Joan Huguet i Rotger (Ferreries, 13 de marzo de 1954) acumula un currículum político y profesional extraordinario. Es por ello que sus reflexiones sobre la actualidad, con la visión y perspectiva que otorga haber estado tantos años en la primera línea política, merecen una entrevista.

—Usted es una persona preocupada por la política, con un espíritu crítico que algunas veces le ha acarreado consecuencias negativas. ¿Cómo ve el panorama político?
—Para un optimista compulsivo como yo debo decir que hemos pasado momentos muy delicados en los últimos 40 años de la historia de España, aunque a veces se nos olvida. Por lo tanto, decir que en este momento España vive una de las peores crisis de su historia reciente desde 1975 no sería justo. Puede ser que esta crisis, que no es solo económica sino también de valores, política y principalmente de proyecto y de modelo de país. Tal vez no tenemos los referentes que hubo tras la muerte del Franco, que fueron capaces de hacer una transición donde había personajes tan antagónicos como Suárez y Carrillo, que sin embargo fueron capaces de llegar a acuerdos, cosa que tras el Pacte del Tinell, donde todos se unieron contra el PP, y a partir todo vale menos llegar a acuerdos para este proyecto de país. Como nación nos falta relato. Por tanto, esta crisis de principios, de valores, ética y moral, merma mucho la credibilidad de la política y de los políticos. Y eso hace que afloren partidos por la indignación de la ciudadanía pero que frustran incluso a quienes les han votado.

—De ese relato podría parecer que usted responsabiliza de la crisis solo a la izquierda.
—No. No olvidemos que en este país quien ha gobernado mayoritariamente ha sido el PSOE veintipico de años y después del PP. La primera responsabilidad del deterioro existente hasta el día de hoy es de estos dos grandes partidos. Podemos no nace de una forma espontánea, sino que es fruto de una determinada política. Es hijo del PP y del PSOE. Ciudadanos en Cataluña, es hijo de una política nacionalista que cada vez se escoró más hacia un proceso de división de España y por eso tiene ese relato en Catalunya. Hubo un momento de inflexión importantísimo, porque PSOE y PP se alternaban en el poder de una forma ordenada, primero UCD-PSOE, luego PSOE-PP. En un momento dado se rompe esta armonía en la alternancia (que no en las relaciones entre las fuerzas políticas) y la izquierda buscó un enemigo común que era el PP. A partir de aquí decidieron que pactarían por todo y de todo lo que hiciese falta, excepto con el PP. Esto comienza cuando Pascual Maragall, que fue un gran alcalde de Barcelona pero como presidente escoró a su partido hacia un nacionalismo a la hora de hacer el Pacte del Tinell. Artur Mas fue capaz de irse a un notario a firmar un acta notarial que decía que él no pactaría jamás con el PP. Eso no pasa en ninguna parte, ni siquiera en Italia, que sobrevive a todas las crisis que pueda haber.

—¿El pacto de la Transición ha fracasado?
—En absoluto. Lo que ha fracasado es el relato en torno a la Carta Magna. La Constitución de 1975 es la obra maestra de la Transición. Se puede y se debe reformar, hay aspectos que son imprescindibles, pero solo se puede hacer desde el acuerdo de la gran mayoría.

—El 48% de la población catalana, no lo suscribiría a tenor del resultado de las últimas elecciones en Catalunya.
—Es que la fractura que se ha provocado dentro de la sociedad catalana por el relato de España nos mata, esta fractura social ha provocado que en Cataluña haya dos realidades sociales completamente diferenciadas y lo que no puede suceder es imponer la realidad social independentista con un 48%, o aunque fuera el 52%, porque esto pervierte la realidad social de Cataluña.

—¿Usted no aprecia un cierto inmovilismo en el PP y en Mariano Rajoy a la hora de abrirse a negociar sobre una reforma constitucional?
—Es que la reforma constitucional no es la panacea. Aquellos que la piden, deben decir para qué y qué es lo que quieren reformar. En el momento en que se sepa y tengamos claro para qué, entonces hay que abordarlo. Pero abrir el melón sin saber esto es improductivo. La reforma de la carta de Bonn, que se inició en 2005, tenía muy claros los aspectos que se quería retocar. Pero eso aquí no se está haciendo porque Podemos dice que esta Constitución no les representa porque no la han votado. Si esto es así, no habría la V República francesa, ni la de Italia, ni la de Alemania, ni la de los Estados Unidos, ni del Canadá. Eso es un absurdo total que lo único que hace es dañar todo lo bueno que tiene esta Constitución, que es la que más ha durado y que ha consolidado más libertades, más igualdad y más democracia, que además ha servido para gobernar tanto a la izquierda como a la derecha, porque ha sido la única que no fue hecha de parte.

Noticias relacionadas

—El pasado 1º de marzo, Día de Balears, el presidente del Parlament, Baltasar Picornell, dijo que había que reformar la Constitución y el Estatut d’Autonomia, aunque no dijo en qué sentido. ¿Usted percibe una demanda social o política significativa, para reformar un Estatut tan joven, reformado en 2007?
—No. No saben de qué hablan. El año pasado, cuando se cumplió su décimo aniversario, ni siquiera se les ocurrió organizar unas jornadas explicativas de lo que supuso el Estatut de 2017, que es un nuevo Estatut. Todo parecido con el Estatut de 1983 es pura coincidencia. ¿Qué es lo quieren reformar? ¿Quitar los aforamientos? Eso es modificar un artículo. Pero es que ni eso comprenden, porque confunden aforamiento con inmunidad e inviolabilidad. Creo que la reforma del Estatut es innecesaria, salvo en este aspecto de los aforamientos con el que estoy de acuerdo.

