Año tras año se repite el panorama de locales cerrados, de carteles de se vende, se traspasa o se alquila, de cartas acumuladas en los cerrojos, o de rótulos con rebajas de hace meses, lo que impide que pocos se acerquen a pasear por la zona | Daniel Espinosa

El barrio de la Marina fuera de la temporada estival sigue igual año tras año. Da igual que ustedes lean este artículo hoy o se remonten al que escribimos en este mismo periódico hace apenas unos meses, un año o dos años. La situación y la estampa es prácticamente igual con la salvedad de que, además, ayer la lluvia que cayó durante buena parte de todo el día, el frío y la humedad, hicieron casi imposible encontrar a nadie paseando por este emblemático enclave de la ciudad de Ibiza.

El domingo, Periódico de Ibiza y Formentera hizo públicas una serie de propuestas que ha ideado la Asociación de Comerciantes de la Marina para reflotar el barrio pero lo cierto es que basta el enésimo paseo por sus calles para comprobar que tienen por delante una tarea muy complicada. El panorama de locales cerrados, de carteles de se vende, se traspasa o se alquila en distintos idiomas colgados en las puertas o en las ventanas, de cartas acumuladas junto a los cerrojos, o de rótulos con rebajas de hace meses, siguen siendo demasiado habituales, impidiendo que se pueda desarrollar algo de vida o que haya quien se acerque a pasear por allí. Y es que según algunos de los que quedan «estos últimos meses, por bajar han bajado hasta los repartidores».

Todo cerrado y calles desiertas, una imagen que se repite cada año en invierno en la Marina.
Foto: Daniel Espinosa.

Por ello no es extraño que, como asegura esta asociación de comerciantes, «el barrio de la Marina esté muerto en temporada baja» como demuestra que apenas algunas piezas de ropa tendidas en algún balcón indican que pueda estar viviendo gente. Solo algunos valientes resisten abiertos durante todo el año desafiando a días como los de ayer en los que el frío y la lluvia pueden provocar que no entre ningún cliente durante toda la jornada.

«Los últimos mohicanos»

Son como aseguró ayer a este periódico Juan Torres, Juanito Font, el dueño de Comestibles C’an Font en el número 10 de la calle Josep Verdera, «los últimos mohicanos de la Marina».

En su caso, llevan abiertos desde que abriera el local su abuelo Toni Torres, Font, como lechería un 24 de abril de 1900, hace 122 años, y desde entonces siguen resistiendo contra viento y marea, siendo testigos directos de la evolución de la zona. «Esto es muy triste porque llevamos ya más de 15 años que durante el invierno en estas calles solo quedamos abiertos nosotros y el del estanco, y si un día cerramos, todo esto quedará vacío para siempre porque aquí, quien tiene la culpa, son los empresarios que cuando llega octubre cierran todo después de haberse enriquecido y pensando únicamente en su propio interés».

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En este sentido, el veterano vendedor, nacido en Ibiza en 1966 sigue resistiendo en esta época tan dura gracias a clientes del barrio y gente que pasa por aquí de vez en cuando, aunque desgraciadamente éstos cada vez «son menos». «Somos unos afortunados porque a base de trabajo la tienda nos mantiene a mi mujer, mis hijos y mis tres nietos, pero cada vez es más complicado porque son muchos los que se asoman hasta la zona de la iglesia de Sant Elm y cuando lo ven todo desierto inmediatamente se dan la vuelta al no ver nada de interés que le anime a continuar paseando».

Un problema con el que también se encuentran otros valientes de zonas con algo más de tránsito como el carrer d’Annibal, conocida popularmente como la calle de las Farmacias, donde apenas resisten la administración de la lotería número 1, la Joyería Pomar y la de Tous, una óptica, y una par de farmacias, o en la plaza del Mercat Vell, donde apenas hay un estudio de tatuajes, una cafetería o Marilina, con su mismo pequeño puesto de frutas y verduras desde hace 20 años, abierto todos los días salvo los domingos, y sola durante todo el mes de enero sin importarle que como ayer haga un día horrible. «Siempre acaba viniendo alguien a comprarnos cosas y realmente podemos seguir porque todo lo que traemos nosotros lo cultivamos en nuestra finca porque si lo tuviéramos que comprar no podría ser rentable».

Después, apenas a unos metros, en calles como las de la Xeringa, Bisbe Cardona, Bisbe Torres o Bisbe Azahara el panorama es completamente desolador, con todo cerrado, y solo al llegar al Paseo Vara de Rey parece que vuelve algo la vida, aunque tampoco en exceso.

«Propuestas insuficientes»

Es tal vez por ello que la intención de la Asociación de Comerciantes de la Marina ha elaborado un documento con actuaciones para mejorar aspectos del barrio, dinamizar la zona durante el invierno y solucionar problemas «históricos» como la falta de seguridad o de limpieza.

Sin embargo, aunque ayer tal vez no fuera el mejor día para comprobarlo, las calles a media mañana estaban limpias, con apenas algunas hojas en el suelo y alguna colilla suelta, y la seguridad, al menos a plena luz del día no parece un problema viendo la poca gente que hay paseando.

Otras de sus peticiones son mejorar la iluminación del alumbrado público y llevar a cabo actuaciones musicales en diferentes puntos del barrio durante el invierno, realizar paseos teatralizados como los de Dalt Vila o la puesta en marcha de otras festividades exclusivas para el barrio. Algo «positivo» para algunos comerciantes de la zona como el propio Juan Torres pero, insuficientes. «Todo esto puede estar muy bien pero si no se consigue que haya alguna tienda, cafetería, bar o restaurante que abra todo el año la gente seguirá sin animarse a venir estos meses».