Con su mujer y su hijo Toni en el año 1967. | Raymar

El pintor ibicenco Antoni Pomar Juan, conocido como Toni Pomar, murió ayer por la mañana en Ibiza a los 90 años de edad por causas naturales. Con su pérdida se va uno de los últimos grandes referentes de la pintura ibicenca y el último representante que quedaba con vida del Grupo Puget, también compuesto por Vicent Calbet, Vicent Ferrer Guasch y Antoni Marí Ribas Portmany.
Según explicó ayer por la mañana a Periódico de Ibiza y Formentera su sobrina, la joyera Elisa Pomar Palerm, el pintor ibicenco «seguía viviendo sólo en su piso, donde trabajó hasta casi el último día haciendo gala de una enorme vitalidad». Además, la conocida joyera destacó de su tío «su gran sentido del humor, su jovialidad y su carácter y mentalidad, muy avanzadas a su tiempo, lo que permitía mantener siempre una conversación perfecta con su interlocutor sin importar la edad ni la diferencia de clases». Este carácter cercano y amable también fueron los dos rasgos sobre su persona que recordó el gestor cultural Carles Fabregat. «Siempre fue una persona tremendamente generosa que, a pesar de ser un pintor consagrado, no dudó ni un segundo en colaborar en el Supermercat del Art, una iniciativa concebida para que los artistas menos conocidos puedan vender sus obras a precios asequibles, y cuando ya no pudo, siempre respondió con una palabra amable y cercana».
Profesionalmente hablando, Elisa Pomar Palerm, calificó a su tio «como uno de los mejores pintores que ha dado la isla de Ibiza durante los últimos años», y resaltó «su capacidad para plasmar su amor por su querida tierra en pinturas coloristas, alegres y dinámicas que recordaban al estilo figurativo de Joaquín Sorolla».
Con términos parecidos se manifestó el que fuera alcalde de la ciudad de Ibiza y presidente del Patronato del Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza, Enrique Fajarnés Tur, durante la presentación de una exposición sobre su figura en este museo en 1998. «Sus cuadros reflejan una Ibiza llena de luz y color, de personajes y de vida, una Ibiza decididamente nostálgica que nos transmite a otros tiempos y que pictóricamente se vincula a una figuración que bebe, porque así, voluntariamente lo ha querido el artista, de la tradición». Mientras, Mariano Planells, autor del prólogo que acompañaba el folleto de aquella exposición de la que en 2008 se iban a cumplir 20 años, lo definió como «el gran pintor del mar ibicenco», y el poeta y periodista Julio Herranz se refirió a Toni Pomar como un pintor «de estilo inconfundible» y como «uno de los últimos referentes de la Ibiza más clásica y eterna junto a sus compañeros del Grupo Puget».
Por su parte, Pep Tur, concejal de Cultura y Patrimoni del Ayuntamiento de Ibiza, institución que le concedió la Medalla de Oro de la ciudad en el año 2006, destacó «su tremenda e innegociable aportación a la ciudad, a la isla de Ibiza y a sus tradiciones y cultura a través del Grupo Puget, creado como contrapunto al grupo Ibiza 59 que fundaron artistas extranjeros que residían en Ibiza».

Un pintor de vocación tardía
Toni Pomar no era pintor, al menos al principio. Nacido en Ibiza en 1927, desde los 14 años trabajó como joyero al igual que su hermano Pepín y su padre, hijo del fundador de la marca y conocido como «el joyero del rey» desde que Alfonso XIII le encargó unas joyas tradicionales ibicencas.
Además, en su juventud fue subcampeón de España en 100 metros espalda y tal vez por ello y porque siempre recordó la reducción de peso para el troquelaje o la preparación de las planchas para hacer joyas como un trabajo muy duro, el menor de los hermanos desarrolló una vocación tardía por la pintura. Se matriculó en la Escola d’Arts i Oficis d’Eivissa y allí aprendió con profesores como Josep Tarrés Palau e Ignacio Agudo Clarà a dominar el dibujo del natural. Finalmente, a mediados de los cincuenta se licenció en Bellas Artes en l’Escola Superior San Carlos de Valencia donde, según la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera, «se impregnó de la tradición de la escuela valenciana y especialmente del tratamiento de la luz que sólo era capaz de hacer Joaquín Sorolla».
A su vuelta a nuestra isla comenzó a ejercer de profesor en la Escola d’Arts i Oficis, y en 1962 consiguió una plaza por oposición que ocupó hasta su jubilación en 1992. Presentó su primera exposición en 1943, en Artes y Oficios, junto a Adrián Rosa, y de aquellos primeros trabajos destaca, según la EEIF «su uso del aceite, el acrílico, la sanguina y el carboncillo». Desde entonces, y siempre fiel a su estilo figurativo, «de gran colorido y ancha y enérgica pincelada», Pomar se manifestó como un artista prolífico capaz de presentar un catálogo de obras cada año, «sin esforzarse por exponer fuera de Ibiza sistemáticamente».
De hecho, según escribió Mariano Planells, «se fue concentrando en el óleo dejando sólo el dibujo para ilustraciones ocasionales en libros y revistas». Además, «apenas quiso dedicarse a premios puesto que lo que realmente le llenaba por dentro era realizar pinturas de su querida Ibiza». A pesar de ello, entre otros galardones, consiguió en 1961 el Premio Félix Costa del I Salón Internacional organizado por la Galería El Corsario, en 1963 el Premio Tito Cittadini del XIII Certamen Internacional de Pintura de Pollença y en 1971 la Medalla de Plata de la I Exposición Internacional de Pintores de Ibiza. Además, en 2006 el Ayuntamiento de Vila le otorgó la Medalla de Oro de la ciudad junto a sus compañeros en el Grupo Pujet, Vicent Ferrer Guasch y Vicent Calbet Riera, este a título póstumo.

Especialista en escenas de Ibiza
Según todos los que le conocieron en persona y siguieron su trayectoria pictórica, en el trabajo de Toni Pomar se reconoce fundamentalmente «a un artista con un arraigado cariño por los temas populares y por escenas de la Ibiza rural». Así, en muchos de sus cuadros, reflejó imagenes cotidianas de una Ibiza que parecía haberse perdido para siempre y que poco a poco se intenta recuperar, como salidas de misa, romerías, paseos en carro durante el Primero de Mayo o antiguos trabajos campesinos. Y todo «con una viveza, una espontaneidad y un colorido que hacían muy reconocibles sus trabajos». Era, como aseguró a Periódico de Ibiza y Formentera Julio Herranz, «una firma, una marca de autor, que le convirtió en una figura imprescindible para entender la pintura y la vida en Ibiza durante buena parte del pasado siglo XX».
En este sentido, Mariano Planells aseguró en el folleto de aquella exposición inolvidable que Pomar «rendía un homenaje al también pintor Narcís Puget Viñas en cuanto al pasado de Ibiza, porque aún dentro de su riqueza cromática y su virtuosismo en las figuras y su movimiento, resultaba anacrónico». De hecho, según Planells, «nadie en Ibiza, ni el mismo Puget, supo captar como él la fuerza del mar, los contrastes tierra y mar, la réplica del sol y las sombras».