Rosa Marí, Norberta Sánchez, Montse Guasch y María Udina, en la espina del nuevo hospital, una zona de acceso sólo para los trabajadores.

Llegaron a dormir en el hospital la noche antes de recibir a los primeros pacientes, utilizaron sus coches particulares para llevar los enseres en aquella víspera de Navidad cuando en 1984 se trasladaron de s’Ambulatori, el antiguo edificio de Comisaría hoy demolido, al nuevo hospital, el actual Can Misses. Con cierta nostalgia y mucho cariño recuerdan aquella mudanza a las puertas casi de la segunda, en junio está previsto el traslado. Montserrat Guasch fue la primera que empezó a trabajar en s’Ambulatori en 1973 ejerciendo labores de administración con los sucesivos directores. María Udina, jefa de sección de Hematología, llegó procedente de Barcelona en 1979; Norberta Sánchez, directora de Enfermería, llegó un 27 de noviembre de 1982, «vine con mi hija de un año y estaba más sola que la una», recuerda. Cambió su destino de enfermera en el desaparecido Son Dureta a Eivissa por su pareja. «Mi marido es pediatra, el primero de Sant Antoni y se vino en el 81. No quería venir pero a los seis meses pedí el traslado y me lo dieron», rememora. Algunas como María Udina, vino a Eivissa con vistas a regresar a Barcelona pero no fue así, «pensaba que estaría un año o dos pero me he quedado 35», dice. Rosa Marí Colet, jefa de personal subalterno, empezó en 1983 y allí coincidió con Norberta. «Trabajamos juntas en pediatría», recuerda. Para algunas de ellas, su inicio en la sanidad de Eivissa distaba mucho de sus anteriores experiencias. «Venía de Son Dureta un hospital muy grande, con un materno infantil, trabajaba en la UCI neonatal; aquí pedí pediatría que era una habitación con una incubadora y una cama», recuerda Norberta. «Llamaba mucho la atención. Parecía un hospital de campaña», interviene Udina, que venía de Bellvitge de Barcelona.

El 22 de diciembre de 1984 se hizo el traslado. «Todos colaboramos mucho», recuerda Guasch. «Había muy bien ambiente», añade Udina. De hecho, la víspera de abrir las puertas pasó la noche en el hospital, «en el sofá, porque al día siguiente empezábamos en el Laboratorio». La situación, sin embargo, era muy diferente a la de ahora con la población triplicada. «En pediatría teníamos dos camas y una incubadora y nunca estaba lleno, es muy diferente al traslado que supone ahora», comenta Norberta. De hecho, la mudanza fue en Navidad cuando la isla se quedaba casi vacía. El nuevo hospital les pareció muy grande. Al abrirse estaba cerrada una parte de la segunda y la tercera planta. «A todos nos pareció una exageración», añade. Sin embargo, no tienen esa visión del nuevo. «A la gente les parece una cosa mastodóntica, pero yo pienso que es un hospital para 30 años y se nos quedará pequeño», apunta Udina, aunque opina que si se hubiera planificado ahora, en esta época de crisis, «quizás no se hubiera hecho así». Norberta recuerda que en el actual Can Misses, al principio, «decíamos que no lo íbamos a llenar nunca pero mira ahora como estamos, muchos días a menos doce camas», añade. Ambas coinciden en que «les impresionó más este hospital, viniendo de donde veíamos, que el nuevo» «Mil ves más», apostilla Udina.