Alvaro de Astorza, en su consulta del Neumología del Hospital Can Misses.

Álvaro de Astorza no ha sido nunca fumador. «No tengo el plus de la experiencia», confiesa. Sin embargo, por su profesión de neumólogo conoce muy bien los riesgos de fumar y las dificultades para dejarlo. Con la pandemia, asegura que ha habido recaídas de pacientes y otros que han interrumpido sus tratamientos de deshabituación. Con motivo de la celebración del Día Mundial Sin Tabaco incide en los riesgos del consumo precoz, sobre todo de cigarros electrónicos entre adolescentes y advierte de que fumar aumenta el riesgo de contagio de coronavirus.

—¿Cómo ha afectado el COVID-19 a un servicio como el de Neumología?
—El COVID-19 afecta de una manera importante al aparato respiratorio, es una infección sistémica. Nuestra especialidad se ha visto muy implicada. De hecho, en muchos centros los profesionales de Neumología han abandonado su actividad diaria y se han dedicado a ver a pacientes COVID y muchos tienen todavía centrada la asistencia en esto. Nosotros en la isla tenemos unas condiciones particulares, no es un servicio muy grande, hay cuatro médicos pero, por una cuestión circunstancial, tenemos la mitad de la plantilla por baja maternal y sin poder cubrirla. Nos quedamos dos neumólogos en la pandemia. Hemos hecho una asistencia de refuerzo. Los casos de coronavirus los ha llevado Medicina Interna, enfermedades infecciosas, y nosotros hemos apoyado en las guardias y para realización de técnicas especializadas, como broncoscopias de pacientes cuando están en Cuidados Intensivos. Muchos de estos pacientes tienen complicaciones y los casos graves se prolongan en el tiempo.

—¿Ha sido un desafío para su especialidad hacer frente a una enfermedad como el coronavirus?
—Sí, porque hay muchas cosas que no sabemos. En años anteriores habíamos tenido avisos, conatos de pandemia, pero no llegaron a materializarse. En nuestra actividad diaria no nos planteamos un escenario real como el que hemos tenido. Nadie había visto algo similar. En nuestra especialidad y las que estaban implicadas en el tratamiento de pacientes ha sido un desafío. Primero adaptarse a todas las medidas de seguridad que conlleva, a dejar el trabajo habitual y organizarnos, siempre tratando de velar por la seguridad de los sanitarios y de los pacientes para dar la mejor asistencia, pero también, sobre todo, porque hay muchos datos que no sabemos. El coronavirus, como tal, existía en nuestro medio pero no con este comportamiento. Hay muchas cosas del coronavirus que nos genera confusión. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aclaró hace poco que no está demostrada la transmisión por contacto de material inerte, algo que nos preocupaba mucho a todos, pero se mantienen la medidas de recomendación de higiene, de lavarse las manos y de ir con precaución con lo que tocamos. Inicialmente pensábamos que con tocar cualquier superficie con coronavirus nos podíamos contagiar pero conforme pasa el tiempo no hay evidencia. Todavía queda bastante que aprender del coronavirus.

—¿Cree por su experiencia que puede haber un rebrote?
—Existe esa posibilidad. Es importante transmitir a la población que hay que seguir las normas en la desescalada. Es comprensible el anhelo de la población de retomar una vida normal pero es importante hacerlo bien, como se hizo en la fase de aislamiento más duro porque la posibilidad existe. No es el único modelo que se baraja, sino también la posibilidad de que el virus se extinga en nuestro entorno, no quiere decir que desaparezca. Eso es real, puede pasar, pero aún nos faltan datos acerca de la inmunidad que tenemos; influirá mucho también el comportamiento de la gente. Son variables que no podemos controlar completamente y mientras exista la posibilidad hay que ir con precaución.

—¿Haciendo más pruebas de diagnostico, como PCR se puede frenar la expansión?
—Tener mayor cantidad de pruebas nos otorgaría más cantidad de información. Un diagnóstico de certeza no ayuda directamente a controlar o tratar a un paciente, pero lo que ayuda es una información global. Cuanta más tengamos de los casos reales, ingresados o no, será más fácil adoptar medidas realistas a esa situación y con más seguridad para un mejor control de la epidemia. Para un paciente infectado por coronavirus que es un caso leve es poco importante, entre comillas, la PCR; no le va a aportar nada salvo la información, si ha sido por coronavirus o por otro virus normal pero, a nivel de población o sociedad, te ayuda a saber cómo está protegida la gente, por qué ha hecho inmunidad, quiénes han pasado la enfermedad y quiénes no. Te ayuda a tomar medidas mejores para controlar el virus en un segundo o tercer tiempo; te hace estar más seguro de las medidas que tomamos, aunque Individualmente no es tan importante.

—¿Es más adecuado el uso de la mascarilla que los guantes?
—Los guantes no son mejores que un buen lavado de manos. Si se mantiene una buena higiene de manos no es necesario. El problema de los guantes es que tenemos la sensación de ir protegidos mientras los llevamos y podemos cometer el error de ir tocando distintas superficies o llevarlos mucho rato. Si los usamos, ir cambiándolos cuando cambiemos de entorno o hayamos tocado distintas superficies. La mascarilla es útil y necesaria pero, sobre todo, en un entorno cerrado y sin mantener una distancia de seguridad adecuada con interacción con otras personas. Las mascarillas creo que son necesarias sobre todo ahora que es cuando la gente entra más en contacto en la desescalada.

