Fotograma de la película ‘Los lunes al sol’.

La semana pasada varios medios nacionales desvelaron que el presidente del Gobierno ordenó a la vicepresidenta y ministra de pomposa cartera bautizada como Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, que acelerara el plan de desescalada en el que estaba, en teoría, trabajando para que fuera aprobado en el Consejo de Ministros del martes pasado.

La ministra, que en ocasiones parece más de Podemos que del PSOE, como se demostró en la dimisión de Jordi Sevilla como presidente de Red Eléctrica Española, le expresó sus dudas por la premura.

A Pedro Sánchez y a Iván Redondo les importó un rábano que no hubiera tiempo material para poner en marcha el plan. Lo que querían era evitar aparecer como el último país de Europa en anunciar la apertura.

La apariencia lo es todo en La Moncloa, más preocupados del mensaje que se envía que de contar los miles de muertos correctamente, de hacer test a toda la población y de proteger a nuestros sanitarios.

La conclusión de esta operación cosmética es que a pocas horas de estrenar la Fase 1, Formentera no sabía en qué condiciones lo hará.

La exclusión de Ibiza no mereció ni una mención en el Aló Presidente de ayer al mediodía.
Que Formentera empiece a desescalar antes que el resto de España es muy positivo, no solo para aquellas empresas y ciudadanos que puedan disfrutar de unas condiciones más laxas, a pesar de que los efectos se estiman limitados, sino especialmente para mandar un mensaje a los mercados de que aquí la pandemia está controlada y de que es un destino seguro.

También lo hubiera sido para Ibiza y no hacerlo ha supuesto una decepción.

Armengol, retratada. Dábamos por hecho que Francina Armengol tenía este asunto pactado con el Gobierno cuando lo propuso al presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, y a la de Menorca, Susana Mora, el pasado miércoles.
También daban por hecho en Menorca el pasado martes que esta isla iba a formar parte de las primeras en desconfinarse.

Es inexplicable el error político que ha cometido Armengol al haber alimentado unas expectativas que luego no ha podido cumplir. La duda es si alguien en La Moncloa le garantizó el cambio y a la hora de la verdad la han dejado tirada. En cualquier caso, ha quedado retratada.

Contradicciones. Nadie ha de extrañarse, no obstante, de la improvisación y la incoherencia de algunas discutidas medidas como ésta porque es la tónica desde el inicio de la crisis.

Ayer pudimos salir a hacer deporte y a pasear, tal como nos había anunciado Sánchez el pasado sábado.

La medida es positiva y bienvenida. No está, sin embargo, exenta de contradicciones.
Los residentes en municipios de menos de 5.000 habitantes no tienen las mismas restricciones horarias que los que viven uno de más de 5.000 habitantes.

Si vives en un pueblo de 4.999 habitantes podrás hacer unas cosas libremente en unos horarios que no se permite a quien vive en una pedanía de 300 habitantes de un municipio de 5.001. Sí puedes hacer surf, pero no puedes nadar en aguas abiertas. Sí puedes correr dentro de tu municipio, pero no puedes andar rápido como Rajoy más allá de un kilómetro de tu casa. El objetivo de las medidas es evitar la concentración de personas, pero obligan a todo el mundo a salir de casa a la misma hora…

Estas y otras evidencias demuestran la inconsistencia del plan y que vamos a salto de mata, a golpe de anuncio, algo que, no obstante, puede ser hasta bueno, si la efectividad del mismo es la misma que la demostrada hasta ahora por los expertos que vaticinaron «algún caso» a la hora de prevenir la pandemia.

Formentera no tiene ideas. La presidenta de Formentera, Alejandra Ferrer, evidenció el miércoles en el BNP de TEF que no tiene ideas. O que realmente no hay nada que hacer. Su apuesta es garantizar el subsidio a los miles de parados que no podrán trabajar en la isla más estacional y más turismodependiente. No prohibir las obras en verano, salvo que lleguen unos pocos turistas, en cuyo caso también serán paralizadas, y anunciar centros de teletrabajo de los que nada se sabe, sobre los que nada se ha hecho y que, por muy bienvenidos que sean, son de dudosa efectividad para transitar la travesía por el desierto que hace semanas iniciamos. «Todo viaje de mil leguas, empieza por un primer paso» dejó dicho el filósofo chino Lao-Tse. Necesitamos, en cualquier caso, que sea algo más sólido ese pasito.

