Pepita Costa es presidenta de FAPA en las Pitiusas desde el año 2013. | Arguiñe Escandón

La presidenta de la FAPA habla en esta entrevista de la vuelta a las aulas y de las medidas necesarias para que se pueda realizar una conciliación. Se muestra crítica con los sindicatos porque considera que ha de prevalecer el interés del menor.

—¿Qué le ha parecido la decisión de la Conselleria d’Educació de abrir los centros educativos a más alumnos a partir de la semana próxima?
—Cada vez se acerca más a lo que pedíamos desde que la ministra de Educación, Isabel Celaá, anunció que se iban a abrir los centros 0-6 y se inició la planificación de desescalada. Nosotros desde la Confederación pedimos que, si se iban a abrir los centros, la apertura tenía que generalizarse hasta los 14 años, porque entendemos que había las mismas necesidades. Desde ese momento ha habido una especie de lucha desde las federaciones para que al igual que ha habido esa planificación en otros sectores y actividades la hubiera también en educación. En el periodo de confinamiento, igual que ha habido un sector de alumnado que ha tenido un entorno favorable en términos académicos, también es verdad que en muchos casos no ha sido así. Somos conscientes de que hay un porcentaje de muchas familias con una situación económica, sanitaria o por sus propias características que ha sido nula la educación telemática en ese periodo y ha favorecido una situación de desigualdad. Nosotros, ante eso, lo que reclamamos es que si la situación sanitaria lo permite se compense esa situación de desigualdad.

—¿No todos los alumnos tenían un ordenador en casa para la educación telemática?
—Empezando por ahí. Garantizar una educación de calidad no depende sólo de tener un ordenador; se han hecho esfuerzos por parte de los centros y la Conselleria para lograr que fuera así. La semana pasada todavía se repartían ordenadores en Balears, en Ibiza había. Desde el primer momento hemos defendido eso: el derecho a la educación está recogido en la Constitución y, como tal, tiene que hacerse factible conjuntamente con el derecho a la salud. El conseller d’Educació anunció el jueves lo que nos negó cuando se abrieron los centros sólo para tutorías y le dijimos que si había tutorías podía hacer esta atención a este alumnado, que ha sufrido una situación de desigualdad por muchos motivos, no sólo por la brecha digital, sino también de alumnos en los que ni las familias hablan el castellano y el catalán. Entendemos que Educació ha detectado que hay una percepción negativa por parte de la sociedad de cómo se estaba llevando el proceso de desescalada sin tener en cuenta las necesidades educativas han rectificado y lo agradecemos. Ahora lo que queremos es que se desarrollen programas de compensación para ese alumnado en el que la educación que han recibido no ha sido la que se debería. Las familias nos hemos sentido un poco ninguneadas en la desescalada. Al principio vimos que se hacían planes para todo, para ir a la playa, a las terrazas, a los restaurantes. Nos hemos sentido mal, no hemos entendido cómo no se ha tenido en cuenta ese derecho a la educación que, por supuesto, ha de estar supeditado a garantías sanitarias. Hemos luchado en muchos frentes, nivel nacional y en autonómico, para que entiendan que se necesitaba el esfuerzo de todos. Poco a poco han ido entendiendo que no se puede dejar el sistema educativo fuera de esa vuelta a la normalidad.

—¿Responden las medidas de Educació a las reivindicaciones de los padres?
—Responde en la medida que luego la realidad sea así, porque muchas veces es lo que se plantea desde Educació y otra es la realidad. El conseller Martí March ha dicho que será a petición de las familias y de los centros. Lo primero que tenemos que hacer es que las familias conozcan ese derecho, que sepan que si lo piden pueden ir al centro y que los centros sean conscientes, que saben el alumnado más desvinculado y contacten con las familias. Es voluntario. Se tiene que hacer un esfuerzo por parte de todos para dar a conocer esa nueva situación.

