La calle Pedro de Portugal atraviesa apenas 83 metros en pleno centro de Vila. Un recorrido peatonal que comunica la avenida Ignacio Wallis con Bartolomé Roselló, y que la convierten en una de las calles con más movimiento del centro.

Flanqueada por dos de las cafeterías más veteranas de la ciudad, Es Baladre y S’al·lot, alberga también un nutrido número de comercios relacionados, en su mayoría, con la moda y la belleza femenina.

Uno de los extremos invita al descanso debido a varios bancos que están a la sombra de los árboles de la pequeña plaza donde se encuentra esta calle.

En el otro extremo está la calle Vicente Cuervo, que contrasta con una batería de contenedores de basura que los negocios de hostelería no se resisten a criticar. Tampoco los viandantes de esta calle.

«No entiendo qué pintan allí esos contenedores al lado de la cafetería y en un paso de gente tan concurrido», declaraba Margarita, vecina de Sant Rafel, pero que transita esta calle cada vez que visita Vila. En opinión de Margarita «está más bien sucia». No obstante, subraya que esta avenida «va muy bien para ir de una vía a otra de la zona con tranquilidad».

«Es lo que tienen las calles peatonales, ojalá hubiera más y ojalá algún día se decidan a hacer peatonal todo mi pueblo, Sant Rafel» reclamaba esta mujer.

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Carol y Alejandra tampoco son vecinas de la zona. Son venezolanas y visitan Ibiza asiduamente en verano. Según su criterio, «parece una mini Fuencarral», compara Alejandra mientras que Carol la califica como «el point de las mujeres».

Un argumento que justifica entre risas: «Entras por un lado comprándote ropa interior y sales por el otro con las uñas hechas desayunando en la cafetería».

Sobre el aspecto que presenta la calle, la pareja de amigas no se pone de acuerdo. «Para ser por la mañana, se presenta bastante limpia», opina Carol mientras Alejandra apunta que «no está tan limpia», señalando una lata de refresco en el suelo. Álvaro vive en la misma calle desde hace apenas una semana.

«Por un lado está fatal a la hora de aparcar el coche, todo a su alrededor es de zona azul», se queja el vecino mientras apunta que, «por otro lado, todo está lleno de comercios y, a pocos pasos, se puede conseguir cualquier cosa que necesites».

Sobre el ambiente de la calle, Álvaro explica que, «al ser tan concurrida, por las noches de los fines de semana se arman botellones y montan bastante ruido».

Al final de la calle desayunan habitualmente Mari Pau con su hijo Matías en Es Baladre. «La verdad es que estoy contenta porque la vía mantiene los árboles, que son fundamentales en una ciudad pequeña como Vila, y es que me entra una pena ciudadana enorme cada vez que veo que talan alguno», observa Mari Pau.

También lamenta «la poca limpieza» que hay en la vía peatonal. Por su parte, Matías califica esta calle como «un espacio neutro, que se está manteniendo quieto y que no refleja los cambios que está sufriendo la isla».