Remedios, en el hotel que regenta con su familia.

Los niños de todas las edades que acuden a la escola matinera del colegio Sa Graduada aprenden con Remedios de la Rosa la lengua de las personas sordas. Esta sevillana de 53 años, casada y con tres hijos, se emociona al hablar de su hermano Paco, nueve años mayor que ella y sordomudo. Compartir su vida con él ha despertado en ella una sensibilidad que anhela compartir.

—Entre las muchas actividades que propone a los niños cada mañana les enseña el lenguaje de signos. ¿Cómo responden ellos?
—Sentían curiosidad porque alguna vez me habían visto hablar con mi hermano por skype. Les sorprendía esa otra forma de comunicarse, no sabían que había personas con ese problema. Ahora hay niñas que llevan conmigo desde los tres años y serían capaces de mantener una conversación con alguien sordo y eso me satisface.

—Tener un hermano sordomudo cambió su percepción del mundo. ¿En qué sentido?
—Te condiciona mucho. En familia disfrutas de momentos de los que él se quedaba fuera. Yo aprendí ese lenguaje al mismo tiempo que a hablar, pero lo pasas mal porque ves, por ejemplo, que muchos no pueden leer un impreso y comprenderlo y aunque hay muchas personas que les quieren ayudar, basta con que haya dos que no para que eso les acompleje.

—Pocas personas conocen esta forma de comunicarse.
—Muy pocas y me sorprende. Esta sociedad no les da suficiente apoyo. Mi hermano, que vive en Sevilla, u otro amigo que tengo aquí en Eivissa, han pagado sus impuestos trabajando y ni siquiera pueden ir al médico solos porque la mayoría de las veces no hay intérpretes. Tengo un teléfono para sordos, con pantalla, y mi hermano me llama y yo tengo que hablar con el médico. Esas experiencias se las explico a los niños. En los colegios debería ser obligado aprenderlo, al menos unas nociones.