—¿Qué valoración hace usted de estos tres años de Govern de izquierdas en Balears?
—No tiene nada que ver con los dos Pactes de Progrés anteriores. Creo que la presidenta Armengol se equivocó al abrazar la bandera del independentismo y defender causas que nada tienen que ver con la trayectoria, ni con los principios fundacionales, ni la centralidad del PSOE en el Congreso de Suresnes de 1974, porque seguramente lo desconocen, cuando Felipe González le dijo a su contrincante Rodolfo Llopis: ‘Tu problema es que todavía estás en la Guerra Civil y no te das cuenta que ha terminado’. Pues eso aún no lo han visto claro. Si en Balears el PSIB no hubiese tenido la tendencia de querer ocupar el terreno de Més y de querer ser más de izquierdas que el propio Podemos, este Govern hubiese dado estabilidad. El varapalo que recibió el PP en las últimas elecciones, al pasar de 35 diputados a 20, es muy difícil de recuperar, aunque tengo que reconocer el trabajo positivo que se está haciendo desde el Grupo Parlamentario, muchas veces callado y no visto y criticado desde dentro que desconoce lo que se hace. Yo creo que de cara a las próximas elecciones será muy difícil que se vuelva a conjugar un pacto de izquierdas, por dos motivos: Podemos pegará una bajada electoral muy importante y no serán determinantes. Veremos si a Més le pasa factura el caso de los contratos. Pero los deberes los tiene que hacer el PP. Debe hacer un rearme de propuestas y debe marcar la agenda de cara al futuro. Una cita importante será el debate del estado de la Comunitat, que se celebrará a finales de este año, que será el último antes de las elecciones. Aquí indiscutiblemente deberá salir Biel Company a defender un proyecto alternativo para llevar adelante si se gobierna. El PSIB es posible que estabilice su resultado o que incluso descienda un poco, pero Podemos bajará y Armengol necesitaría a Ciudadanos y El Pi.

—¿Biel Company es el líder que el PP necesita en este momento?
—Sí porque es el que eligió el partido en un congreso abierto a toda la militancia y democrático, donde hubo dos candidaturas y la candidatura rival, encabezada por el anterior presidente, era lo suficientemente potente. El partido necesita una gran dosis de proyección de cara a las elecciones porque solo queda año y medio, y porque el revés sufrido en las últimas elecciones fue muy duro.

—¿El PP se ha recuperado de ese golpe?
—El partido sí, pero la percepción de la gente es que al PP le falta fuelle. Todos los cargos públicos, que son la infantería, deben trabajar en cada rincón de cada pueblo y necesitan el aliento del partido y deben estar siempre a disposición del partido. No puede ser que venga a una isla el vicesecretario general y solo acudan el 50% de los cargos electos. O hay un compromiso de verdad o sufriremos de cara a las elecciones.

—¿Cómo ve al PP en Ibiza?
—En primer lugar quiero decir que hay que reconocer a todos aquellos que en un momento determinado tuvieron algunos enfrentamientos o divisiones entre familias o grupos, porque creo que eso está totalmente superado. Puede haber discrepancias y hará falta mano izquierda y saber escuchar a la gente que se pueda haber sentido herida, pero si en algún lugar yo veo que el PP goza de buena salud para afrontar las próximas elecciones y lograr gobernar incluso con mayoría, es Ibiza. No la veo aún en Menorca ni en Mallorca, lo que no quiere decir que no pueda ser, pero hace falta superar los 25 o 26 diputados si queremos tener aspiraciones para gobernar en Balears, aunque hay que aspirar siempre a acercarnos a la mayoría. Creo que el futuro del PP pasa por Ibiza. Mallorca y Menorca deben espabilar y poner ya toda la carne al asado para ganar en las próximas elecciones. Tenemos mimbres para hacer un buen cesto y hay que ponerse manos a la obra ya.

—¿Cómo cree que la corrupción puede afectar electoralmente al PP?
—Indiscutiblemente los casos de corrupción han hecho mucho daño al PP, pero creo que ese peaje el PP ya lo ha pagado y con intereses. Tanto en las eleccionesa autonómicas como en las generales. La prueba de eso es que en las generales, que hubo que repetir, el PP fue el único partido que incrementó votos y diputados. Pero también quiero decir que ha habido verdaderas persecuciones políticas. Lo que se montó en el Parlament con la comisión de investigación de las carreteras de Ibiza, que hicieron comparecer a todo el mundo cuando todo había pasado ya por la Justicia. El sectarismo con que todo se hizo. O el caso de Joan Marí Tur ‘Botja’, que llegó a tener siete causas abiertas en los juzgados, que fueron una persecución en toda regla y que han quedado en nada. Hay que recordar todos estos casos. Lo que no puede ser es soportar agresiones sin plantar cara. Hay que reconocer de forma contundente que ha habido casos de corrupción que han hecho mucho daño y que son imperdonables, pero saber defender aquellos casos que una vez finalizada la investigación, se ha visto que era una persecución política.