Esta residente se animó a contar su historia a raíz de leer en este periódico la situación del solar de Sant Jordi, en el que viven más de 60 personas en coches, caravanas y tiendas de campaña. | Moisés Copa

Se ha animado a contar su historia después de leer en este rotativo la de decenas de personas que habitan en un solar de la zona de Sant Jordi debido a los precios del alquiler. Por estas mismas dificultades, ella vive en su vehículo desde hace medio año e insiste en que, el suyo, no es un caso aislado.

Esta vecina de Ibiza, que quiere mantenerse en el anonimato, reitera que no es una trabajadora de temporada, sino alguien que vive en la isla desde hace 30 años y a quien cada vez se le ha complicado más encontrar vivienda. Ni sus familiares, ni la mayoría de sus conocidos en Ibiza saben de su situación puesto que siente vergüenza. Aclara también que no tiene ningún tipo de adicción.

Según relata a Periódico de Ibiza y Formentera , durante muchos años se dedicó en la isla al sector de la hostelería. Después, comenzó a trabajar para familias con alto poder adquisitivo, principalmente cuidando de sus hijos durante el periodo vacacional. Tras residir durante 25 años en el mismo piso de alquiler, con el estallido de la pandemia se vio obligada a dejarlo. Desde entonces, fue pasando de habitación en habitación, marchándose el pasado verano a la Península con la esperanza de tener un futuro mejor y, sobre todo, más fácil.

Regresó en noviembre y, una vez más, encontrar una vivienda digna y a un precio asequible se convirtió en misión imposible. Tanto es así que uno de sus amigos, conocedor de la situación, le ofreció una habitación para pasar el invierno.

En marzo, su vehículo se convirtió en su techo con todas las dificultades que ello implica. Pasó también por el centro de Sa Joveria, aunque cree que «no es un sitio para estar, por lo menos para mí».
Entre sus primeras decisiones, se apuntó a una instalación pública deportiva para tener un lugar en el que ducharse. Desde hace un tiempo, suele pernoctar en la misma calle de Es Viver.

«No me quiero quedar en el aparcamiento de mi antigua casa porque no quiero que me vean los vecinos, aunque por cercanía a la piscina suelo estar por este barrio. Allí me ducho y voy al baño», explica. De hecho, lamenta que lo peor para ella son los fines de semana, cuando cierra la instalación y se le complica algo tan básico como poder ducharse.

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A pesar de no tener un techo fijo, destaca también cómo en el padrón municipal la han ayudado: «Hablé con la encargada y colaboran».

Uno de sus principales problemas se presenta a la hora de comer y poder seguir una dieta sana. «Es un inconveniente, también cuando iba de habitación en habitación porque muchas veces no tenía derecho a cocina. De hecho, por eso pensé en aguantar en el coche hasta encontrar algo bueno», lamenta.
Anemia y falta de determinadas vitaminas son consecuencias de este estilo de vida y, aunque los doctores le han sugerido unas pautas de alimentación, el hecho de vivir en el coche le impide cocinar y poder seguir la dieta. Para hacer la colada, no tiene más remedio que acudir a lavanderías públicas. Cuenta también con un trastero para guardar sus pertenencias correctamente.

«Vivir en el coche tampoco me permite ahorrar nada. Tengo una pequeña ayuda y voy haciendo trabajos esporádicos. Contaba además con ahorros y tuve que cambiar de vehículo. Lo más complicado es encontrar un baño y una ducha. Aunque esté en esta situación, lo más importante para mí es mantener una buena presencia», puntualiza.

De hecho, lamenta que todo lo que le sucede le está impidiendo trabajar tal como hacía años atrás y ha tenido que buscarse la vida realizando otras actividades.

Esta mujer reconoce que no ha pasado miedo durmiendo en su vehículo y cree «más peligroso» compartir un piso con desconocidos, sin saber nunca quién va a ser ese nuevo compañero de vivienda.
«No entiendo que con tanto dinero que hay en esta isla, que no se pueda hacer algo más. Hay zonas para perros, pero no hacen un baño público», critica.

La falta de puntos para recargar los teléfonos y otros dispositivos es otro de los grandes problemas de quienes, como esta mujer, están viviendo en solares o vehículos. Según reitera, su caso no es el único en la isla del lujo y el glamour.