Joan, Joaquín y Carlos con el cartel recién descolgado de su lechería. | Toni Planells

Durante la mañana de ayer se repartieron los últimos pedidos del yogur que los hermanos Manuel Senén fabricaron el pasado lunes en su obrador, ubicado en los bajos de la calle Cipriano Garijo número 6, en la zona denominada como el barrio de la Bomba, en el Puerto de Ibiza.

Mientras Carlos, el pequeño de los tres hermanos, terminaba el último reparto de sus yogures artesanales, Joan, el mayor, y Joaquín empezaban a recoger el obrador en el que han estado trabajando durante toda su vida. También atendían a los medios que acercaron a cubrir un cierre más de otro de los negocios que han venido manteniendo la personalidad del barrio y de la ciudad. Como la pastelería Los Andenes o el restaurante Bahía, cuyo antiguo propietario, Juanito, se acercó a dar ánimos a la familia y a recordar algunas de las anécdotas que vivieron como vecinos hace décadas y décadas mientras degustaba uno de los últimos yogures.

Agradecimientos
Antes que lamentos, la familia expresó su agradecimiento, «estamos muy agradecidos tanto a la gente de Ibiza y de Formentera como a quienes también han venido desde fuera y les ha gustado nuestro producto, sobretodo a nuestros clientes y vecinos», también quisieron agradecer a algunos de los grandes supermercados, Eroski e Hipercentro, que sí apuestan por el producto local y que han venido confiando en sus yogures durante años.

Distintos envases en lo que se ha estado sirviendo el Yogourt La Bomba a través de los años. Fotos: Toni P.

No obstante tampoco quisieron ocultar el sentimiento de tristeza que les ha producido el hecho de verse obligados a «cerrar un negocio de tantos años y de tradición familiar es triste. Pero no había más vuelta de hoja», tal como expresó Joaquín.

«Sin vuelta de hoja»
Conscientes de que su generación, la tercera, era la última que se iba a dedicar al negocio ya tenían asumida una fecha de caducidad, pero tal como aseguró Joaquín, «esperábamos poder jubilarnos y hacer una gran fiesta, fabricar 600 litros de yogur para invitar a toda Ibiza. Pero tener que cerrar en estas circunstancias es triste». El portavoz de la familia achaca el cierre a «un cúmulo de cosas negativas que se han ido acumulando». Se refiere, entre otras cosas, al aumento del precio de la materia prima, «deberíamos casi triplicar el precio para que nos salga rentable, y nos daría vergüenza ponerle esos precios a nuestro producto»; a las dificultades de la logística de una fábrica ubicada en una zona que en la que la Autoridad Portuaria restringe la circulación, «antes venían a buscar yogures de tiendas de toda Ibiza, de Can Tirurit o Can Bellotera por ejemplo, pero desde que cerraron la barrera dejaron de venir»; Otro factor determinante ha sido el poco, o más bien nulo apoyo que algunas de las grandes cadenas de supermercados ofrecen a productos locales como el suyo. Un factor más que ha sumado para tomar la decisión de cerrar puertas es el exagerado precio de la luz, «las facturas de luz son una barbaridad».

Se emocionan ante la respuesta y las muestras de ánimo y cariño que están recibiendo desde que el pasado lunes anunciaran a través de las redes sociales la triste noticia.

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Tres generaciones
Joaquín no llega a tener las fechas claras del origen de su negocio, «hará más de ochenta años», cuando la familia de su abuela Dolores, tenía una granja y una tienda, Ca na Guasca, en el barrio de la Bomba, «Entonces los militares bajaban a tropel a merendar a Ca na Guasca» explica el mediano de los tres hermanos. «Poco a poco mi abuela acabó abriendo la lechería La Bomba con mi padre y sus hijas. Mi abuelo estaba embarcado y siempre iba y venía: Quien se encargaba del negocio era mi abuela», cuenta Joaquín. Los nietos de Dolores explican como su padre, Juan, hacía la recogida de leche en una bicicleta hasta la zona de Jesús, «con unos bidones que pesaban una barbaridad», apunta Joan, hasta que éste acabó regentando el negocio de su madre en 1948. Poco a poco el negocio fue creciendo y Juan se compró una furgoneta con la que pudo ir a buscar leche más allá de Jesús, «iba hasta Sant Joan, Santa Eulària o Sant Carlos» relata Joaquín. Todavía guardan las libretas en las que Juan apuntaba los litros de leche que iba recogiendo de cada uno de los payeses, «llegaba a recoger leche de hasta 40 casas». De esta manera cada vez tenía más leche y con el sobrante hacía quesos que servía a otras lecherías hasta que un tal Mauri, «un catalán que vivía en Platja d’en Bossa», le animó a hacer yogures con ese sobrante, según cuentan los hermanos. De esta manera nació el yogur La Bomba, corría el año 1954 y el negocio se ha mantenido en pie una generación más, hasta esta misma semana.

«Poco a poco los payeses dejaron de tener vacas debido a las normas sanitarias que cada vez se lo ponían más difícil a la hora de vender leche», explican, desde entonces la materia prima salió exclusivamente de la Granja de Santa Gertrudis hasta su cierre hace unos años, «entonces pensamos que era el final de La Bomba, hasta que conseguimos que nos vendiera leche la gente de Es Tap Nou», que ha sido el último proveedor de esta pequeña fábrica familiar.

Recuerdan su infancia y adolescencia en el barrio y lo que suponía entonces crecer dentro de un negocio familiar como el suyo, «venían los amigos a buscarnos para ir a dar una vuelta, pero nosotros no podíamos salir hasta que termináramos lo que fuera que hubiera que hacer, entonces los amigos nos ayudaban para que pudiéramos salir cuanto antes.

También recuerdan cuando los «alumnos del Seminario o de Juan XXIII hacían salera, o en el recreo, venían y hasta hacían competiciones para ver quién era capaz de comer más yogurt».

El momento más feliz
De los 73 años de historia de esta lechería, los hermanos recuerdan con especial emoción el momento en el que, por fin, echaron abajo el edificio de la sede de la Autoridad Portuaria que construyeron frente a la lechería en los años 70, «entonces enterraron a mi abuela en vida» recuerdan con nostalgia, “nos tapaba toda la vista al mar, donde mi abuela veía cuando llegaba su marido en el barco de Barcelona, y desde entonces le invadió una gran tristeza». Finalmente, aunque la abuela Dolores no lo pudo presenciar, en noviembre de 1994 llegó «uno de los momentos más felices de la familia»: la demolición del edificio que «también supuso el momento más triste para nosotros: Cuando se construyó».

Futuro
Cara al futuro no tienen claro a qué van a dedicarse tras el cierre de su negocio, «por ahora tenemos que hacer obras en el edificio y después ya veremos», aunque divagan ante la posibilidad de acabar dedicando su tiempo al campo en la finca que su padre compró en San Lorenzo. Lo que sí tienen claro es que, aunque sea de manera particular, no van a dejar de fabricarse sus yougures, «siempre tendremos guardados unos yogures La Bomba en el congelador”, por lo que el espíritu, la bacteria del yogur La Bomba, seguirá presente durante mucho más tiempo. Mantengamos pues la esperanza de volver a degustar algún día el característico sabor ácido de este yogur artesanal que pocos ibicencos podremos olvidar.