Grupos a la carrera para intentar terminar la prueba en el menor tiempo posible. | Irene Arango

Un total de 130 equipos –entre 260 y 300 personas– participaron ayer en la segunda edición de la yincana Christmas Race en Santa Eulària des Riu.

Durante siete horas –entre las diez de la mañana y las cinco de la tarde– se podía comenzar la prueba, lo cual evitaba aglomeraciones de gente en una cita que, organizada por Ibiza Blue Challenge, tenía el mismo punto de salida y de llegada, aunque con una separación para mantener la distancia.

Había tres categorías. La primera, para niños menores de 12 años acompañados del padre o de la madre; la segunda, para niños mayores de 12 años acompañados de un adulto; y la tercera, para personas con discapacidad o para familias con cochecito de bebé. Este fue el caso de la familia Agatielo Alcina, la primera en llegar a la línea de salida a las 10.15 horas aproximadamente. La forman Mariona, María, Jan, Juan, Coco y Paula. Los niños estaban emocionados porque se prometían muchas aventuras y juegos durante el día. Además, no eran unos novatos, pues ya participaron en la primera edición de la prueba.
El juego consistía en un recorrido por el casco urbano de Santa Eulària, con salida y llegada en la desembocadura del río, con 16 pistas escondidas. Aunque el circuito era el mismo para las tres categorías, se diferenciaban en el número de pistas –entre 10 y 16– que tenían que encontrar en función de la modalidad. Todos los equipos, eso sí, contaban con un plano que se les proporcionó a la salida de la prueba.

Luego, además, por la época en que nos encontramos, se entregaron gorros de Papá Noel a todos los participantes. Además, para hacer más amena la prueba, había dos tesoros escondidos, una especie de «regalitos» de la organización que, en lugar de dar a la entrega de los dorsales, estaban escondidos en el recorrido.

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El director de la organización y miembro de Ibiza Blue Challenge, Juan José Serra, explicó que, según las normas, no podía haber colaboración entre distintos equipos. A cada uno se le contó su tiempo desde la salida hasta la meta y, en función de ello, se establecieron unas clasificaciones. Los más rápidos en cada categoría recibirán, durante esta semana, sus correspondientes trofeos, fabricados con madera reciclada. El resto tuvo que contentarse con un regalo y una medalla de participación.

Al comienzo de la prueba, Serra se mostró entusiasmado con la respuesta de la gente, que calificó como de «increíble», porque «no es fácil mover a 130 equipos».

«Lo más bonito es ver el ambiente que hay», prosiguió el organizador del evento, como sin darle importancia a quién corriera o quién completara el recorrido andando. Cada uno, a su ritmo. Como bien apuntó, «no tienes esa presión de la competición, pero, si quieres competir, puedes hacerlo y hay unos trofeos».

Por último, cabe señalar que, pese a que la inscripción en la prueba era gratuita, la organización preparó una carpa para que quien lo deseara pudiera donar alimentos a Equip Voluntari, uno de los pocos bancos de alimentos de la isla.