Lirios, margaritas, claveles, clavelinas... los nichos del cementerio nuevo del municpio de Ibiza parecían ayer un jardín. A primera hora de la mañana, el camposanto bullía de gente subiendo (porque menudas cuestas hay) y algunos ya bajando después de expresar el recuerdo a sus difuntos con flores y el mayor cuidado en la limpieza de la tumba.

«¿Qué pasa Mari Carmen?» «Nada, aquí, haciendo una visita», se saludaban dos paseantes.
Pepita limpiaba la tumba donde reposan sus suegros subida a una enorme escalera con ruedas. Colocaba después con mimo las flores mientras desde abajo le ayudaban su marido Gabriel y su hija Nuria. Junto a las fotos de Vicente y Josefa colocaron claveles, clavelinas, dalias y lirios. «Solemos venir hoy y alguna otra vez al año», explicaba Pepita. Tras despedirse se encuentran con una conocida con la que charlan de sus cosas.

La jornada de Tots Sants es también una ocasión para socializar. No hay caras largas en el cementerio, ni afectadas. Hay sonrisas, caras de esfuerzo y después de satisfacción. Es una fiesta. La celebración en la que se conmemora la comunión de los Santos, recordaba Jaiver Alonso en el oficio de las 11.00 horas. En otra calle de esta ciudad de los difuntos llena de flores cortadas que lucían ayer como si estuvieran vivas, Nieves, Viana y Antonio Serra rendían también recuerdo a los padres de ella y a un íntimo amigo suyo. Los tres descansaban en este nicho. «Él vivía sólo aquí; era una persona que vino a trabajar con mi suegro y estaba en su casa casi siempre», explicaba Antonio. De ahí a compartir la eternidad.

Él y su mujer pasean de vez en cuando por el cementerio. Las vistas son espectaculares y se respira paz. Por eso y porque son vecinos de la zona, del barrio de Cas Mut.
No sólo eso, Serra explica que los terrenos del cementerio eran de su tío, «de la finca de Cas Mut». Hace muchos que se vendió, pero Antonio puede decir que los terrenos del cementerio eran de su familia, en concreto de sus abuelos.

En la zona de panteones, Nieves Costa fregaba ayer el suelo del de su familia. Su marido descansa en él. Mientras ella dejaba impoluto el panteón familiar, su hijo, Daniel Ramos, encendía seis velas. Una por cada uno de los cinco hijos del matrimonio y una por Nieves. Las dejan encendidas. «Así es cómo si estuviéramos nosotros haciendo compañía» explica Nieves. Tras la visita a su ser querido se acercaron a la misa de las 11.00 horas, mientras centenares de personas no dejaban de llegar en sus vehículos al cementerio.