‘Reunionitis’ aguda. Nos encantan las reuniones en este país. Cuanto más largas, improductivas y numerosas, mejor. Y obviamente presenciales, algo que ahora echamos en falta. Tanto que la presidenta del Govern se ha vuelto una yonki de las reuniones. No hace otra cosa en todo el día. Zoom por aquí, Zoom por allá, junto a su escudera Pilar Costa. El medio ha sustituido al fin, en ausencia de éste. Como Pedro Sánchez que no se cansa de repetir para defender su gestión que nunca había habido tantas reuniones con los presidentes de las autonomías, obviando que nunca ha habido una pandemia como la actual y que lo relevante no es reunirse, sino lo que se decide en estas reuniones.
El caso extremo es la del viernes entre Armengol y Ferrer para preparar la entrada en el plan 1 sin haber visto la orden ministerial por la sencilla razón que aún no había sido publicada.

El objetivo es, pues, que parezca que hacemos algo, aunque sea difícilmente explicable como el supuesto control sanitario en el puerto de La Savina.

Lamentablemente, lo peor no es la pérdida de tiempo y que nos traten de tontos.
Lo peor es que de lo que es realmente importante, nada de nada.

Sin ir más lejos, el plan de reactivación económica de Yllanes y Negueruela es una filfa más, al igual que le llamen control sanitario a rellenar un formulario y entregarlo en puertos y aeropuertos.

Propuesta vacía insistiendo en la idea central del cambio de modelo, sin saber cuál es el que queremos, ni cómo se hace para llegar a él, ni cuándo lo haremos y, sobre todo, qué haremos mientras tanto, además de pedir al Gobierno que prorrogue los ERTE. Suena tan bien que hasta los sindicatos lo prefieren a que se busque trabajo para mañana. En Formentera, al menos tienen una idea concreta, muy pobre, pero una.

¿Logrará su plan Vicent Marí? Vicent Marí sí tiene un plan, otra cuestión es que lo pueda aplicar. El Consell, en tanto que administración local, no tiene capacidad normativa suficiente para aprobar las medidas sobre las que está trabajando el presidente para reactivar la economía. Necesita que Armengol se lo compre y lo incorpore al decreto que ha anunciado y de cuyo contenido nada se sabe, a la vista de la nada del plan de Negueruela e Yllanes.

Piensa el presidente que la única forma de conseguir que las medidas que necesita Ibiza sean incorporadas es contar con el aval del resto de partidos y agentes sociales, especialmente los sindicatos. Las reuniones a cuenta de la fase 1 de esta semana han alterado el calendario de los encuentros on line que vienen manteniendo en las últimas semanas y de los que cuesta obtener detalle. El presidente ha evitado hacerlas públicas y trata de trabajar sin exposición a los focos. Quiere el acuerdo, no medallas, ni trofeos. «Cuando tengamos un acuerdo, lo haremos público».

La construcción como salvavidas. Lo poco que sabemos es que el plan no se anda por las ramas, ni pierde un tiempo que no tenemos en repensar Ibiza ni en cambiar de modelo porque parte de una premisa de una lógica indiscutible: cuando uno se desangra, lo primero es cortar la hemorragia, aunque sea con un torniquete casero, evitar desangrarse, y lograr sangre y cataplasma. No es el mejor momento para pensar en operaciones estéticas, ni en cambiar de peinado.

Los lunes al sol. O mucho cambian las cosas, algo que no creo a la vista de los antecedentes, o miles de ciudadanos de estas islas se pasarán todos los lunes de aquí a, al menos, mayo del año que viene al sol, como en la desgarradora y premiada historia a la que dieron vida Javier Bardem, Luis Tosar y José Ángel Egido, tres sindicalistas en paro después de la reconversión naval de Vigo.