El aula de un colegio de Baleares esta semana.

El temporal Filomena no provocó en Ibiza un frío tan intenso como en muchos puntos de la Península. Ibiza no es Soria. Pero el mercurio bajó suficiente como para que las temperaturas fueran un problema en muchos centros educativos.

«Ahora, estos últimos dos días, ha mejorado la cosa, pero los días de la ola de frío recibimos muchísimas llamadas, emails y mensajes de Whatsapp con quejas de que no podían trabajar ni los profesores ni los alumnos. Estaban con la cazadora y los gorros puestos y aún así los niños pasaban mucho frío», explicó Tamara, representante del Sindicato ANPE Baleares en Ibiza y Formentera.

Esas quejas fueron recogidas por parte del sindicato en las Pitiusas y ofrecen una muestra de los problemas que se encontraron alumnos y profesores desde el lunes, con el regreso a las aulas tras las vacaciones de Navidad, y hasta el miércoles: temperaturas en clase que superaban ligeramente los 10 grados centígrados, uso de todo el abrigo disponible y estrategias para ventilar con mesura para limitar el nivel de CO2 sin helarse de frío.

Sol y sombra
El temporal de frío hizo patente la importancia de la orientación de una clase. Varios testimonios de profesores con aulas orientadas al sur, contrastaban su «buena situación» en comparación con sus compañeros del norte.

Un maestro de Primaria manifestó que su clase está muy bien situada y por ello pasa solo un poco más de frío que en condiciones normales, pero le consta que los compañeros y compañeras que están en el otro lado del edificio están en peores situaciones, «hay muchos grados de diferencia».

A pesar de ello, incluso con sol una profesora se quejaba de que no se podía «dar la clase a gusto». Su clase recibe sol casi todo el día, pero aún así no llegaban a «las condiciones que deberían tener este momento del curso, por el tema de abrir puertas y ventanas».
Mientras tanto, en una aula poco soleada, un profesor tenía a todos sus alumnos con manta, «y la tienen casi todo el día puesta. Algunos ya están faltando por frío o constipado».

Una maestra de Infantil indicó que en su clase los niños usaban chaqueta y al salir al patio se la quitaban.

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«Me he llevado el calefactor»
Una profesora de Secundaria confesó: «hoy me he llevado un calefactor de mi casa, ya no aguantaba más».

Y es que el frío era tal que a los estudiantes de una docente de Secundaria «no se les calientan las manos ni el cuerpo en todo el día. Además para escribir con los guantes en la pizarra y teclado del ordenador es imposible, con lo cual ‘quita y pon’ todo el día (con las quejas de los alumnos por ello, que se encuentran ya muy irascibles después de estos días de tanto frío). No es un ambiente en el que los niños estén concentrados en la materia».
Una situación similar llevó a otra profesora de Secundaria a amonestar a varios de sus alumnos, «no hacen nada porque tienen frío», lo cual no queda claro si es la expresión de su comprensión a pesar de todo o el reflejo de su dureza.

Una maestra de Primaria dijo llevar «camiseta térmica, dos jerséis y la cazadora» durante todo el día. Otra explicó que «todas las maestras van con la chaqueta puesta, camisetas y medias térmicas». «Además yo llevo los típicos calcetines de estar por casa», confesó.

«Lo peor son las corrientes»
Para poder llevar un control de la necesidad de ventilación a los centros se les recomienda tener medidores de CO2. Si supera las 800 partículas por millón (ppm) es necesario ventilar. «Lo peor son las corrientes de aire, que realmente son necesarias», indicaba resignado un maestro de Primaria, pero dejando la coletilla: «es lo que más estamos sufriendo yo y los alumnos».

Un maestro de Primaria explicó su estrategia para alcanzar un equilibrio entre frío y nivel de CO2. Siempre tiene abierta una ventana pequeña y la puerta, y abre todas las ventanas solo cuando el medidor de CO2 se dispara, así puede mantener una temperatura lo más estable posible, dentro de esta situación excepcional.

Pero la masificación de algunas aulas no hacen posible jugar con la apertura y cierre de ventanas. Una profesora de Secundaria lamentaba que se le «dispara el medidor de dióxido de carbono» en cuanto cierra la ventana. Tiene una ventana y la puerta siempre abiertas, y cada hora abre todas las ventanas durante 15 minutos. «Así es imposible llegar a las condiciones térmicas adecuadas», valoraba «pero sí que es verdad que trabajan “seguros” con el tema del CO2».

«Con 20 alumnos en clase, lo que hace subir mucho el nivel de CO2, la ventilación es continua», indicaba otra.

Pero no todas las aulas disponen de medidores de CO2. Una maestra de Primaria explicó que se les rompió el medidor de CO2 al segundo día (se rompieron 5 de golpe en el colegio). Mantiene las ventanas abiertas y hace rotar a los alumnos para no tenerlos siempre expuestos al frío.