Gigi entrega a un cliente uno de sus croissanes rellenos. | Toni Planells

Gigi llegó de la región de Puglia, Italia, hace 13 años. Desde entonces ha trabajado en distintos sectores, desde la carga de maletas o en el control de pasaportes en el aeropuerto pasó a poner en marcha una agencia de alquiler, que todavía mantiene activa.

Pero para 2020 tenía prevista una nueva aventura en un oficio muy distinto: El de pastelero.

Así, en enero del año pasado se quedó con una pastelería cerrada en la Avda Pedro Matutes Noguera. Inconsciente, como éramos todos en ese momento de la crisis que se nos avecinaba, invirtió unos 40.000 euros en el traspaso y alguna reforma del local con la vista puesta en la siguiente primavera para abrir sus puertas.

Confinamiento
Pero los planes de abrir en marzo quedaron tan confinados como el resto del mundo en esos meses. No fue hasta el mes de agosto, con las medidas más relajadas, cuando Gigi pudo abrir las puertas de su nuevo negocio. Entonces se echó a las espaldas este sacrificado negocio, y tal como él mismo dice, «con mucha voluntad», se fue adaptando a los vaivenes de las restricciones para seguir manteniendo su actividad al rendimiento máximo que le han ido permitiendo las circunstancias.

Consciente de la importancia de las redes sociales, mantiene la actividad en sus perfiles de Instagram y Facebook, al igual que la página web de su pastelería.

Noticias relacionadas

Hasta que se puedan reabrir las terrazas atiende a sus clientes tras dos mesas que parapetan la entrada a la suya. Allí al lado de una vitrina con bollería y pizzas da conversación a sus clientes entre idas y venidas a la cafetera, que se encuentra en el interior del local. Y es que la simpatía de este pullés es un valor añadido a su oferta artesanal, «vienen a tomar un café, y se van con una sonrisa», explica. Tal como cuenta el propio Gigi, «La crisis está para el hostelero, pero también para la gente», por lo que ha adaptado los precios a los tiempos que corren: café a un euro, uno euro y medio por un croissant independientemente de que lleve relleno o no, precios que le permiten, a duras penas con una media de 200 euros escasos de caja al día, cubrir gastos.

Ha estado valorando trabajar con alguna empresa de delivery, pero por el momento ha decidido que no le compensan las condiciones en las que trabaja este tipo de empresas.

El empresario tiene opiniones contradictorias respecto a las restricciones, por un lado recita el «dejadme abrir, dejadme trabajar», tan extendido entre el empresariado hostelero, pero por otro lado comprende que las restricciones son necesarias para sobrevivir a estos tiempos tan complejos. En cuanto a ayudas, ha aprovechado las ventajas de los créditos ICO y ha pedido 10.000 euros, que le están sirviendo de salvavidas durante esta etapa.

Sobre el futuro, tiene la convicción de que las cosas van a ir mejorando, su argumento es claro: «peor ya no puede ir».

------------------------------------------------------------------------------------------

Si es empresario/a y quiere contarnos su historia en tiempos de pandemia escríbanos a redaccion@periodicodeibiza.es y nos pondremos en contacto con usted.