El mercado, al final de la mañana, estaba lleno de gente, como se puede observar en esta fotografía. | Arguiñe Escandón

Alrededor de 20 personas se bajan en la parada de Sant Josep. Aproximadamente, son dos tercios del autobús cuya ruta empieza en Eivissa y termina en el aeropuerto. Andan en fila india hacia el mercadillo de la localidad, que se instaló este sábado por primera vez en 2022. Una de las señoras explica que «no hay mucho más que hacer por aquí».

[Las mejores imágenes del primer día del Mercadillo de Sant Jordi en 2022 (Fotos: Arguiñe Escandón).]

Así, se entiende que a media mañana haya bastante gente en el mercado. El bar de al lado también se encuentra concurrido. Se ve a mucho hippie y a mucho extranjero, en ocasiones las dos cosas juntas. Sobre todo son sudamericanos, musulmanes, británicos, holandeses, franceses e italianos.

Junto a uno de los puestos, de objetos variados como cuadros, bicicletas, cedés y peluches, dos jóvenes holandesas, Sara y Maran, dan un paseo. Según dicen, están en el mercado para «pasarlo bien y, quizá, comprar algo».

Hay otros puestos de objetos variados, como uno regentado por dos chicas musulmamas con vajillas, sartenes, planchas, libros, trofeos o diferentes prendas de ropa. Algunos de los tenderetes tienen productos de diverso tipo y otros están especializados en un objeto concreto.

En total, más de un centenar de puestos jalonan el mercado exhibiendo joyas, camisetas, faldas, chaquetas, calzoncillos, calcetines, pantalones, todo tipo de sombreros y gorros, bolsos, complementos, gafas de sol, zapatos, plantas, relojes, juguetes o productos artesanos. Hay también un puesto de un curandero, acompañado de un rótulo con su número de teléfono, que ofrece infusiones de yerbas con CBD, uno de los compuestos de la planta cannabis sativa y que sirve para aliviar el dolor muscular.

Cientos de personas se juntan en el recinto. Son más de mil, probablemente, conforme va avanzando la mañana. Entre quienes allí se encuentran hay de todo. Una chica sudamericana ha acudido, junto a su madre, a comprar ropa de invierno para el niño. Luis, uruguayo con 21 años en la isla, está allí con su padre, Julio, quien se encuentra en España de visita. Compran un pantalón «de casualidad». Cerca de allí, tres adolescentes van caminando. «Buscamos gangas y aquí se encuentran cosas muy baratas», asegura Lucía Marí, quien añade que, entre ellas, hay prendas «vintage» de los 80 o los 90 que casan muy bien con su «moda». La acompañan Joel Ceballos, quien ha adquirido una cafetera por dos euros, y Teo Torres.

Desde la Argentina, aunque con medio año ya en la isla, Julián Pérez ha comprado ya una raqueta de tenis y una sudadera, y eso que acudió al mercado por «curiosidad» más que otra cosa. A las 11.25 horas, una chica habla por teléfono con alguien y le dice que a las 12.00 tiene que estar en clase de yoga.

Muchos de los puestos están regentados por extranjeros. Encontramos también a Victoria Cubero, la castañera, quien también tiene zapatos, cartas, juguetes o figuras decorativas. Una pareja le compra una cucurucho de castañas. Cinco minutos después lo hace una niña, Jesly Carrión, nacida en Madrid pero residente en Ibiza. No es la primera vez que las toma y, según dice, «están muy buenas».

También se pueden comer churros. Eso hace la coreana Kim Sol, quien, aunque lleva siete años en Ibiza, no suele ir al mercado. Esta vez ha quedado con algunos amigos. Próximas a la zona, encontramos a cuatro chicas ibicencas que están allí «por gusto». No obstante, Lucía Seguí ya tiene su chaleco y Sabina Palacios, un collar. Aída Romeros y Bet Tur aún no han comprado nada.

A media mañana, con el mercado lleno, una pareja de británicos con una niña acude para reunirse con sus amigos y, probablemente, llevarse algo a casa.

Igualmente, se ve un quad. Junto a él están Baltazar Polania –francés–, Jessica Quishpe –ecuatoriana– y Sara Lorca y Claudia Fernández –murcianas–. Han comprado ropa de segunda mano, incienso, un marco de fotos y plantas. A estos chicos realmente les ha cundido la visita.