El pasado domingo, Jesús había elogiado a Pedro: " Bienaventurado eres Simón". Hoy lo reprende: " Apártate de mí, Sátanas"; allí había hablado Pedro movido por el Espiritu Santo, aquí por su propio espíritu.

Las protestas de Simón Pedro, no hay duda, eran bien intencionadas porque nadie quiere que le pase algo malo a una persona querida.

El Espiritu de Cristo, siempre dispone al que lo posee, para que agrade a Dios antes que a los hombres, deseando dejar todas las cosas por Cristo( Lc, 14, 25).

El Señor nos dice: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". Si somos cristianos hemos de tener presente estas palabras de Cristo.

Hay que arriesgarse, jugarse la vida presente a cambio de conseguir la eterna. Las palabras de Jesús, sitúan a cada hombre, individualmente ante el Juicio Final.

La salvación tiene un carácter radicalmente personal: " retribuirá a cada uno según su conducta".

El fin del hombre no es ganar los bienes temporales de este mundo, que son sólo medios o instrumentos.

El fin último del hombre es Dios mismo, al que poseemos como anticipo aquí en la tierra por la gracia y la plenitud y para siempre en la Gloria.

Ningún bien terreno, que es caduco, es comparable a la salvación eterna del alma. Porque ,¿ de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?