La empresa ha notado una reactivación considerable del trabajo desde la llegada de la vacuna. De esta manera han podido recuperar a los trabajadores que debido a la crisis tuvieron que acogerse el ERTE. | Toni Planells

Rafel Riera es el gerente de Friosat, una empresa familiar de 14 trabajadores dedicada a la venta, instalación y mantenimiento de maquinaria para la hostelería. Como a la inmensa mayoría de las empresas, la pandemia hizo mella en su actividad durante la pasada temporada, pero también ha supuesto la apertura de nuevas líneas de negocio en torno a las medidas de prevención.

Cuando se produjo el confinamiento, la empresa tuvo que acogerse a los ERTE, teniendo que prescindir en diferente medida de sus empleados. Siguió manteniendo los servicios de mantenimiento de maquinaria para clientes como tiendas o supermercados, pero la actividad habitual se vio reducida en un 70% hasta bien entrado el verano. En julio y agosto, el trabajo se reactivó tímidamente para volver a caer en septiembre, que por otro lado es lo habitual en la dinámica del trabajo anual. Así, la caída global de beneficios en 2020 para esta empresa llegó a bajar hasta el 25% respecto a 2019. Un descenso considerable, aunque Rafel se muestra optimista respecto al futuro: «Noto más alegría». A día de hoy, han podido recuperar la actividad de sus trabajadores al 100% de rendimiento como en el pasado mes de marzo.

Esta empresa ha notado una reactivación considerable en la demanda de sus servicios desde el pasado enero: «Desde que empezó a aplicarse la vacuna se ha reactivado la demanda», reconoce el gerente. «Para ser principio de temporada, este año está arrancando bastante bien respecto a los años anteriores», añade Riera, que a estas alturas de año ya está gestionando las reformas de cuatro restaurantes y dos hoteles de cara a la próxima temporada.

El sector hotelero, parado
Riera achaca esta subida en el volumen de trabajo a lo que llama «el sector de las oportunidades». Se refiere a inversores que se quedan con locales de restauración que han tenido que cerrar por la crisis y ahora los están reformando para la próxima temporada. En cuanto al sector hotelero, que es el que habitualmente requiere sus servicios, Riera reconoce que está totalmente parado: «Quien lo tiene todo montado y puede pasar sin gastar, no hace ninguna inversión, y ahora están a verlas venir».
Hay que tener en cuenta que el punto de vista desde su sector viene a ser de los mejores posicionados para poder observar el optimismo o pesimismo que se respira en la hostelería ante la llegada del verano, en el sentido del volumen de locales que requieren sus servicios para prepararla, por lo que su optimismo es susceptible de contagio.
Sin embargo, el zarpazo de la pandemia también ha supuesto la apertura de una nueva línea de negocio inesperada. Se trata de la venta de purificadores y sistemas de ventilación, detectores de CO2 y demás sistemas que la pandemia ha convertido en una infraestructura habitual entre sus clientes. Riera habla de la cantidad de peticiones de presupuestos que están recibiendo al respecto, sobre todo referidos a los purificadores de aire, que no requieren de obra. El precio de los purificadores oscila entre los 1.200 y 2.000 euros, dependiendo de la gama del aparato y del tipo de filtro que use y para un local de unos 80 m2. La instalación de un sistema de ventilación para un establecimiento de las mismas dimensiones ascendería hasta 2.500 o 3.500 euros. El mantenimiento de los sistemas de ventilación y climatización también ha variado por la crisis sanitaria; si bien antes era necesaria una desinfección anual, ahora se recomienda hacerlo cuatrimestralmente.

De cara al futuro espera que este año mejore al desastre de la temporada pasada, aunque reconoce que difícilmente llegaremos al nivel de 2019, pero está convencido, agarrado a la esperanza del éxito de la vacunación, de que 2022 será todo un éxito.