece Eivissa», explica Tur.

Músicos y monitores
En este sentido, los jóvenes reciben clases de danza, música moderna, música de movimiento y teatro, la gran novedad este año. Así Kika, Leyre, Martín, Sergio, Nicolás, Álvaro, Esther, Rosa, Lluis, Andrés o Marina, disfrutan recibiendo enseñanzas de profesores con amplia experiencia en cada materia. «Contamos con cinco profesores y diez monitores, que ya han cursado diez años de Conservatorio, tienen el título de monitor de tiempo libre y, lo que es mejor, han sido chicos que han pasado por el campamento y se lo pasaron tan bien que han pedido repetir», aseguraba orgulloso Antoni Tur Cardona, creador de la idea y ahora coordinador en la sombra de la misma.
Esta pasión por el campamento que sienten todos los que trabajan en él ha sido transmitida por el propio Antoni y su hija Laia. «Yo nunca he tenido mucha idea de música y no trabajo en nada relacionado con ella, pero reservo mi mes de vacaciones para venir aquí con los niños porque es mi gran pasión y no me lo pierdo un año», asegura Tur.

No en vano, los campamentos comenzaron como una pequeña aventura puesta en marcha por el propio Antoni Tur y su mujer, Peligros Saura, cuando ésta era maestra en la escuela unitaria de Sant Mateu. «Un año comenzamos un curso para que sus alumnos pudieran aprender un poco de música por las tardes y tras marcharnos como viaje de estudios a un curso de música de cámara en Gredos, Ávila, y pasar por Sant Mateu y Sant Vicent de sa Cala, diecisiete años y numerosos campamentos musicales después hemos conseguido que cientos de niños hayan aprendido música y danza mientras jugaban y hacían amigos para siempre», explica orgulloso el creador del Taller Flauta Dolça Albarca.