Pepita Costa, minutos antes de la charla con ‘Periódico de Ibiza y Formentera’. | Moisés Copa

Presidenta del Consell Escolar de Baleares y de la Federació d’Associacions de Pares i Mares d’Eivissa, Pepita Costa (Ibiza, 1967) habla con auténtica pasión de todo lo relacionado con la educación en Ibiza. Costa tiene claros los problemas del sistema y apunta soluciones que conllevan un cambio de paradigma que parece difícil de conseguir. Defiende la aplicación de la nueva Ley de Educación, más conocida como la LOMLOE, pero también es consciente de que, sin recursos suficientes, será papel mojado. De ahí que insista en la necesidad de un cambio de conciencia no solo en profesores y alumnos sino en todos los que integramos el sistema. Apuesta por una educación inclusiva en todos los sentidos y no renuncia a que la isla pueda contar con un sistema educativo del que estar realmente orgullosos. Pero antes de alcanzar la utopía, Pepita Costa tiene claro que es necesario abrir debates importantes como el del horario intensivo o el de la conversión de los colegios en centros en los que, además de enseñar, se cuida.

—¿Es el inicio de curso más caro de la historia?
—Seguramente es el más caro porque el nivel de inflación es uno de los más elevados de los últimos 30 años. Esto repercute en el material escolar, claro. Pero hay grandes diferencias entre centros. Hay centros donde los libros y el material están subvencionados porque se adhieren a programas de reutilización de libros y de ayuda y otros que no. Eso es así. Nosotros como federación de familias pedimos que esas diferencias no sean tales. Casi siempre, las familias elegimos un centro por una cuestión de comodidad, porque nos pilla cerca de nuestro trabajo o de nuestro domicilio. No elegimos un centro por su proyecto educativo. Y luego ya nos fijamos en si tienen actividades complementarias como las extraescolares o la matinera. Son actividades imprescindibles para la conciliación. Así que el inicio es el más caro porque a todos los niveles ha habido un aumento espectacular de los precios. Ahí está la cesta de la compra. Aquí en España lo hemos contenido. No quiero imaginar lo que hubiera sido de no contenerlo.

—El litro de aceite de oliva a 10 euros no parece que esté muy contenido.
—Es verdad, eso no se ha contenido. Pero en otras cosas sí. De todos modos, hay centros que están haciendo un esfuerzo considerable para que las familias no tengan un gasto económico importante. Por otro lado, hay que tener en cuenta que nuestros hijos crecen constantemente y cada año hay que comprar ropa nueva, zapatillas, mochila… El inicio siempre conlleva un gasto. Nosotros como federación pedimos a los centros, a los ayuntamientos y a los servicios sociales que detecten casos de familias que no piden ayuda pero que no llegan a fin de mes.

—Eso en el pasado se llamaba pobreza vergonzante.
—Sí, pero siempre ha existido. Parece que la pobreza es un fracaso y la verdad es que hay una pobreza provocada por la situación económica actual que afecta a personas que tienen trabajo y cobran un sueldo pero apenas llegan a fin de mes y les cuesta acceder a suministros básicos.

—Me llama la atención que no haya actividades extraescolares en todos los centros y más cuando son imprescindibles para la conciliación familiar. Además, tenemos un horario intensivo en los colegios que tampoco facilita mucho las cosas a las familias.
—Las familias salimos perdiendo muchísimo con este horario. Y, posiblemente, el alumnado también. Les sometemos a jornadas muy largas. Las estructuras sociales y laborales no tienen en cuenta estas necesidades. Queremos trabajos de 8.00 a 15.00 pero, incluso con ese horario, necesitas matinera y comedor.

—Ese tampoco es un horario habitual.
—Exacto. Nosotros lo que pedimos es que haya un debate social. Hay que ver si realmente ese horario es propicio para los menores. ¿Está bien levantarlos a las 07.00, llevarlos a la escuela, que se queden a comer, luego primera hora…? ¿Favorece eso realmente el bienestar social? Nadie quiere plantear este debate porque nadie puede ofrecer soluciones.

