El cielo está plomizo a primera hora de la mañana en Platges de Comte. Hace bochorno y el agua no es del azul turquesa brillante al que nos tiene acostumbrados la playa de cuento. Un grupo de técnicos de Puertos del Estado nos espera en el embarcadero que hay justo debajo de Ses Roques para acercarnos hasta Sa Conillera. El entorno evoca a historias de piratas y bucaneros, a leyendas de fenicios.
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Esta noticia, que parece un ejercicio de redacción de primer curso, o diario de adolescente en viaje de colonias, ¿qué quiere decirnos?. ¿Acaso es una mala crítica a la idea de la propiedad del islote de convertirlo en un chill-out?. Si es así, debería decirse claramente, porque el lector queda molesto y confundido con esta pantomima de periodismo achantado ante el deber profesional. O quizás el panfleto no ha sido escrito por un periodista, quién lo puede saber. Aquí falta el final del cuento. Aquí falta el compromiso. Aquí el virot, con permiso, se caga.