Mónica Fernandez, enfermera en Ibiza. | Daniel Espinosa

«Jamás he precisado del catalán para atender a mis pacientes, por más que se tratara de una situación crítica o por muy ibicenco que fuera. Sin embargo, en muchas ocasiones, la situación sí me ha exigido un nivel de formación, preparación física y conocimiento de otras lenguas extranjeras, que de no haber contado con toda esta preparación, la atención a estos pacientes y los resultados no hubieran sido igual de exitosos».

Quien realiza esta afirmación es Mónica Álvarez, enfermera del servicio de Urgencias del 061 en Ibiza. Esta asturiana llegó a la isla hace seis años y desde entonces ha ido encadenando contratos de corta duración: una guardia de 24 horas, dos semanas, un mes el pasado noviembre… Lo máximo que ha conseguido han sido contratos anuales, mientras que en marzo se le acaba el último de cuatro meses de duración. «Yo vivo en Asturias, cojo 12 aviones al mes, gasto más que gano, allí tenía una interinidad pero vengo a Ibiza por vocación. Aquí el trabajo es muy enriquecedor porque puedes ver muchos casos diferentes y es de los pocos sitios donde hay un helicóptero medicalizado las 24 horas del día», explica Mónica indignada al enterarse de la rectificación del Govern y que su especialidad no va a ser una de las categorías en las que se aplicará la exención del catalán durante el proceso de estabilización de plazas puesto en marcha por la Conselleria de Salut.

Álvarez niega que las dificultades para encontrar vivienda sea el principal motivo por el que haya un déficit de sanitarios en las Pitiusas. «La gente no se va por la vivienda, que es un problema que existe desde hace bastantes años y que lo hemos ido soportando. Pero la exigencia del catalán ha sido la gota que ha colmado el vaso», asegura. Esta enfermera explica que Ibiza «se nutre de profesionales que venimos, en gran parte de fuera, especialmente de la Península. Exigir este requisito, el catalán, para desarrollar nuestras competencias profesionales como sanitarios lo único que provoca es levantar una barrera muy alta para que dejen de venir más profesionales y nos vayamos los que estamos aquí». En este sentido, añade que las enfermeras que salen de la sede de la UIB en Ibiza «no cubren todas las necesidades», mientras que los médicos recién graduados en la Facultad de Medicina de Mallorca «tampoco son suficientes».

Currículum envidiable

Además de su titulación universitaria en Enfermería, Mónica Álvarez cuenta con seis másteres, dos expertos y está cursando un doctorado en Ciencias de la Salud. Por si fuera poco, esta asturiana también tiene la titulación para ser tripulante de helicóptero medicalizado (HEMS) y cuenta más más de 200 cursos de formación, 64 comunicaciones escritas en congresos da salud nacionales e internacionales, 21 publicaciones en revistas científicas y la participación en tres libros de materia sanitaria. «Yo no quiero que me den un trabajo por tener el catalán sino que me exijan que estoy a la altura del puesto. Porque una cosa es ser enfermera y la otra es haber estudiado Enfermería. Yo me he tenido que esforzar muchísimo y con el perfil profesional que tengo me niego a que se me exija el catalán, que me parece una lengua maravillosa, pero el sistema sanitaria de Baleares no debe resquebrajarse por intereses políticos», destaca Álvarez.

Esta enfermera asturiana asegura que «nunca ningún paciente me ha pedido que le hablara en ibicenco ni en catalán, pero muchísimas veces me han mirado a los ojos, me han agarrado del brazo o tocado mis manos y me han pedido que hiciera todo lo posible por salvar a su ser querido mientras sienten cómo navega entre la vida y la muerte». Y añade que para atener e, incluso, salvar la vida a sus pacientes «nunca he necesitado el catalán, pero sí que he precisado mucha formación. Por ello mi negativa a invertir un minuto de mi vida en estudiar catalán cuando este tiempo es prioritario para formarme en materias que sí necesitan nuestros pacientes, a quienes siempre trato como si fueran mis padres o mis hijos».