—Tal vez porque esas soluciones nos obligan a cambiar muchas estructuras sociales y no estamos dispuestos. Los niños tienen que estar cinco horas seguidas concentrados en el aula. ¿Cuántos adultos hacemos eso en nuestros trabajos?
—Es eso. Hay muchos temas en educación de los que hay que hablar. Hace 50 años las mujeres estábamos en casa. Hacíamos la comida, los niños llegaban del colegio y comía y los podías atender. Había familia extensa, más estabilidad. Todo esto ha cambiado. Hemos conseguido libertad, sobre todo las mujeres. Pero el sistema no se ha adaptado. Tenemos un sistema que no tiene en cuenta las paternidades y maternidades, ni las necesidades de los hombres ni de las mujeres. Necesitamos tiempo para cuidar a nuestros hijos y hacerlo bien. Decían que lo mejor es un tiempo de calidad. Pero no es verdad, ha de haber tiempo y ha de haber calidad. Tenemos centros educativos que están haciendo las labores de cuidado que antes teníamos las familias. Eso es impepinable. La escuela debería tener otros profesionales, además de los docentes. Ese otro debate. La escuela hoy forma pero también se cuida a los alumnos. Las escuelas tienen que cambiar si queremos continuar con este sistema. Han de tener horarios más humanos, más adaptados a las necesidades del alumnado. En Secundaria, los adolescentes necesitan dormir más, pero se levantan a las 7.00 para ir a clase. Es una etapa en la que necesitan más horas de sueño por su mecanismo cerebral. No es que sean vagos. Su metabolismo está en un proceso en el que el cuerpo necesita más horas de descanso. En los institutos, por otro lado, ya no hay comedores. El año pasado pusimos en marcha con Educación una ayuda para estos alumnos para que tuvieran una comida en cantina y que se la pudieran llevar. Esperemos que este año continúe. Pero nosotros lo que pedimos es que haya cantinas en los institutos. Hay bar para almorzar pero nada más. Las familias hemos sido motor de cambio, propulsoras de servicios. Fuimos las familias las que logramos que se implantaran los comedores. Esto existía en los centros concertados porque tenían jornada partida y era una forma más de ganar dinero. En los públicos, han sido las familias las que han reivindicado este servicio. Para este año se instalará el del colegio de Can Cantó, que aún no lo tiene. En cuanto a las extraescolares, hemos sido también las familias las que las hemos sacado adelante, a pesar de que Educación se comprometió a asumir esta responsabilidad.

—¿Nunca lo ha hecho?
—No. Cuando se implantó la jornada intensiva se nos dijo que sería mejor aunque sin decirnos por qué. También nos dijeron que la Administración ofrecería esas actividades extraescolares para favorecer la conciliación. Pero nunca lo ha hecho. Hemos sido las asociaciones las que lo hemos hecho desde el voluntariado total. Al final, hemos tenido que profesionalizar esto, contratar a gente que esté preparada, con una empresa que los organiza… Esto significa más gasto para las asociaciones pero también más gestión y conocimientos. Hacemos un curso anual desde la federación para poder organizar esto.

—¿Por qué ustedes asumen una obligación de la Administración, que es la que ha generado este problema al implantar la jornada intensiva?
—Se les ha olvidado el compromiso. Hay también ayuntamientos que hacen estas actividades y a muy buen precio. En Sant Josep, por ejemplo, se ponen de acuerdo con las asociaciones para no duplicar. Pero lo normal sería que la Administración las haga y, si no, que dé ayudas a las asociaciones.

—¿Cuáles son los principales problemas del sistema educativo en Ibiza?
—Por la base, centros, infraestructuras, que deben ser dignas, climatizadas, suficientes para contribuir a la bajada de ratios. Tenemos un problema grave con esto. El sistema educativo ha dado la bienvenida a miles de alumnos extranjeros o de otras zonas del territorio nacional que han venido aquí por la llamada económica. La Administración no ha ido de la mano de ese aumento y nos hemos ido quedando atrás. Se han ido haciendo nuevos centros pero no cubrimos las necesidades para tener unas instalaciones dignas y de calidad, y suficientes para impartir una educación inclusiva, más personalizada y de calidad.

—¿Qué ha pasado con el mantenimiento de los centros?
—Los ayuntamientos, que son los responsables del mantenimiento de los centros de Primaria, no han hecho sus deberes durante muchos años. Han fallado estrepitosamente. Y hemos llegado a situaciones deplorables en todos los municipios de la isla. Si juntas esta falta de mantenimiento con el deterioro natural de los edificios, la situación se agrava.

—¿Por qué faltan profesores?
—Principalmente, por el problema de la vivienda. Ha ido subiendo y ya los profesores renuncian a venir. Se dejan más de la mitad del sueldo en el alquiler o no encuentran dónde estar o les echan en mayo. Esto lo sabían todas las administraciones y nadie ha puesto los medios para solucionarlo. Implica medidas muy impopulares como regular los alquileres. Es verdad que esto es el capitalismo, pero esto es también la jungla y hace falta una regulación. Cuando el mercado no se autorregula no lo podemos dejar en manos de la avaricia. Van a ganar unos pocos para que perdamos todos. El problema afecta a educación pero también a sanidad, a seguridad y a las mismas empresas privadas. Es verdad que la falta de profesores sucede en otras ciudades, pero nosotros necesitamos gente de fuera y eso es un añadido. Se tiene que arreglar a nivel nacional y, aunque aquí no tengamos competencias, hay que buscar soluciones. ¿Vamos a esperar a reconvertir los pisos en viviendas de 60 metros? ¿En cuántos pisos de Ibiza puedes hacer eso? Es hora de plantearse el problema seriamente.

