Como suele ser habitual cada miércoles centenares de turistas de todo el mundo acuden hasta el Hippy Market de Punta Arabí. | MARCELO SASTRE

El Hippy Market de Punta Arabí celebró ayer su 45 aniversario con una gran fiesta que incluyó un concierto de Daikiri Soda y la inauguración de dos exposiciones, una de fotografías de Jordi Soler y otra de pintura de Vivo Gal Grabby. Una fiesta que sirvió, además, para demostrar que este mercadillo, el más antiguo y grande de Ibiza, se encuentra en plena forma.

Según asegura su responsable, Thomas Hofmann, es «su mezcla de artesanos de toda la vida con los de las nuevas generaciones lo que lo hace tan especial» y lo que acaba por contagiar al público año tras año. Los turistas lo saben y cuando llega el verano miles de ellos acuden buscando un regalo o un recuerdo original «lejos de las importaciones o los productos que se pueden encontrar en las tiendas tradicionales ya que para poder tener un puesto aquí hay que demostrar que lo que ofreces es un producto artesano».

Actualmente, según asegura Hofmann el mercadillo cuenta con 500 puestos en los meses centrales del mercadillo y cuando cierra la temporada ya hay lista de espera para poder apuntarse al año que viene. Por eso, pasear por sus laberínticas calles es viajar a un lugar donde es común encontrarse con artesanos que trabajan en directo en la calle de entrada, conocida precisamente con el nombre de Calle de los artesanos, y por una sucesión interminable de puestos. Todos están muy bien colocados y en ellos se puede encontrar de todo. Hay conchas, productos del mar, fósiles, zapatillas coloridas realizadas con mantas tradicionales peruanas, productos de cuero y plata, antigüedades, todo tipo de pulseras, vestidos, camisetas, bolsos y hasta productos personalizados para perros, bastones en oferta al precio de 20 euros, esponjas y carteras mágicas... Y la mayor parte de ellos con la coletilla de «hand made», «original de Ibiza» o «diseños exclusivos».

Además, en los puestos encontramos una gran riqueza cultural. Tal y como asegura Thomas Hofmann, «entre los vendedores hay bastantes ibicencos, pero también hay gente de nacionalidades de todo el mundo como, por ejemplo, argentinos, brasileños, italianos o alemanes y eso al final repercute en la calidad y en la variedad de los productos que se ofrecen».

Incluso, el mercadillo ofrece otro tipo de alicientes que lo hacen diferente a cualquier otro. Todos los miércoles se celebran al mediodía conciertos de grupos de la isla, en los que hay todo tipo de estilos musicales, un espacio de gastronomía donde degustar paella, cerveza artesanal del propio Hippy Market o saludables batidos, y actividades infantiles en la zona conocida como Hippy Kids.

Testigo de los últimos 45 años de Ibiza

El Hippy Market de Punta Arabí es el más antiguo de los que hay en la isla y a sus 45 años, tal y como asegura Thomas Hofmann «sigue manteniendo buena parte de la esencia de aquella Ibiza hippy que aún resiste al lujo y de la que casi ya no queda nada».

Durante sus casi cinco décadas de vida este popular mercadillo ha sido testigo de los numerosos cambios que ha sufrido la mayor de las Pitiusas. Conoció a aquellos primeros hippies o peluts que llegaron en los 70 huyendo de sus países buscando un lugar para asentarse y empezar una nueva vida y por supuesto la transición fomentada por la revolución turística en la que Ibiza pasó de ser un paraíso conocido por pocos a un lugar masificado por el turismo actual. De hecho, según recuerda Hofmann sus inicios «se remontan al año 1973 cuando la dirección del Hotel Club Punta Arabí les ofreció a los hippies afincados en la isla poder vender sus productos artesanales o los que traían de distintas partes del mundo a los pocos turistas que por aquel entonces se hospedaban en el Club».

De hecho, y según cuenta la historia del Hippy Market «cuando el mercadillo comenzaba a gestarse contaba únicamente con cinco únicos puestos: Maggie con sus deliciosos pasteles, una señora de Formentera que vendía jerseys tejidos a mano con la lana de sus propias ovejas, un chico vendiendo cachorritos, unos niños que intercambiaban juguetes y otra persona vendiendo joyas traídas de la India». Y todo, amenizado al ritmo de violines, guitarras y jam sessions, «dando origen a la estrecha relación que el mercadillo mantiene hasta la actualidad con la música en vivo».

Con el tiempo, los pañuelos en los que los hippies montaban sus puestos de venta sobre el suelo y debajo de los árboles, se convirtieron en estructuras que dieron lugar a los puestos que, 45 años después «se han convertido en el modo de subsistencia para muchas familias de la isla» y en un lugar de paso obligado para visitante de todas partes del mundo.