En la jornada de ayer participaron ocho personas en el taller de pintura que tendrá una segunda jornada la semana que viene. Las obras se expondrán en Vara de Rey el 25 de octubre. | Daniel Espinosa

¿Qué situación vivieron durante el confinamiento aquellas personas que no tenían ni siquiera dónde confinarse? Esta es la realidad que quieren dar a conocer desde Cáritas este año por el Día de las Personas sin Hogar, el 25 de octubre, contada precisamente por personas que no tienen una vivienda digna o ni siquiera cuentan con un techo bajo el que cobijarse.

Bajo el lema ¿En qué casa me quedo?, como respuesta a aquel manido quédate en casa que se convirtió en etiqueta habitual en redes sociales, Cáritas celebró ayer la primera sesión de un taller de pintura con usuarios de su Centro de Día que plasmarán sobre el lienzo sus vivencias, sentimientos o ideas sobre el confinamiento y lo que implicó para ellos. En dos jornadas, los participantes elaborarán sus obras que se expondrán en el paseo de Vara de Rey el 25 de octubre para visibilizar a este colectivo a través del arte.


Trabajar con personas
Esmeralda, educadora social en Cáritas desde hace tres años, hizo sus prácticas en el centro y ya lleva tres años trabajando allí.

«Trabajar con ellos es duro, no por ellos sino por la impotencia con la que te encuentras por los pocos recursos que hay en la isla. Si tuviéramos los recursos suficientes todo sería más sencillo, ¿qué puedes hacer con alguien al que quieres ayudar a dejar la droga pero no tiene dónde pasar la noche?», explica con intención reivindicativa.

Cuenta, además, que fruto de la pandemia tienen algunos usuarios que «jamás hubieran pensado acabar en esta situación». Personas que se quedaron sin trabajo, muchas veces en momentos de crisis vitales y no han podido remontar.

Esmeralda calcula que por el Centro de Día de Cáritas pasan en torno a un centenar de personas a diario, cincuenta de ellas completan las plazas del comedor.

Respecto a la idea de usar el arte para poner el foco en las personas sin hogar, explica que no es nueva. Hace dos años se hizo un proyecto fotográfico que tuvo muy buen resultado, por eso este año también se ha buscado un proyecto visual y dinámico.

En este caso Esmeralda aprovecha el conocimiento de su cuñada, Ana Bonet, maestra y pintora aficionada, que se muestra encantada con la idea. «Ni me lo pensé. Es verdad que el taller se queda corto, pero es una idea maravillosa que puedan expresar cómo se sienten y cómo se han sentido durante el confinamiento».

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El taller
Los participantes se sientan alrededor de una mesa con el material. Hay pintura acrílica, pinceles, paletas, brochas, aguaplast pluma...

Ana les anima a dejarse llevar. «Aquí no hay ideas buenas o malas, todas valen, no hay pinturas mejores o peores sino la expresión de lo que sentís. Por eso todo está bien».

Tras una breve explicación, cada uno empieza a elegir sus pinturas. En la jornada de ayer se iba a pintar el fondo para incorporar el detalle el próximo miércoles.

Hanna tenía clara su idea. Iba a diseñar una vidriera con bordes negros, flores y color en el centro. Serán símbolos de la divinidad femenina, de los Rosacruces, los Masones, el Priorato de Sión...

«Durante el confinamiento leí muchos libros de Dan Brown, me gustó mucho y eso es lo que quiero contar».

En la otra esquina de la sala Jaime da brochazos en azul y blanco. Es el mar, el paisaje que más le gusta, que mira al observador. Se cambian las tornas en su obra.

Cuenta que vive una mala racha. El confinamiento lo pasó en Menorca. Cuando acabó le ofrecieron trabajar en charter marítimos en Ibiza.

Era una buena oportunidad de cambio tras su reciente divorcio, pero la cosa no cuajó, no había casi clientes y se quedó sin trabajo atrapado en Ibiza. Ahora vive en una tienda de campaña pero con esperanza, ha empezado a trabajar y espera que esto sea sólo un bache.