—Debe haber algún otro factor puesto que el problema de la falta de profesionales se da en toda en España.
—Aquí es básicamente la vivienda. Mucha gente venía antes a trabajar. Ibiza es un sitio muy atractivo. Somos unas islas muy afortunadas. También hay que decir que ahora mismo el programa de estabilización de interinos ha tenido un efecto inicial negativo porque muchos han podido elegir entre quedarse la plaza en su sitio natal o aquí y han decidido irse.

—¿Qué otros problemas tenemos?
—Pues tenemos el problema de los recursos. Faltan profesores de idiomas, asistentes de conversación. Necesitamos que el presupuesto de Educación aumente y contratar a más profesorado para poder llevar a cabo todo lo que establece la LOMLOE.

—La nueva ley te exige incluso aulas que son casi como el salón de tu casa.
—Correcto. Nosotros celebramos la LOMLOE, aunque hay cosas con las que no estamos de acuerdo. Pero esta nueva ley implica, por ejemplo, nueva formación complementaria para el profesorado. Los docentes necesitan entender, por ejemplo, los nuevos criterios de evaluación, qué son las competencias. Vamos a un proceso que necesita una Administración que dé todos los recursos necesarios. El cambio es ilusionante pero ya el año pasado vimos que había una queja unánime porque los nuevos criterios de evaluación añaden burocracia. Hay que dar tiempo a la nueva ley, pero también recursos.

—A ver, lo de los criterios de evaluación es también complicado para las familias. A mí me costó entender qué era lo importante en la valoración.
—Es una reivindicación que hicimos ya el año pasado. Nosotros entendemos que es normativa de la LOMLOE pero eso se puede explicar en términos inteligibles, de forma comprensible. El primero que tiene que entender esa valoración es el alumno. Cuando tú tenías 15 años y te daban el resultado de un examen, sabías en qué te habías equivocado. Pero en la LOMLOE la valoración deja de ser una nota y pasa a ser una valoración que me ayuda a formarme. Y este cambio es un reto fantástico. El Consejo Escolar se reunió esta semana y estuvimos hablando de esto precisamente. Hemos de ver cómo lo hacen en otros sitios.

—Pero usted habla de un cambio de paradigma educativo en una isla en la que Educación ha tenido que precintar estos días un edificio del instituto Xarc o cuando usted misma me está hablando del estado en el que están los colegios. Quizás deberíamos exigir centros punteros.
—Nosotros empezamos por pedir centros dignos. Lo de punteros es la utopía. Y la utopía es lo que nos tiene que guiar. Todos queremos unas condiciones de trabajo dignas. Ahora nos conformamos con lo mínimo porque ante un problema ponemos un parche. Ahí está el colegio Sant Ciriac. Llevamos años reportando deficiencias en centros y se van arreglando a cuentagotas. Llevamos años pidiendo un nuevo colegio para Santa Eulària o un nuevo instituto en Ibiza. ¡Años! Lo que percibimos desde fuera es que nos conformamos con cualquier cosa, con tener un centro.

—Pedimos nuevos centros pero no le exigimos a los ayuntamientos que liberen suelo para esto.
—Cuando todos seamos conscientes de lo importante que es la educación y no nos conformemos con cualquier cosa, habremos avanzado un poco como sociedad. Si medimos la progresía y el bienestar de un país por cómo tiene sus escuelas, España quedaría en niveles muy bajos. Sobre todo en aquellos territorios en los que ha aumentado tanto el alumnado y no hay respuesta de la Administración. Sí que hemos avanzado en la concienciación como familias para tener una influencia importante y vamos dando visibilidad a los problemas. Pero todavía nos falta mucho recorrido. Hace mucho tiempo estábamos en una crisis educativa que precisaba de una reconversión, como la industrial. Ahora seguimos con una crisis importante porque necesitamos, al menos, las estructuras básicas y dignas. Centros educativos suficientes y con unas instalaciones de calidad. Los nuevos centros han de hacerse de otra manera, con, por ejemplo, sombras, con paneles para abrir las aulas, con profesorado con otra formación y con unas familias que entiendan que ahí están formando a sus hijos, que no pidan una nota. Hacen falta profesores asertivos y de familias que entiendan que los alumnos deben tener una evaluación que les ayude a crecer. Uno no tiene un hijo 10 y otro de 6. Tenemos que dejar de clasificar así a las personas. Y esto es educación, acompañar a la persona para que saque lo mejor de sí misma, que se sienta válida. Lo otro crea fracaso escolar, estigmatización, gente que no desarrolla una vida plena. Hay que educar y eso se nos olvida. Nos va maravillosamente con notas porque eso es lo fácil. Pero hemos de cambiar. Y más en educación obligatoria.

