La autora del libro, Fanny Tur, este miércoles en la sede del Arxiu Històric d’Eivissa y Formentera. | Arguiñe Escandón

La historiadora y actual directora del Arxiu Històric d’Eivissa y Formentera Fanny Tur (Sant Miquel de Balansat, 1961) presenta este viernes a las 20.00 horas en Sa Nostra Sala, en el número 17 de la calle Aragón de Ibiza, su nuevo libro Epidèmies. Eivissa i Formentera 1799-1930 editado por Balàfia Postals.

A pesar del nombre de la publicación, Tur ha asegurado este miércoles a Periódico de Ibiza y Formentera, que se trata de una publicación en la que a lo largo de sus más de 570 páginas se hace un repaso que va más allá de las enfermedades que asolaron Ibiza y Formentera «ya que aprovechando este asunto se explica a través de interesante información inédita hasta ahora como era la vida tanto en el campo como en la ciudad durante todo el siglo XIX y la primera parte del XX y cuales eran las infraestructuras de las que se disponía».

En este sentido, la autora explicó que la idea de hacer esta publicación surgió tras una llamada del Institut d’Estudis Eivissencs para participar en la edición del Curs eivissenc de cultura de 2020 que estaba dedicado a las pandemias. Allí, Tur dio una conferencia que fue escuchada por la editora Neus Balansat, propietaria de Balàfia Postals, quien quedó tan encantada que le propuso hacer un libro sobre el tema.

Sin embargo, la directora del Arxiu Històric d’Eivissa y Formentera rápidamente comprobó que no sería tarea fácil cuando empezó a hacer una primera investigación. De hecho, según aseguró ayer, aunque la intención era comenzar en la epidemia de peste bubónica que asoló la isla en 1652, rápidamente prefirió acotarlo al periodo entre 1799 y 1930 dividiendo el libro en 10 capítulos, uno por cada tipo de epidemia, desde la cólera al paludismo, pasando por la fiebre amarilla, la peste, la viruela, el sarampión o la epidemia de gripe de 1918.

«Medidas como las de 2021»

En este sentido Tur ha dedicado el capítulo más extenso a la epidemia de cólera asiática que asoló la isla en 1864 dejando, según algunas fuentes, más de 2.8000 muertes en apenas seis meses.
Gracias a ello, los lectores descubrirán «como ya en aquella época se tomaban medidas muy parecidas a las que se tomaron con el coronavirus estos años atrás como, por ejemplo, cerrar el puerto, el control del comercio o las barreras sanitarias».

No son las únicas. Tras peinar toda la sección destinada a sanidad del archivo junto a los archivos parroquiales y de los ayuntamientos, también ha podido comprobar que en momentos de grandes pandemias «se pedía a los ciudadanos taparse la boca y desinfectarse con un trapo limpio, se limpiaban con vinagre los documentos oficiales y se condenaba con pena de muerte a aquellos que hacían contrabando porque existía la creencia de que todo llegaba a través de la ropa o el género que se importaba de fuera».

Al mismo tiempo, el libro de Tur también deja constancia «de cómo Ibiza y Formentera durante el siglo XIX sanitariamente hablando estaban abandonadas a su suerte». Algo que demuestra, por ejemplo, que «Ibiza no tuvo nunca un lazareto u hospital aislado donde se trataban enfermedades infecciosas como si tuvieron Mallorca o Menorca y todos aquellos que llegaban en barco de sitios que se consideraban peligrosos tenían que guardar cuarentena a bordo de sus embarcaciones, en condiciones en ocasiones muy lamentables en Illa Plana o Illa Grossa, alejados de la ciudad».

Algo que, sin embargo, también fue beneficioso según la historiadora ibicenca «ya que al no permitir desembarcar, llegando incluso a desobedecer órdenes directas de Mallorca, se consiguió en ocasiones que la propagación fuera tan grande como en lugares como Valencia, Barcelona, Palma o Menorca donde eran menos estrictos».

«Difícil de contabilizar»

De todos modos, tampoco ha sido fácil contabilizar con cifras exactas el alcance de algunas epidemias, «sobre todo por la gran diferencia que existía en el siglo XIX entre la ciudad y el campo, donde la causa de la mayor parte de los casos de defunciones no quedaban registrados debido a que no había un facultativo en la parroquia».

Es el caso, por ejemplo, de una epidemia de disteria que «de 1888 y 1889 mató a la mayor parte de los niños y niñas de la parte norte de la isla de Ibiza» o de la epidemia de gripe de 1918 «que, a pesar de los esfuerzos por llevar a cabo campañas de vacunación, también fue terrible, sobre todo en partes urbanas como Sa Penya o La Marina donde mucha gente vivía hacinada y en unas condiciones muy precarias, sobre todo a nivel de salubridad».