Reunión en la que Vicent Marí le pidió a Isabel Castro un centro tecnlológico en Ibiza.

No nos engañemos, un centro tecnológico no servirá para cambiar el modelo productivo, ni tampoco para reducir la dependencia del turismo y del ocio diurno y nocturno. De hecho, el centro tecnológico necesita las dos caras de la misma moneda, en tanto que ambos se retroalimentan, como se están dando cuenta los que otrora bramaban de forma inconsciente contra las discotecas y ahora lloran porque no pueden abrir este verano, dejando tras de sí un reguero de miles de personas en el paro.

Cualquier planteamiento idílico de repensar y reequilibrar Ibiza ha de partir de las dos principales fortalezas de la isla si pretende tener un mínimo de sentido.

De la misma manera que el sector primario necesita que el sector turístico le compre su producción para ser rentable, la actividad de un centro tecnológico que dependa de la Fundación Bit del Govern, y que en Menorca ha sido bautizado como Centre Bit, también dependerá del sector turístico y de la industria musical.

Ambos actuarán como tractores, ya que sus empresas serán los principales clientes a los que las empresas tecnológicas que allí se instalen tratarán de resolver sus necesidades, en forma de software, Apps y otro tipo de inventos.

wEl ejemplo de Parc Bit. Todos los políticos del mundo quieren tener su Silicon Valley particular. Lo quiso Jaume Matas cuando impulsó el Parc Bit de Mallorca y, obviamente, no consiguió porque Silicon Valley solo hay uno.

Sin entrar a valorar el coste que ha supuesto el polígono de edificios de oficinas que suele ser llamado parque tecnológico, quien haya conocido el trabajo que allí se hace sabe que cumple su función. Muchos proyectos de éxito probablemente no lo habrían sido sin la ayuda del Parc Bit y, por lo tanto, muchos empleos de calidad no hubieran pasado del plan de negocio a la realidad.

Los fondos de capital riesgo saben que la mayoría de sus inversiones serán fallidas, al igual que la mayoría de los proyectos que se emprenden en este tipo de instalaciones. Lo importante no es que haya fracasos, lo importante es que haya alguno que triunfe.
La prueba de que es un éxito es que nadie habla de ello.

Además del asesoramiento que presta el personal de la Fundación Bit, de mucho valor porque lleva años viendo proyectos, de las sesiones de formación y de las ayudas que suponen espacios de trabajo a bajo coste, el principal atractivo es que todos los emprendedores y empresarios que, de una manera u otra, se dedican al sector de las nuevas tecnologías conviven en el Parc Bit, interactúan y llegan a coopetir, cooperar y competir al mismo tiempo.

w La buena suerte. Uno de los libros de autoayuda más exitosos de España es La buena suerte, de Álex Rovira y Fernando Trias de Bes. Es una fábula en la que los autores tratan de demostrar que hay dos tipos de suerte: la esporádica fruto del azar y la buena suerte, la suerte de verdad, la que perdura. Como la de Amancio Ortega, quien nace en una familia de humildes de ferroviarios y se morirá como uno de los hombres más ricos del mundo que, entre otras muchas cosas, podrá ser recordado por no haber aplicado un ERTE a sus empleados durante la pandemia, a pesar de tener las tiendas cerradas.

Para encontrar un trébol de cuatro hojas que garantiza la suerte eterna es más efectivo «hacer cosas nuevas» que esperar a que te toque el euromillón: buscar tierra fértil y removerla, proporcionarle abundante agua, la correcta correlación entre sol y sombra y eliminar las piedras del terruño para que broten tréboles por doquier.

w Sitio ideal. En Ibiza, tenemos el terreno perfecto para que florezcan empresas de base tecnológica. Tenemos acceso a excedente de capital, tanto local como internacional; somos una potencia mundial en turismo y aún más en música electrónica, sectores en los que hay empresas muy rentables que compiten por ser los números uno del mundo y, que, por lo tanto, buscan diferenciarse de sus competidores haciendo cosas nuevas y proporcionando las mejores experiencias a un usuario que valora las innovaciones tecnológicas. Se presupone que el capital humano, local como el internacional, hará el resto.

Se dan, pues, las circunstancias para que el centro de la Fundación Bit de Ibiza sea un éxito. Tanto que me sorprende que este debate no se haya producido antes, lo que deja en mal lugar a los que precedieron al actual gobierno.

wLa experiencia de Menorca. Llegar los últimos tiene la ventaja de que permite aprender de los errores de los que lo hicieron antes. En este sentido, la experiencia de Menorca, cuya inversión se sufragó con fondos estatutarios tras una tortuosa tramitación debido a que el Govern de Francesc Antich se había cepillado todo lo que había en la caja única, aconseja prudencia a la hora de magnificar el impacto que tendrá una infraestructura que no da resultados de un día para otro y que requiere perseverancia. No cambiará Ibiza, pero sí impulsará nuevos nichos de actividad de calidad y facilitará, sin duda, que se consoliden empresas que quizá acaben dando trabajo todo el año a decenas de ingenieros bien pagados y tengan clientes por todo el mundo.

wEl edificio es lo de menos. El debate no ha de ser el edificio, ni la ubicación. El talento no necesita un edificio guay, necesita capital y talento alrededor. El edificio debe poderse ampliar y sería ideal que permitiera que a su alrededor pudieran instalarse las empresas del sector que ya están consolidadas o aquellas a las que el traje del vivero les quede pequeño.

Sería deseable que el proyecto se abordara desde una perspectiva amplia. Imprescindible incorporar a la estrategia los planes de estudios de la Conselleria de Educación, la UIB e incluso el SOIB para que favorezcan la entrada en el mercado de profesionales en las disciplinas que necesitan este tipo de empresas, programadores, diseñadores, ingenieros de sistemas, de base de datos y todo este tipo de especialidades.

wEl papel del Consell. La responsabilidad de poner en marcha esta línea política es del Consell d’Eivissa, en tanto que gobierno de la isla. No tiene competencias para ello, pero al Govern balear le ha importado un pimiento promocionar esta actividad hasta ahora y si nadie empuja, así seguirá siendo.

El vicepresidente del Consell, Javier Torres, tiene, pues, una magnífica oportunidad para lucirse políticamente.

El presidente Vicent Marí ya le exigió esta inversión a la consellera de Modernización, Isabel Castro, quien respondió como siempre: sí, sí, pero no, no, sin adquirir ningún compromiso.

Esta iniciativa fue incluida en el plan estratégico con el apoyo de todos los partidos, al igual que la moción del viernes en el Pleno del Consell.

Lamentablemente, esta unanimidad no garantiza nada, si nos atenemos a las bofetadas que reciben con una sonrisa en la cara los socialistas ibicencos de sus compañeros de Mallorca.