—Un problema que me parece especialmente preocupante es de la falta de recursos para los alumnos con necesidades educativas especiales. ¿Cuál es la situación ahora mismo?
—Como federación, nosotros tenemos muy claro que también en esto hace falta un cambio de paradigma. Hemos de caminar hacia una educación inclusiva y para eso hacen falta recursos y formación. Aquí no hay un recurso para un alumno. Es un recurso para toda la clase porque lo necesitan todos. La formación tiene que ser, además, integral para el profesorado. Todos tenemos que tener herramientas y estrategias para educar en la inclusividad. Y este es otro de los grandes handicaps. El curso pasado el Consejo Escolar hizo un borrador de decreto de educación inclusiva. Nosotros queremos que se siga trabajando en él. No es perfecto pero ha de haber un decreto de educación inclusiva. Ahora mismo solo hay atención a la diversidad.

—¿Faltan asistentes técnicos para atender a estos niños? Los directores consideran que sí porque no se adjudican teniendo en cuenta la realidad de las necesidades educativas especiales y solo se adjudican para casos muy concretos.
—Las adjudicaciones han de tener en cuenta las necesidades reales, no solo el diagnóstico. Nosotros pensamos que el diagnóstico es otra etiqueta. Pero, sin ella, no tendrás los recursos. Eso tiene que cambiar. Pero teniendo en cuenta que los recursos han de ser para el centro, no para un alumno que tiene una etiqueta. De todos modos, nosotros consideramos que no hacen falta tantos asistentes técnicos. Nos hacen falta pedagogos y terapeutas. Necesitamos formación de todo el profesorado porque al alumno le atienden todos los profesores. Necesitamos que todos estén preparados. En el borrador del decreto nosotros introducimos, por ejemplo, la codocencia. Pero, sobre todo, un cambio de mirada. Tú puedes tener un asistente dos horas para un alumno. ¿Qué pasa con ese alumno el resto de horas? Por eso decimos que el profesorado ha de saber.

—Habla usted de cambios muy profundos.
—Sí y somos muy reticentes a esos cambios. Nosotros ahora preparamos un congreso en Menorca con figuras punteras de la inclusión en España. No podemos seguir dando recursos específicamente. Queremos una educación inclusiva, una sociedad inclusiva, un mundo laboral inclusivo. El alumno hiperactivo crecerá y trabajará y seguirá teniendo esas particularidades como persona. Un niño con altas capacidades lo será toda la vida y tendrá que aprender a afrontar esa realidad. Pero también lo tendrá que aprender su entorno. Son maneras de ser que tenemos que aceptar. Y ellos mismos han de aceptarse.

—El primero que ha de aceptar eso es el profesorado.
—Sí. En un aula hay muchas situaciones. Y esas situaciones a todos nos pueden convertir en personas con necesidades especiales. Ahí está el ejemplo de la salud mental.

—Educación dice que implantará un plan sobre este problema.
—Perfecto. A nosotros nos encantan los anuncios. Queremos que hagan cosas. Pero, en inclusión, el avance ha sido muy tímido. Hay que cambiar todo el sistema. También a las familias. No solemos estar a la altura. No entendemos, no queremos formarnos, somos negacionistas… Pero la realidad es que somos parte de la solución. Los centros no nos pueden echar. Cuando hay problemas con un alumno, la familia es importantísima. Por eso nos gusta tanto la figura del educador social, porque un alumno con problemas está en la escuela pero también en la calle y en su casa. Lo que hay que tener claro es que educamos todos. Y en la escuela los problemas, en muchas ocasiones, vienen de casa. Por eso le decía antes que la escuela está asumiendo una formación más holística. Necesitamos otros profesionales además de los docentes.

—El nuevo Govern apuesta por el bilingüismo y ampliar la enseñanza de otras lenguas. ¿Qué postura tiene usted?
—Nosotros no entendemos esa apuesta. El bilingüismo es una realidad en nuestras aulas y en nuestra sociedad. El problema es la normalización del catalán, que cada vez está más minorizado. Pensamos que esto es una postura más política que pedagógica. No tiene nada que ver con la realidad. No estamos de acuerdo. Además, ¿cómo se va a hacer? Si yo quiero que mi hijo reciba la educación en catalán, ¿qué se va a hacer? ¿Van a segregar? A mí me gustaría que alguien me explicase dónde está el problema. Si quieres cambiar algo es porque está funcionando mal. ¿Cuál es el problema? Las familias nos hablan de muchos problemas pero no de ese así que no vemos ninguna necesidad.