—El domingo se celebra el Día Mundial contra el Tabaco. ¿son los fumadores más propensos a contraer el coronavirus?
—Expresado así, sí. Debe ser de las pocas circunstancias que aumentan el riesgo. Se ha hablado mucho del riesgo en la pandemia de personas con enfermedades cardiacas crónicas, pero no tienen mas riesgo de contagiarse pero sí de complicaciones si se contagian. Muchos fumadores tienen enfermedades crónicas respiratorias o cardiacas y el acto en sí de fumar implica ese riesgo, porque no se lleva mascarilla, hay un acto continuo de llevarse la mano a la boca, inhalar o exhalar por encima de una respiración normal. El acto en sí de fumar supone un mayor riesgo. Si a esto añadimos que muchos tienen enfermedades cardiacas crónicas hay más riesgo de contagio.

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—¿Qué aconseja a sus pacientes para que dejen de fumar?
—Desde hace muchos años tenemos una consulta para informar al paciente, animarlo y motivarlo. Si el paciente expresa deseos de dejar de fumar es importante reforzarle su decisión. A principios de año se consiguió la financiación para dos terapias que han demostrado ser efectivas, sobre todo una de ellas, la vareniclina. A los pacientes les explicamos en qué consiste esta terapia, sus beneficios y recomendamos que acudan a sus centros de primaria. Durante muchos años hubo una consulta de tabaquismo en Can Misses que, por las circunstancia del personal, no está activa pero esperamos reactivarla pronto.

—¿Han detectado un aumento de pacientes que dejan de fumar utilizando estas terapias?
—Todo esto nos ha pillado en la pandemia. Es importante saber que dejar de fumar es un proceso, no es una decisión de un día, sino un acto. Al día en el que el paciente decide dejar de fumar le denominamos el día D pero a partir de ese momento es un proceso que implica un seguimiento de varias semanas, en la mayoría de pacientes es de dos meses y un tratamiento, la vareniclina, de 10 a 14 semanas. Los pacientes que empezaron en enero o febrero les pilló por completo en esta situación, con lo que hay un seguimiento y datos que hemos perdido temporalmente y esperamos recuperar.

—¿Han aumentado las recaídas al tabaco por el nerviosismo del confinamiento y el hecho de que estuvieran abiertos los estancos?
—Sí lo hemos visto. No es una respuesta basada en ningún registro pero es algo que yo he visto con pacientes míos y de compañeros, que estaban en este proceso, que habían elegido abordar el cese del tabaquismo y debido a esta situación han decidido posponerlo y seguir con el hábito. También tengo la sensación de que el estrés por el confinamiento en domicilio ha aumentado mucho las visitas a los estancos. La impresión de mis compañeros y la mía es que sí ha afectado y ha hecho cambiar de hábitos, en sentido negativo, a algunos pacientes o no cumplirlo.

—Ha habido preocupación en la pandemia entre personas con problemas respiratorias. ¿Como se gestiona esta atención en su consulta?
—Con información, lo que se ha contagiado mucho en esta pandemia ha sido el miedo en los enfermos crónicos. Tenemos mucha lluvia de información y dudas, que ha calado en consultas en el servicio, aunque no hayan venido. Tenemos una consulta de enfermería de practica avanzada al que han llamado los pacientes. Ha sido muy gratificante ayudar a estas personas que estaban en casa con miedo y que hayan contactado para resolver sus inquietudes.

—¿Qué aconseja a una persona que decide dejar de fumar?
—Primero hay que ir reduciendo el consumo de manera progresiva, que no haya una presión obligada, que él mismo decida el día de dejarlo. Hacemos una valoración de los pacientes que puedan tener más síndrome de abstinencia a la nicotina, facilitamos los tratamientos que ayudan a no pasarlo tan mal, que es algo que preocupa mucho al que quiere dejar de fumar y ayudarles en esos cambios de rutina.

—¿Qué mensaje quiere transmitir con motivo del Día Mundial sin Tabaco?
—Este año no va a haber actos públicos, pero me gustaría recordar que el tabaco es un elemento importante en la salud de la población. El lema de este año es conseguir una generación libre de tabaco. Hay una edad de inicio del tabaco muy precoz, a los 13 o 14 años. Hay nuevas formas de consumo entre los adolescentes, como los cigarrillos electrónicos, que pasan de manera desapercibida por la población pero va entrando en nuestra sociedad. Es importante que no se pierda de vista, marcarnos el objetivo de conseguir que los adolescentes sean conscientes y que tengan un entorno que no les facilite la entrada el consumo.

—¿Creen muchos adolescentes que al consumir cigarros electrónicos toman menos nicotina?
—Es verdad, piensan que es inocuo y no tiene riesgo, pero es un hábito nocivo. El consumo de cigarrillos electrónicos tiene efectos nocivos. La inmensa mayoría de marcas de cigarros electrónicos tienen nicotina e incluso los que dicen que no, sí que tiene. Incluso también tienen otras sustancias volátiles que influyen en el cáncer de pulmón y otras enfermedades. Ese concepto no está muy claro en la población en general y en los adolescentes, menos todavía. Se ha hecho muy atractivo el cigarro electrónico para ese sector y ese importante combatir eso con información, no persiguiendo.