—¿Se podían haber adoptado antes estas medidas?
—Es muy difícil decirlo. Hay una situación de incertidumbre, la realidad es la que nos ha llevado de la mano. Estamos viendo que la situación sanitaria en las últimas semanas ha sido muy buena y ahora a toro pasado piensas que podían haber empezado con estos programas hace una semana.

—Pero precisamente lo que reclamaban los padres era que se abrieran los centros a esos alumnos con necesidades.
—Eso es lo que decimos, siempre supeditados a que se cumplan las condiciones sanitarias. Desde la Conselleria nos dijeron que no se podía garantizar, pero ahora sí. Es una pena que no se hiciera antes pero es verdad que había y hay muchos temores e incertidumbres. A toro pasado vemos que se podía haber hecho hace diez días, sí por la realidad que hemos visto en las islas. Celebramos que se intente reconducir porque veremos como es la realidad.

—¿Entiende que muchos padres no entiendan que se pueda ir a un bar y no a un colegio? ¿Se lo ha planteado algún padre?
—Eso nos lo hemos planteado todos, que las medidas sean tan estrictas dentro de un centro educativo y no lo son tanto en una terraza. Todos hemos visto que desde la fase dos han salido las familias a la calle con sus hijos, que se han juntado con otros niños. La realidad que hemos observado difiere totalmente de las instrucciones de las autoridades. No debería ser así y yo no voy a ser quien lo juzgue. Los niños necesitan socializar, se han echado mucho de menos y cuando tienen ocasión se unen. Juegan y en muchos casos se tocan. Esa es la realidad. Entiendo que por parte de las familias tenemos que ser responsables porque no existe el riesgo cero, ni en el colegio, ni en las terrazas, ni en las playas. El riesgo cero no existe hasta que no haya una vacuna. La responsabilidad ha de ser de todos. Son circunstancias que preocupan a los profesionales y a la Conselleria, yo lo entiendo y todos hemos de ser responsables. Si quieres que vaya tu hijo a un centro tienes que saber que hay una posibilidad mínima de que pueda haber un contagio.

—En julio se abre para los turistas. ¿Cree que los padres pueden conciliar para poder volver al trabajo?
—Ahora mismo no, en absoluto. La única puerta abierta es la de la Conselleria a estos niños con necesidades, pero no responde a una necesidad generalizada de conciliación. Desde hace tiempo lo pedimos. Recibimos noticias esperanzadoras, porque desde los ayuntamientos se han ofertado escuelas de verano para familias que justifiquen la necesidad por cuestiones laborales. El Govern dijo que se publicarán la semana que viene las medidas de conciliación para hacer posible el retorno de las familias al trabajo. La estructura que teníamos tan bien planeada entre colegios y escuelas de verano se ha desmontado. Esperamos que funcionen las escuelas de verano y den respuesta suficiente. Si todo sigue yendo como ahora estaremos pronto en la fase cuatro.

—¿Son suficientes los programas de acompañamiento educativo que plantea Educació de cara a julio?
—No, desde la FAPA hemos sido muy críticos porque desde el principio, cuando se cerraron los centros, se habló de ese gran programa de refuerzo educativo para el alumnado que tenía dificultades y esperábamos algo que diese más cobertura, se ha aumentado los cursos pero son las mismas horas. Habla de atención emocional pero a la hora de concretar qué profesionales van a llevarlo a cabo, seguimos con lo mismo. El PAE se llevara a cabo en los centros que lo pidan voluntariamente y el profesorado que lo va a llevar a cabo será voluntario. Eso quiere decir que si un centro no se quiere apuntar voluntariamente a un programa, el alumnado no va a tener derecho o si no hay profesores voluntarios no lo va a poder llevar a cabo. Además exigimos que haya profesorado de equipos de orientación, porque entendemos que las necesidades no son sólo académicas, sino de otras situaciones, como niños con necesidades educativas especiales. Estamos contentos de que se haya incluido porque ha sido el alumnado más perjudicado y vulnerable durante este periodo. Queremos que el servicio de atención a la diversidad se ponga en funcionamiento cuanto antes, porque ha tenido y tiene unas carencias importantes.

