La cabalgata, con la carroza de Gaspar en primer plano, llegando casi al final de la calle Cap Martinet, donde se encuentra la iglesia de Jesús. | Toni Planells

La mañana lucía ayer plácida en Puig d’en Valls antes de la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasas. Sentadas en el banco de la parada de autobús junto a la iglesia, Carlota, de nueve años, y Ona, de dos, aguardaban junto a sus madres la llegada de Sus Majestades de Oriente. Ambas estaban muy contentas, precisamente, por todos los regalos que les habían dejado los Reyes. Al despertarse, Carlota se había «encontrado» una bicicleta y su correspondiente maillot y también una chaqueta, además de «un montón de cosas para el resto de la familia». Ahora deseaba «ver a los Reyes Magos en sus carrozas». A Ona, por su parte, Melchor, Gaspar y Baltasar le habían dejado unas muñecas de Elsa y Ana. La de Elsa la llevaba consigo por la mañana. También le trajeron un pequeño piano para que fuera aprendiendo, como explicó su madre.

Era aún temprano, pero dos señores ya esperaban en la acera. Enfrente, una decena de chavales conversaban entre ellos. Alguna madre lamentaba que los Reyes no fueran a lanzar caramelos.

Así, pese a todo, la calle Vicente Marí Mayans se fue llenando de gente. Allí estaba Carlota, de 12 años, quien se mostraba feliz de tener un ukelele, una chaqueta nueva y un juego de mesa cortesía de Sus Majestades. Y eso no fue todo. Igualmente le habían regalado un juego de manualidades y un puzzle de 500 piezas que no sabía cuánto tardaría en completar, pero no importaba, porque, como bien dijo, no había «prisa».

La cabalgata venía con cierto retraso, pero no era problema. Todos parecían felices. Incluso Analía, una niña ecuatoriana de nueve años que quería un perro como regalo, lo estaba a pesar de no haberlo recibido. Ella cree que Sus Majestades no se lo trajeron porque no se había portado bien, hecho que tanto su cara como su madre desmintieron al instante. De hecho, aunque no tuvo su ansiado perro, sí que obtuvo el chaleco que estaba estrenando, un muñeco Nenuco y unos adornos para decorar el pelo. El perro ya se lo traerán otro año.
Cientos de personas seguían esperando la cabalgata, que llegó a la iglesia antecedida por bailarinas con capa y pajes vestidos de distintos colores tocando la pandereta para acompañar la música que sonaba en las carrozas.

Con retraso a Cap Martinet
Sin ofrenda a Jesús de por medio, la caravana se trasladó a Jesús, adonde, pese a todo, llegó con algo de retraso. Allí también cientos de personas acabaron dándose cita en Cap Martinet, en la parte más cercana a la iglesia.

Las nacionalidades era variadas. Aunque no celebran la fiesta y, por lo tanto, no hacen regalos, tres mujeres marroquíes habían acudido a ver el desfile con sus hijos por puro placer estético y también con la intención de integrarse, como explicó Asmag el Mobarek. El mismo caso era el de dos chicas alemanas, Irene y Melanie, quienes habían llevado al hijo de una de ellas a ver la cabalgata a pesar de que en su país no es tradición esta fiesta.
También andaba por allí Gerard, de siete años, que seguro que se portó muy bien el año pasado porque se había encontrado al salir de la cama con un patinete, unas mallas para correr y varios accesorios para montar en bicicleta. Igualmente, fuera del campo deportivo, le habían regalado unos rotuladores y alguna caja de dulces de chocolate.

Casi al final de Cap Martinet, junto a la iglesia, esperaba el párroco, Pedro Miguel López. Y es que, en este caso, aunque los Reyes Magos tampoco entraron en la iglesia, sí hubo ofrenda a las puertas del templo con los preceptivos cofres de oro, incienso y mirra.