Sonia Torres Boned es la directora de la cooperativa agrícola ecológica ‘Ecofeixes’. | Daniel Espinosa

En Can Blai se respira paz. Sus campos son el lugar de trabajo de Sonia Torres Boned (Ibiza, 1983), la directora de la cooperativa ecológica Ecofeixes. Ella es una de las que ha orquestado una campaña de expansión para este colectivo de agricultores. Sólo les falta un 20% para cubrir las necesidades del proyecto y han decidido hacer partícipes a los ibicencos para que lo sientan como suyo. La plataforma thinkma.world pone el escaparate.

—¿Cómo ha sido la evolución de Ecofeixes hasta ahora?
—Al principio fue una andadura lenta hasta que en el año 2016 contratamos un asesoramiento técnico. A través de este asesoramiento técnico, empezamos a dar más pasos poco a poco. Ecofeixes es una herramienta para los socios, no es nada más. No pretendemos tener protagonismo sino ser un medio que favorezca la actividad de aquellos que quieren cultivar en ecológico y comercializar en un proyecto común. En los últimos años hemos notado un crecimiento exponencial. Hemos duplicado las ventas desde el año 2016, con lo que estamos muy contentos.

—¿Y qué motiva lanzar ahora esta expansión?
—Tenemos 5 o 6 payeses que se quieren dedicar profesionalmente a la agricultura, para hacerlo deben tener más ingresos y, por lo tanto, una producción más importante. Por eso pensamos que era el momento. Ya que los socios lo necesitan y han demostrado que son capaces de cultivar con buenos resultados y se han profesionalizado, es el momento de apoyar a esta gente y darles todas las herramientas para que pongan en el mercado su producto.

—Para aquellos que no lo conozcan, ¿cómo funciona Ecofeixes?
—Tenemos varias peculiaridades en Ecofeixes respecto a otras cooperativas agrícolas. En nuestro caso se planifica conjuntamente la siembra y después, si quiere, el agricultor puede comercializar producto desde su propia finca, pero siempre planificando extra. Es decir, hay una parte de producto planificado con Ecofeixes que sólo se puede comercializar a través de la cooperativa y si tiene cultivo extra, lo puede vender en su finca o en mercados locales. La segunda peculiaridad, también muy importante, es que Ecofeixes no está formada únicamente por payeses y payesas a tiempo completo. Hay mucha gente que se dedica a tiempo parcial y eso no lo hacen todas las cooperativas. A lo mejor piensan que son menos profesionales, no lo sé, pero para nosotros es muy importante. Es gente que custodia y cuida el territorio. Al final, la diferencia es que un agricultor a tiempo completo puede hacer seis o siete productos, mientras que uno a tiempo parcial quizás con tres tiene su dedicación cubierta. Pero es igual de importante. Además, es un apoyo para estos agricultores que empiezan y quizás más adelante decidan dedicarse a tiempo completo.

—Dentro de su expansión, se contempla la creación de un punto de venta, ¿por qué no se puso en marcha antes?
—El local que teníamos era muy pequeño, pero en Ecofeixes siempre hemos tenido la premisa de minimizar los costes de estructura. Esto se hacía así para que los agricultores obtuviesen el mayor beneficio posible dentro de su actividad. De las ventas que tiene Ecofeixes un 20% se dedica a mantener la estructura y el 80% se paga a los agricultores. No es tampoco algo muy habitual. Una estructura más grande hubiera supuesto unos gastos fijos más elevados y menor beneficio para los agricultores. Ahora nos ha surgido esta oportunidad, hemos obtenido la concesión de un local que está junto al nuestro, el antiguo bar Matadero. Lo estamos acondicionando y nos da el espacio suficiente para montar esta tienda. Pero siempre entra dentro de este 20% de gasto estructural, ahora, como la previsión es tener más producto se podrá pagar un gasto superior.