—¿Pueden chocar los intereses de los padres que quieren que vuelvan sus hijos a las aulas con los profesores que pueden pensar que los centros no están preparados?
—Está claro que han chocado. No sé si con los profesores o con los sindicatos. Con los sindicatos chocamos porque tienen un enfoque muy sectorial, de defender sus intereses y no están en absoluto en la postura de empatizar con las necesidades del alumnado. Nosotros hemos dicho, desde un primer momento y queremos dejarlo claro, que cualquier normativa que se aprueba a nivel estatal o autonómico que concierna a menores tiene que tener como consideración prioritaria el interés superior del menor y esto no ha sido así. Lamentamos tener que decirlo y no queremos confrontación. Entendemos que los derechos laborales de cualquier sector se han de salvaguardar, eso por supuesto, pero desde su puesto de trabajo, que se exija todo lo que se quiera exigir pero desde los centros. En el momento en el que la situación sanitaria lo permita, entendemos que se tiene que hacer lo posible para que se pueda hacer realidad. Esa es la queja que hemos tenido con los sindicatos y seguiremos teniéndola. Me parece bien que luchen por sus derechos laborales, pero jamás se han de anteponer al derecho la educación.

—La FAPA ha estado muy unida a los docentes desde la marea verde ¿Cree que por el desconfinamiento puede haber una ruptura?
—No, no lo creo, porque cuando hablamos muchas veces de representaciones, pienso que hay que separar el colectivo de los individuos. La comunicación con los docentes sigue siendo fluida. Hay una concienciación por parte de muchas personas que temían el retorno, pero quiero dejar claro que ese retorno lo tememos todos, cuesta porque hay temores. Lo he visto en cualquier sector. Hay que poner en marcha los medios, es verdad que hay miedo. Hay que trabajar juntos para hacer posible ese retorno y no quedarnos en el negacionismo, porque la situación se puede alargar mucho y sea hoy la misma que en Navidades y no podemos esperar a que se resuelva por arte de magia.

—March también ha comentado que ve un escenario presencial de cara al curso próximo. ¿Comparte esa opinión?
—Sí, ese es nuestro deseo. Prioritariamente, que sea presencial. Tenemos que trabajar en cómo lo haremos posible, porque hay dificultades, dependiendo de los escenarios. Tenemos que contemplar un escenario de normalidad sin pandemia, con contagios esporádicos, o, nada deseable, de una nueva pandemia y confinamiento. Cuando esto llegó en marzo a todos nos vino de nuevas pero ahora esa excusa no nos sirve. Tenemos que planificar un plan de digitalización correcto, un plan de atención presencial incluso por si hay confinamiento para ese alumnado con las medidas de seguridad. Ahora hay que trabajar en protocolos. Uno de los planes que hay es la educación mixta. Hay un sector del alumnado que puede seguir con la educación telemática, con la formación, los medios y otro sector que no; esto es así y tenemos que verlo, si hay un sistema educativo mixto. Allí nos encontraremos en muchos casos con el problema de la conciliación.

—¿Va a pedir, como madre, una tutoría para su hija la semana que viene?
—No, no lo haré, mi hija tiene 16 años y tiene capacidad para seguir las clases on line. Se lo he planteado y me ha dicho que si ve alguna necesidad me lo dirá. Tiene buenas notas en el primer y segundo trimestre, ha tenido una continuidad y ha trabajado mucho. También se queja (risas), porque más que educación ha sido hacer trabajos y deberes, que no es lo que debería de ser. De hecho, un tema que no quiero pasar por alto es la adaptación curricular. En estos momentos si algo ha quedado claro es que los curriculums están demasiado hinchados, tienen una cantidad de contenido que no es normal y tenemos que tender a una educación competencial.