El Dr. Oriol Lafau es psiquiatra y coordinador de salud mental en Balears.

Le avala una trayectoria profesional de dos décadas en Balears. Oriol Lafau (Badalona, 1968) es el coordinador autonómico de Salud Mental y con él abordamos las secuelas psicológicas de la pandemia y la crisis económica que se avecina en las Islas.

¿En el ámbito de la psiquiatría y la psicología hay preocupación por cómo está afectando el escenario de la covid-19 a la salud mental?
—La verdad es que sí, que hay mucha preocupación ante esta situación tan compleja a la que nunca antes nos habíamos enfrentado. Todo cambio social tiene una repercusión en la salud mental de las personas, y debería poder tratarse como es debido. El referente más cercano que tenemos es la crisis de 2008, pero en esta, y ojalá me equivoque, todo apunta a que las repercusiones serán mayores.

¿Cuál es la sintomatología en este ámbito más clara asociada a la covid-19?
—Estamos viendo sobre todo un aumento de los casos de ansiedad y depresión, y de hecho, ya se constata que pueden incrementarse hasta en un 20 por ciento las consultas en salud mental. Creo que no van desencaminadas estas previsiones. En la anterior crisis aumentaron entre el 12 y el 15 por ciento.

¿Se prescriben más psicofármacos en estos momentos?
—No hubo un aumento de demanda de psicofármacos, ansiolíticos o antidepresivos, curiosamente, durante el confinamiento estricto de los meses de abril y mayo. Todavía no están actualizados los resultados de los meses posteriores, pero hay un aumento de consultas de psiquiatría por depresión y ansiedad, por lo que cabe esperar que se manifieste este aumento de consumo de psicofármacos.

¿Y se teme que haya un incremento de suicidios?
—Existe este temor, pero no tenemos todavía la certeza de que esto vaya a ocurrir. Se sabe que detrás del 90 por ciento de los casos de suicidio hay un cuadro depresivo. Si estimamos que esta crisis económica que nos viene encima incrementará los casos de depresión, podría aumentar el número de personas que se quitan la vida. No hubo, no obstante, durante el 2008, la anterior crisis, un aumento significativo de los casos de suicidio. Con lo cual, estamos en una situación incierta, en la que no sabemos qué pasará, pero a partir de la experiencia que tenemos, queremos ponernos en el peor de los escenarios y estar preparados.

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¿Hay una preocupación especial por la población joven y los adolescentes, por cómo les está afectando esta situación?
—Los jóvenes nos preocupan especialmente por dos causas. La primera, porque están viviendo una situación de aislamiento nueva y totalmente anómala, a la que se están adaptando. Y después, por la señalización pública que recae en ellos como causantes de esta segunda ola de contagios. A ellos, esta culpabilización les inquieta, y es lo que nos explican en las consultas. Porque la mayoría son jóvenes muy responsables que han entendido cuál es el problema y que lo están haciendo muy bien, sobre todo, protegiendo a sus mayores. Por lo tanto, sí nos preocupa que la sociedad, en esta necesidad de buscar culpables, haya cogido a los jóvenes como una especie de cabeza de turco. Las consultas de salud mental de los jóvenes han aumentado, no en un porcentaje muy alto, pero se ha dado este incremento. Y esto es debido a que están sometidos a esta situación nueva, con la presión que ejercemos en ellos la sociedad, la presión de los padres, la presión de los estudios... Esta situación vemos que se manifiesta en esta población joven sobre todo en trastornos como insomnio y ansiedad.

¿Se ha tenido poco en cuenta, además, la necesidad de socialización de los jóvenes?
—Hay que tener en cuenta que los jóvenes piensan de una forma diferente a los adultos. Y que para ellos, una de sus necesidades más importantes, más que los estudios, es la socialización entre iguales, que en parte, les estamos impidiendo. Se trata de una necesidad biológica, y eso lo sabemos todos los que ya hemos pasado por esta etapa de juventud. Estamos prohibiendo este acto social, cosas que son muy biológicas y muy innatas en los jóvenes. Para un adulto, desde un cerebro más maduro, puede ser relativamente más fácil adaptarse a un confinamiento que para un joven. Pero ellos también lo están haciendo, y lo están haciendo bien en general.

¿Cree que las medidas que se están tomando ahora tienen más en cuenta la salud mental de las personas?
—Creo que en estos momentos pocas actuaciones ya no tienen en cuenta las repercusiones en la salud mental de la población. De hecho, hemos trabajado mucho desde las administraciones en esta área para que la salud mental sea considerada. Y la verdad es que de cada vez en la gestión nos piden más nuestra opinión.

¿Cree que habrá un refuerzo dentro de Atención Primaria de los recursos destinados a la psicología y psiquiatría?
—Seguramente, sí. La Atención Primaria ahora está muy centrada en el tema covid-19, la patología respiratoria y la teleasistencia. Pero está claro que si aumenta mucho la demanda en salud mental se tendrán que incrementar los efectivos en esta área. De hecho, todos los profesionales residentes de salud mental que han terminado este año se han quedado trabajando en los servicios de nuestra comunidad, previendo ya este escenario. En Balears, hemos desarrollado además una herramienta de tratamiento psicoterapéutico on line, para que los pacientes puedan seguirlo desde casa.

¿Se ha visto que personas que presentaban ya algún trastorno mental hayan empeorado en este tiempo?
—En las personas con algún trastorno mental grave no hemos visto cambios evidenciables. Pero sí vemos más trastornos de angustia, y el insomnio es una consulta muy prevalente, como las que tienen que ver con el miedo y las fobias a infectarse o a infectar. Las personas que tienen algún tipo de trastorno de tipo obsesivo han visto incrementada su sintomatología por el tema de los contagios.

¿Nos puede dar algún consejo para vivir mejor este tiempo de incertidumbre?
—Justamente, si hay una característica que defina este tiempo es la incertidumbre; no sabemos qué pasará ni que nos pasará en el futuro. Y solo hay una clave para vivir con esta incertidumbre, y es que consigamos vivir aquí y ahora. Los problemas que imaginamos a través de nuestros pensamientos, de nuestra cabeza que siempre está elucubrando, no ocurrirán en un 90 por ciento de los casos. Nuestra mente siempre crea monstruos que al final no se dan. Por lo que es más conveniente centrarse en solucionar los problemas reales, los de aquí y hoy, en lugar de dar vueltas a cosas que nos podrían pasar y que no ocurren la mayoría de las veces. Esta es la única vía que tenemos para dar una salida más digna a la incertidumbre.