—¿Cómo ha ido 2020, el año de la pandemia?
—En 2020 esperábamos tener un pequeño crecimiento y estábamos estableciendo unas relaciones bastante firmes con restaurantes. Cuando vimos que no abriría la restauración, se nos cayó el mundo encima, porque ya teníamos planificada la temporada. Hicimos muchas reuniones de organización, planteándonos qué hacer con un producto que ya se había sembrado. De repente la gente se volcó con el producto local, a un nivel de que se nos multiplicaron por tres los clientes particulares que compraban cestas. Pasamos de una media de 30-40 consumidores a unas 100-120 familias semanales. Fuimos los primeros sorprendidos, porque pensamos, ¿cómo puede ser que la gente apueste por el producto ecológico local si tiene menos ingresos? Creo que la gente empezó a valorar cosas distintas. Estaba más en casa, cocinaba más. En fin, el resultado fue que no sólo vendimos todo el producto planificado, sino que crecimos respecto a 2019, que fue un año bueno, un 9%. Estamos muy agradecidos a que la sociedad nos escogiera y decidiera apoyarnos.

—¿Se ha consolidado esa clientela?
—Sí. Nos hemos mantenido entre las 90 a 100 cestas semanales. Es otro de los motivos por el que pensamos que necesitamos un cambio. En el espacio en el que estamos es todo muy frío. Hemos mantenido las medidas COVID y la gente tiene que reservar su hora para venir a buscar la cesta, paga y se va. Antes el local era un espacio en el que se charlaba, se compartían recetas… era un punto de encuentro. Queremos volver a generar esto. Es algo que nos encantaba y creemos que la gente también encuentra esto interesante. La gente no quiere que le des la cesta, pagar y ya. Si compra este producto quiere elegir, mirar productos nuevos, hablar de esos productos. Compartir. Eso es lo que queremos tener en la tienda nueva.

—¿Por qué les eligen y no van al supermercado, que a lo mejor les sería más barato? ¿Qué les dicen?
—Creo que lo que nos hace atractivos es lo que precisamente al principio nos creaba muchos retos: sólo vendemos producto de Ibiza. No vendemos nada de fuera. Eso crea una confianza en el consumidor, sabe que no le están engañando y que si quiere comprar producto kilómetro 0 nosotros lo tenemos. Nos hemos ganado esa confianza y el cliente sabe que lo hacemos bien.

—¿Las instituciones hacen suficiente para ayudar a fomentar este producto de kilómetro 0 que tanto promueven?
—Es difícil decir qué sería suficiente. Los jóvenes tenemos ayudas, las ayudas de incorporación dan una cantidad interesante para empezar esta actividad. El Consell tiene las ayudas anuales de agricultura ecológica y paga parte de los insumos y el plástico biodegradable. Creo que más que cuestión de ayudas es cuestión de voluntad por parte de los agricultores. Te tiene que gustar y tienes que querer dedicarte a esto. No te lo tienen que dar todo hecho. En cualquier negocio que inicies tienes que invertir. Lo mismo pasa en la agricultura. Eso supone unos riesgos y retos. Esto no es más que un negocio normal.

—¿Se puede vivir de la agricultura hoy día?
—Sí. Si lo haces bien, te profesionalizas y no te sobrecargas, es posible. Un problema a veces es querer abarcar demasiado. Pero si te dedicas a producir funcionas. De ahí la necesidad de las cooperativas de comercialización. Tú, productor, tendrías que poder dedicar tu tiempo a producir, llevar ese producto a las cooperativas y que lo comercialicen. Porque si quieres producir, estar en el mercado, repartir a domicilio… ¿cuándo produces? No te da tiempo. Por eso, lo que sí creo es que se debería reforzar este papel de las cooperativas. Que la gente que se incorpora conozca esa posibilidad. Porque cuando empiezas, si no conoces el mercado, qué necesidades hay, a qué precio se está vendiendo, ¿qué cultivas? ¿qué decisión tomas? No puedes ponerte a cultivar una hectárea de remolacha porque te encante la remolacha.

—¿Cómo va el cambio generacional en la agricultura de isla?
—Las ayudas de incorporación del Fogaiba han ayudado a que inicien la actividad muchos agricultores jóvenes. En el Consell hay centenares de expedientes ahora mismo. Yo no los conozco a todos, pero te puedo decir que en Ecofeixes todos somos jóvenes. La media de edad es de 36-37 años. Casi todos venimos de esta ayuda de incorporación, pero en general lo hacemos porque queremos recuperar las tierras abandonadas de nuestras familias. Es un convencimiento de que esto es lo mejor, que tenemos un deber de cuidar estas tierras que nuestros abuelos les legaron a nuestros padres. Estamos convencidos de que se trata de una de las tareas más importantes ahora mismo en el mundo: cultivar alimentos saludables y mantener el entorno.

