Los alumnos del colegio CEIP Can Guerxo han disfrutado esta mañana de una sesión de terapia canina conocida como el método Pellitero. | Moisés Copa

Los alumnos del colegio CEIP Can Guerxo han disfrutado esta mañana de una sesión de terapia canina conocida como el método Pellitero, un programa diseñado para crear entornos de aprendizaje más flexibles y motivadores gracias a la presencia de perros de soporte, en esta ocasión Nara y Nica, dos perras labradores retriever. Esta iniciativa es la segunda vez que se lleva a cabo en un centro de la isla, tras su primera visita en el CEIP Guillem de Montgrí, y busca la inclusión de niños con diversidad funcional para ayudarles a potenciar diversas habilidades.

En este sentido, Nara y Nica, las ‘profesoras’ de esta mañana en el centro de Sant Jordi tienen una formación de 840 horas desde que son unas cachorras. «Lo fundamental del método es la formación de los perros. Desde los dos meses de edad se desarrollan en contextos sociosanitarios reales y siempre acompañado de otro perro adulto formado con el mismo método», señaló Belén Arganza, especialista universitaria en intervenciones asistidas con perros método Pellitero.

Asimismo, este tipo de aprendizaje es personalizado para cada alumno, basado en sus necesidades y su diagnóstico, y los propios perros son capaces de distinguir y tratar a las personas según estas distintas necesidades. «Los perros transmiten calma y desde la calma trabajamos todo lo demás. El centro educativo nos da las pautas, tanto el diagnóstico como el objetivo», explicó la especialista.

Primeramente, los alumnos adscritos a este programa pasean, peinan y acarician a los perros para así trabajar «la parte psicomotriz, los cuidados, el respeto, el control de impulsos y la empatía». Luego, Arganza realiza otro tipo de juegos para que desarrollen otras áreas, como la atención. «Intentamos, sobre todo, que los pequeños puedan tener la mayor autonomía posible. Están en un contexto mucho más flexible y amigable que quizá con otras terapias más rígidas, además de que crean un vínculo muy fuerte con el perro», señaló Arganza.

Este método, tal y como señala Arganza, es especialmente «recomendado» y «positivo» para niños y niñas con trastorno autista. En el mismo centro, uno de los alumnos más pequeños del programa, de tan solo 3 años, diagnosticado con trastorno autista hoy ya es capaz de reconocer y alegrarse por ver a Nara y Nica, sus profesoras particulares. «Antes de la terapia, hace tres clases, el niño no tenía a penas expresión. Ahora no para de reírse, nos espera con mucho entusiasmo y habla como nunca», finalizó Arganza.