Justo detrás de la primera línea del puerto tres carteles de locales que se alquilan en muy poco espacio. | Marcelo Sastre

Pasear por el barrio del la Marina y el puerto a estas alturas de año es una experiencia completamente diferente a lo que uno pueda vivir en verano. Es normal. Se trata de un barrio turístico y residencial, y el turismo gana peso con los años. La mayoría de los locales cierran hasta el próximo verano, pero en muchas puertas se pueden ver este invierno carteles de se traspasa o se alquila.

Desde la Federación La Marina Puerto de Ibiza indican que este año no es peor que el anterior, pero es el segundo en el que se encuentran este panorama. «Este verano ha habido incluso locales que no han abierto en plena temporada, y yo que he nacido en el puerto es algo que no había visto nunca», explica Joaquín Manuel Senén, vicepresidente de la Federación de Comerciantes de La Marina y Puerto de Ibiza, que apunta que «la zona del puerto era un sitio donde todo el mundo quería venir a abrir».

Desde la Federación apuntan que la situación afecta menos a los locales que se encuentran en la primera línea del puerto, que «soportan mejor las circunstancias actuales», pero que está afectando con severidad a La Marina y la calle de la Virgen.

En la zona hay en torno a 300 negocios. De ellos 30 tienen el cartel de se alquila o se traspasa, y los comerciantes de la zona explican que hay otros tantos que no tienen cartel pero están en la misma situación.

Factores

Una parte de estos negocios que cierran son de empresarios nuevos en la zona, que en muchos casos vienen de fuera y piensan que cualquier cosa funciona en Ibiza. Aguantan una o dos temporadas. Senén indica que en estos casos la falta de trabajo para adaptarse a la zona, falta de constancia, y de un conocimiento previo de como funcionan las dinámicas del barrio, son lo que provoca esta situación. «La mayoría de gente que está consolidada desde hace tiempo sabe lo que puede sacar, lo que puede hacer, y aguantan mejor», explica.

Otro de los factores que menciona es el precio elevado de la mayoría de los locales en alquiler en la zona, que para muchos comerciantes no se corresponde con los beneficios que obtienen. Algunos de los empresarios de la zona hablan de subidas en el momento de renovar su contrato de 4.000 a 6.000 euros al mes. «Hay muchos propietarios que prefieren tener el local cerrado y esperar a que venga alguien a pagarles el alquiler abusivo que piden», algo que explica que es debido a la tendencia hacia el lujo y las grandes marcas.

Desde la Federación consideran que es el factor más importante en esta situación son los cambios de movilidad que se han realizado en la zona. Critican que estas modificaciones se hayan hecho con demasiada rapidez y sin preparación para que la zona se adapte.

Recuerdan que había un proyecto de un aparcamiento subterráneo en la plaza del Martell que no salió adelante, «que habría sido muy beneficioso». «Esta zona es un cul de sac, alrededor sólo tenemos mar. La nueva situación es una vuelta de tuerca a la que tenemos que amoldarnos todos, pero nos va a costar volver a arrancar».

Soluciones

Desde la Federación se trabaja con ciertas medidas para estabilizar la situación en el barrio junto a las instituciones, aunque al mismo tiempo insisten en que será difícil que la gente y los negocios se amolden a las nuevas circunstancias.

Por una parte se intenta apostar por alargar la temporada. El Ibiza Light Festival es uno de los eventos positivos para la zona que mencionan. También el apostar por el turismo de cruceros, que se busca que venga a la isla hasta noviembre y que este sea «un mes de cruceros». Este año el último atraque fue el 6 de noviembre.

Una apuesta que es además por revitalizar el barrio. «Una zona que es Patrimonio de la Humanidad y que todas las calles estén llenas de locales cerrados y sin ambiente, da pena», se lamenta Senén.

Sin embargo puntualiza que alargar la temporada no es una solución si el verano no funciona, y en general los beneficios de los negocios de la zona en julio y agosto no han ido según lo esperado.

Indica que otro punto positivo sería que los propietarios «se bajaran del burro». Valora que además sería algo positivo para los mismos arrendadores, que por sus precios se encuentran con cambios de inquilino año tras año y problemas de deudas por los traspasos y deudas con proveedores.

Los negocios

Entre los que traspasan negocio está José Antonio. Su peluquería, en laa calle de sa Xeringa, lleva abierta 16 años. Antes trabajó en otra peluquería en el mismo barrio, en total son 26 años de actividad profesional en la Marina.

Explica que antes, cuando se acercaba Navidad, solía haber mucho movimiento. Ahora muchos de los vecinos del barrio se han ido, han desaparecido muchos comercios y él lo ha notado en su actividad diaria. Tras un verano «de altibajos» ha decidido que es momento de cambiar. Se plantea su futuro trabajando a domicilio y para hoteles, ahorrándose el alquiler de un local.

En una tienda de ropa, frente a la iglesia de San Telmo, Toni está de liquidación por fin de temporada. Prevé que dejará el local el año que viene. Termina su contrato y ya imagina que no le respetarán el precio.

Dice que la Marina «no es lo que era, ni lo volverá a ser». Menciona a muchos culpables de la situación: la falta de aparcamiento, tener un competidor muy fuerte como es la zona de Platja d'en Bossa, el cambio de hábitos del turista que viene menos días que antes y tiene menos tiempo para salir y hacer compras, las nuevas políticas de equipaje de las compañías aéreas. Pero para él, el principal factor que ha afectado a la zona es la falta de aparcamiento.

Considera que se «desperdició» la oportunidad de hacer aparcamientos subterráneos con las reformas de Vara de Rey y el puerto. Dice que además podría haber sido un proyecto que no hubiera costado «ni un céntimo a los ciudadanos», dado que habría empresas interesadas en construirlo a cambio de poder explotarlo.

En el local de al lado cuelga también el cartel de ‘se traspasa'. Lars es el dependiente desde hace años. Explica que su jefe ha decidido mover el negocio a otra zona debido a los cambios frente a su escaparate. Las motocicletas «invaden» en verano todo el espacio, sin dejar ni hueco para acceder a su tienda y darle visibilidad.

Su local estaba antes en otra zona del barrio, pero al renovar contrato de arrendamiento a su jefe le pidieron 6.000 euros más. Ahora paga 10.000 euros, menos de lo que habría pagado en el local anterior. Aún así el negocio no renta lo que debería desde hace un par de años.