—¿Qué opina de las agroestancias?
—Si realmente eres agricultor y te dedicas profesionalmente a ello, hay que ver qué tipo de turistas están interesados en esto. Estar en el campo implica ruidos, al margen de lo que pensamos. En una finca agrícola hay animales, tractores por la mañana trabajando, movimiento desde muy temprano. No sé si cualquier turista quiere ese tipo de estancia. Es un tema interesante, pero siempre que consideremos que en la finca se vive la vida real del payés. Si me pregunta si esto fomentará la llegada de agricultores, lo que creo que puede que genere son hoteleros encubiertos. El agricultor, hoy día, se dedica a esto por amor a su trabajo y no creo que deba hacerlo por las ayudas o por estas agroestancias.

—¿Por qué crece la agricultura ecológica mientras la convencional pierde terreno?
—En las islas, en Ibiza sobre todo con las pequeñas feixes que cultivamos, con lo que cuesta mecanizar, la única manera de obtener el precio real de lo que cuesta cultivar y darle valor a nuestro producto es hacerlo en ecológico. El producto convencional viene de fuera baratísimo, es imposible competir. Ellos tienen una mecanización que aquí es imposible, no hay maquinaria adaptada a nuestros terrenos, en las cooperativas tienen que hacer adaptaciones. La agricultura ecológica es una vía para diferenciarnos y poder dar salida a nuestro producto.

—En sus estatutos se ponen como objetivo alcanzar una isla 100% ecológica, ¿no es demasiado ambicioso?
—La visión dentro de unos principios tiene que ser, en cierta manera, utópica. Si tuvieses un objetivo final fácil, el camino se acabaría muy rápido y hay que seguir caminando. Somos un poco utópicos porque es la forma de tirar hacia delante y no parar. Una isla 100% ecológica nos costará. Pero igual lo vean nuestros hijos.

—¿Dejará de ser caro comprar ecológico?
—Esta pregunta no se la acepto (ríe)... No es caro. Si la gente realmente conociese lo que cuesta cultivar, lo que cuestan los insumos para ser ecológico y la diferencia de precio con el cultivo convencional, no se puede decir que seamos caros. En ecológico cuesta mucho más producir. En cuanto a la evolución de precios, creo que ha bajado el precio. Básicamente porque hay más producción y se ha regulado el mercado. Cuando empiezas a producir a cierta escala y quieres llegar a toda la población, tienes que poner unos precios realistas. Los precios de Ecofeixes son asequibles para casi todo el mundo, quizás alguien que esté en ERTE no puede permitirse hacer la compra cada semana en ecológico pero para la gente que tiene trabajo es una opción más.

—¿En sus casi 10 años de vida han notado una evolución del consumidor?
—Lo hemos notado mucho. Cuando empezamos en ferias, esto de ecológico era como lo hacía mi abuelo. La gente ya entiende que no es simplemente como lo hacía su abuelo. Hace 50 años se usaba (abono) 15/15 y tiene minerales que en agricultura ecológica no se pueden usar. En Ecofeixes, además de agricultura ecológica, la hacemos regenerativa. Eso implica cuidar el suelo para no desgastarlo, porque una parte de la fertilidad de la planta viene simplemente del suelo. La gente ya entiende que agricultura ecológica no es sólo como lo hacía su abuelo, tiene una certificación y una regulación.

—¿Qué busca esta expansión y cuál será el siguiente paso?
—Sobre todo queremos mejorar la visibilidad y accesibilidad a nuestro producto. Queremos que la gente vaya por la isla y vea Ecofeixes. Que se nos vea por todo. Todas las fincas estarán señalizadas, la furgoneta eléctrica empezará a rodar por todo, haremos cartelería para que las tiendas la pongan junto a nuestros productos, tendremos a una persona que gestiona las redes sociales y tendremos una web de información y venta. En definitiva el objetivo es que se nos vea. Ya más adelante la fase 2 es mirar qué otros productos podemos incorporar. Sabemos que hay mucha demanda de carne ecológica y otros productos de la isla. Necesitaremos para eso ciertas instalaciones y adecuaciones. Pero todavía hay más, el tema de los productos elaborados. En la isla no se produce prácticamente nada, se puede empezar a trabajar en el tema de las conservas: salsa de tomate, pimientos asados, caldos… lo que necesite la gente. Primero veremos qué pide la gente y luego trabajaremos para dárselo.