La estación marítima se inauguró hace semanas y aún debe solucionar algunas cositas | Juan Gordillo

A la nueva estación marítima de Ibiza todavía le faltan unas semanas para tenerlo todo perfectamente terminado. En una visita matutina cualquier día entre semana, pueden observarse los huecos donde se instalarán los locales comerciales y tal vez alguna oficina, cuya única decoración la completan botes de pintura, trastos y grupos de trabajadores con escaleras y cajas repletas de herramientas. El edificio se encuentra muy vacío a estas horas, poco después de zarpar una nave destino a Denia, pero allá en mitad de la espaciosa y luminosa entrada deambulaba Marcelo.

Espacio de la cafetería.
Fotos: Juan Gordillo.

«Yo no conocía este edificio, pero la verdad que se ve muy nuevo y especialmente limpio», comenta el turista de origen argentino. Marcelo explica que la isla le ha gustado mucho y que ya tiene ganas de volver. «Las indicaciones están muy bien, sí, aunque cuando llegamos acá cometimos el error de coger un taxi hasta San Antonio», lamenta echando en falta una mayor información sobre los servicios de transporte en la misma estación. «Ya a la vuelta lo teníamos aprendido, y desde la ciudad vine andando. Son solo quince minutos».

Marcelo tuvo la suerte de viajar temprano. Ahora casi es mediodía y la avalancha de turistas italianos, desembarcados hace tan solo unos minutos de un imponente crucero, se quejan y refugian de un sol abrasador que aparece de entre las nubes de bochorno. Allí fuera, la cola de taxis que había montada no hace más de un cuarto de hora había desaparecido al completo, y los vehículos de refuerzo llegaban en un goteo constante.

Espacio para sentarse y esperar.

Ante ese panorama se encuentran Javi y Manu, dos españoles que venían por primera vez a Ibiza. «Salimos buscando coches de alquiler, pero vemos que aquí no parece haber ninguno», se queja Javi. Él y su compañero de viaje vuelven rápidamente a la entrada de la estación para refugiarse del calor, cargando con dos maletas. «Ya podrían poner alguna señal y no dejarnos en este aparcamiento», concluye segundos antes de marchar hacia la oficina de turismo.

Esta oficina está situada en una de las dos carpas que constituían la antigua estación marítima, la única de ambas que se mantiene abierta. La trabajadora del Consell atiende a ritmos frenéticos a las decenas, si no cientos, de turistas que paran en busca de un mapa y una ruta recomendada para su primera mañana en la isla. Las preguntas sobre cómo llegar a la ciudad o a San Antonio, así como por dónde se entra al casco antiguo, se repiten sin cesar.

Justo en la puerta de la carpa, en los costados de la hilera de cruceristas recién llegados, están dos agentes de ventas lowcost. «Todavía hay un poco de lío con el nuevo edificio, sobre todo entre la gente que va a Palma y Barcelona porque son los que más pasan por aquí», cuenta una agente que ha preferido mantenerse en el anonimato. Tras responder a las preguntas de unos turistas, la ibicenca continúa: «Tienen que colocar alguna señal que ponga dónde están las navieras, porque se pierden, vienen aquí y tienen que volver. Estaban acostumbrados a las carpas y ahora se debería de indicar el cambio».

Turistas a pleno sol esperando y cogiendo taxis.

De vuelta en la estación, un estridente ruido provocado por lo que debe de ser el trabajo de una sierra eléctrica desentona con la tranquilidad que se respira en el edificio. Al fondo, en una nave lateral con unas escaleras todavía cerradas al paso, se encuentra la cafetería. En sus mesas charlan y almuerzan, principalmente, empleados de las navieras y trabajadores del lugar. «Comencé hace tan solo dos días, tampoco sé si hay mucha diferencia con lo que había anteriormente», explica uno de ellos mientras los otros dos de su mesa asienten. «El único problema que veo -salta otro- es la falta de cobertura aquí dentro».

Alberto espera sentado la hora para embarcar. «Pensé que estaban remodelando el edificio, no que lo hubiesen abierto unos días atrás», explica sorprendido. El turista de origen colombiano se alegra, además, del servicio nocturno que presta la estación: «Pasé una noche por acá con unos amigos y cuando vimos que había luz nos acercamos a ver si podíamos entrar a los baños, y así fue». «A mí me gustó el edificio, no me imagino hacer esto en una carpa», sentencia, entre un fuerte olor a pintura, Alberto.

La nueva estación marítima tendrá la tarea de acoger a una enorme cantidad de pasajeros. El puerto ibicenco es, tal y como señaló en su visita a Ibiza el jefe de Área de Planificación e Infraestructuras de la Autoridad Portuaria de Baleares, Toni Guinard, uno de los más transitados de todo el sistema portuario estatal.