Los profesores que hacen huelga, ayer, en una asamblea en el centro. | AMANDA AGUADO

La entrada al colegio de los niños a las nueve no es como la de un día cualquiera. Alrededor de medio centenar de profesores de diferentes centros, todos con su camiseta verde, protestan a la entrada del colegio de infantil y primaria de Can Raspalls de Sant Jordi, un centro de dos líneas con 415 alumnos matriculados, e informan a los padres de los motivos de la huelga. Algunas como Nuria y Eva, profesoras del centro acompañadas de sus hijos, acuden cada día a la puerta del colegio para expresar su rechazo a la política educativa. «Queremos que tengan una educación de calidad y el que le enseñe Inglés que sepa inglés y el de Matemáticas, matemáticas», apunta Eva. «No nos podemos quedar de manos cruzadas, es por el futuro de nuestros hijos», apunta Nuria. Pero, ¿y los padres que no son docentes? Sonia, otra de las profesoras en huelga, echa en falta más colaboración de las familias del colegio. «Muchos los traen a las nueve, recogen a las dos y les da lo mismo lo que hagan, necesitan este servicio de guardería pero hay muchas maneras de apoyar», dicen. Algunos, sin embargo, como Marcelo Sastre traen a los niños y se quedan junto a los docentes apoyando sus reivindicaciones. «Traigo a la niña al colegio, es muy pequeña y yo tengo cosas que hacer», explica. Otros, en cambio, «entran con la cabeza baja y miran al frente y ya está», se lamenta Nuria. Este no es el caso de Irene Planells, con dos niñas escolarizadas en el centro que ha decidido no llevar a sus hijas, también con camisetas verdes, al cole. «Su profesora se rompió el brazo y no hubo docente sustituta hasta que pasó un mes», recuerda. Los profesores del centro tuvieron que hacerse cargo del grupo hasta que se cubrió la baja.

Al otro lado de la verja, la directora del colegio, Raquel Pallero, vestida de negro pero con un cartel de apoyo de la educación pública de calidad, respalda a sus compañeros. Ella, como directora, tiene que estar por obligación en el cole, pero su hija no va a clase. Raquel no para un momento: apoya a sus compañeros pero no puede eludir sus obligaciones en el centro, con la organización de niños que sí han venido. «Esta huelga está siendo diferente. Otros años reivindicábamos por el recorte de salarios pero esta vez estamos luchando por la educación de calidad de los alumnos. A nuestros compañeros les descuentan casi 90 euros al día y lo hacen por los alumnos. Muchos maestros no tienen hijos y están en huelga luchando por la educación de los niños», dice esta docente, que asegura que los centros están «bastante unificados, los de la zona nos llamamos y el instituto Algarb viene a apoyarnos». Mientras el ruido exterior aminora, aunque los docentes siguen en la puerta, en Can Raspalls los niños que han ido al colegio, 154, doce menos que ayer, están en filas organizados por edades. Algunos juegan en el patio ante la atenta mirada de los profesores en servicios mínimos. Los docentes en huelga de Can Raspalls entran al colegio para celebrar una asamblea y otros se marchan a la cacerolada de Santa Eulària. Las horas las pasan en el patio o si aprieta el calor ven una película en la biblioteca, leen libros en las aulas o van al gimnasio, pero poco más.

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Los servicios mínimos tratan de organizar un poco, pero el caos es evidente. Uno de ellos es Xisco Covas, que confiesa que se ofreció a hacer servicios mínimos por temas económicos: «Soy de Mallorca, tengo muchos gastos y me ofrecí a hacer los servicios mínimos. Haría huelga pero mis circunstancias no me permiten estar sin cobrar. Tengo un hijo de año y medio. El curso pasado sólo trabajé mes y medio», dice este interino.

En algunos colegios hacen una caja de resistencia en la que profesores que tienen obligatoriamente que venir ofrecen una aportación económica. «La secretaria, algunos compañeros y yo queremos dar una aportación económica, a ver si se puede resistir la semana que viene», dice la directora. En otros centros se hacen turnos rotatorios pero en el caso de Can Raspalls, con 19 profesores en huelga, no ha sido así. Los servicios mínimos están formados por ocho personas, sin contar con los dos obligatorios del equipo directivo entre los que está Pallero, de las que cuatro no hacen huelga y el resto se sorteó. Los días de huelga y el consiguiente recorte de nóminas no está haciendo mellas en ellos. «Esto es contagioso. Todos decían que aguantaríamos un día porque tenemos hipotecas, pero no es así», dice Nuria. «Hay muchos colectivos que se están sumando y te da fuerzas para seguir adelante». La resistencia verde en las aulas continúa.

«Faltan recursos humanos, un tutor y nos han reducido la plantilla»
Can Raspalls cuenta con un plan plurilingüecon lo que el inglés es una materia muy presente en las aulas. De hecho, hasta el 2016 no es obligatorio para ellos entrar en el TIL. «Los padres apoyan que sus hijos den las enseñanzas en inglés pero en las condiciones adecuadas. Un profesor de Educación Física que no tiene los estudios de inglés no puede dar una asignatura en inglés. Quieren hacer el TIL pero no se tienen los recursos», explica la directora. El TIL no es el único motivo de este paro en las aulas. «Faltan recursos humanos. A día de hoy falta un tutor en la plantilla. Nos han quitado las auxiliares técnicos y nos han reducido la plantilla», explica. De hecho, el colegio, de dos líneas, cuenta con un aula de educación especial «pero este curso nos han reducido las profesoras de pedagogía terapéutica, tenemos una menos, y en estas condiciones no se puede dar una educación de calidad».