La familia vive con todas las comodidades en su caravana. | Toni Planells

J.R. prefiere que nombremos por sus iniciales a su familia, vive con su mujer Y.B. y su hija P.R, de 19 meses, trabaja como celador en el hospital mientras su pareja se encarga de los cuidados de su pequeña. Una familia normal y corriente cuyo hogar no es de cemento ni cuenta con una dirección definida. Su hogar es una autocaravana. Una opción de vida que esta pareja sevillana decidió tomar hace cerca de un año, harta de precios abusivos, problemas con vecinos y de los pisos precarios que su sueldo le permite en un sitio como Ibiza. «Ahora vivimos en el mismo espacio, con las mismas comodidades y sin tener que darle buena parte de mi sueldo a alguien», asegura J.R.

Su hogar se encuentra estacionado en el solar de Cas Dominguets desde el pasado mes de diciembre, un solar en el que durante estos días la propiedad está instalando de vallas en su perímetro. Antes de que empezaran los trabajos de vallado recibieron la visita de la Policía Local, que identificó a todos los residentes en esa zona. También recibieron una nota del Ayuntamiento de Vila que les avisaba del inicio de estos trabajos a la vez que se les requería para abandonar la zona antes del 14 de junio.

Un piso diminuto
J.R. llegó a Ibiza en 2018, dejó su profesión de barbero en su pueblo de Sevilla, y llegó a Ibiza donde cambiaría de oficio y daría rienda suelta a su vocación de ayudar a los demás. De esta manera, tras hacer varios voluntariados acabó trabajando como celador en el hospital. Vivía en piso de alquiler en Sant Antoni cuando se trasladó su pareja. Un piso diminuto de una habitación por 650 euros al mes en el que «oíamos hasta cuando el vecino de arriba tosía, comíamos croquetas cuando el vecino de al lado cocinaba croquetas, pero es que también fumábamos marihuana cuando el vecino de abajo se ponía a fumar porros», según describe. Durante el confinamiento tuvieron que tomar la decisión de mudarse a otro piso debido a problemas serios con un vecino. Pero el piso nuevo «era todavía peor, no tenía ni habitaciones y no podía vivir allí con mi familia», la pequeña era una recién nacida.

La autocaravana
La casualidad, y la afición de J.R. por las caravanas, hizo que poco antes de la llegada de la pandemia, a principios de 2020, dejara apalabrado uno de estos vehículos en la Península. Las circunstancias alrededor de la vivienda fueron las que le llevaron a viajar a la península para traerse su autocaravana a Ibiza y formar allí el que hasta día de hoy es su hogar.

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La primera localización en la que se instalaron fue en un terreno cerca de Sant Antoni, cerca del pequeño almacén que tiene alquilado para tener guardados sus enseres. Un aviso de la Policía Local y el miedo a dejar a Y.B. y a su hija solas durante las noches en las que J.R. trabajaba le llevaron a trasladarse a Vila. Allí, en el solar de Sa Joveria, la familia sufrió un robo en su caravana, dos individuos fueron capaces de sustraer el ordenador y la tablet de la familia antes de que J.R. les pillara inflagranti y salieran corriendo para desaparecer. Este capítulo les llevó a volver a trasladarse, esta vez al solar de Cas Dominguets, de donde todavía no se han movido.

«Lo único que han hecho es decirnos que no podíamos estar aquí pero no nos dan ninguna solución ni alternativas. No entiendo cómo nos dejan entrar en la isla con la caravana, pagamos nuestros impuestos al comprarla y después no podemos estacionar». Por esta razón la pareja no acaba de comprender que la isla no cuente con más zonas adecuadas para este tipo de vehículo.

Modo de vida
Tanto J.R. como Y,B. defienden su modo de vida «Es una manera de vivir libremente, a parte de no entrar en la dinámica del sistema que hay aquí de tener que pagar 800 por una una vivienda que ni siquiera es digna», defiende Y.B. «con esos 800 euros podemos viajar a la península cuando queremos y a mi hija no le falta ni un perejil», apostilla.

Su marido apunta a que el gasto que hacen no es para nada desdeñable, «nosotros comemos en los bares un día sí y otro también, gastamos en tienda, seguramente consumimos más en comercios locales que quienes se lo tienen que gastar todo en un alquiler abusivo. Además te da la tranquilidad de que el día de mañana el propietario de tu alquiler no te eche a la calle», Y.B. añade que «no podría hacer cosas tan importantes para mi como una terapia que estoy haciendo y que me está ayudando si estuviera pagando un alquiler. La verdad es que no nos falta de nada».