Era 1932 cuando Toni Torres de Can Beya abrió las puertas de su nueva tienda y bar en la casa que se acababa de construir en la finca familiar.

Entonces, la carretera de Sant Joan pasaba por detrás de su casa y la clientela del bar y la tienda de Can Beya se limitaba a «los cuatro vecinos de la zona», tal como recuerdan Toni y Fina, nietos del fundador de Can Beya. «Era la típica tienda con una pequeña barra que estaba en la misma casa», añade Fina.

Segunda generación

«A finales de los años 60 o principios de los 70 se quedó el bar mi padre, Pep», recuerda Toni en una de las visitas que suele hacer al negocio de su familia que, 92 años después de su inauguración, regenta su hermana Fina. «Mi padre fue el que hizo la primera ampliación del bar, que cuando lo abrió mi abuelo era muy pequeño y ni siquiera tenía electricidad», añade Fina.

Eran los años en los que empezaba a llegar el turismo a la isla y Toni recuerda cuando «se paraban los autobuses de turistas para comprar las hierbas que hacía mi padre». Y es que en esta segunda época de Can Beya «fue cuando construyeron la carretera que pasa por delante del bar». «A partir de ese momento, empezaron a venir, además de los vecinos de la zona, trabajadores y conductores que pasaban por la carretera» apuntan los hermanos de Can Beya.

Ambos hermanos crecieron tras la barra y el mostrador del negocio familiar. Toni prefirió seguir con sus estudios, «no me atraía nada la idea de trabajar en el bar, quien se ha ocupado de esto toda la vida ha sido mi hermana junto a mi madre».

Tercera generación

Tras el precoz fallecimiento del padre de familia en 1985, Fina se puso codo con codo con su madre, Pepa, para llevar el negocio familiar adelante. «Entonces fue cuando hicimos la segunda reforma, ganando un poco más de espacio a la casa», apunta Fina, que añade que «sigue igual a día de hoy, además el sistema es el mismo que montó mi abuelo: tienda y bar».

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El perfil de la clientela de Can Beya, casi un siglo después de que abriera sus puertas, continua siendo de «gente trabajadora, camioneros y repartidores, además de vecinos y jubilados que vienen a desayunar con calma», tal como explica Fina, que añade que «ahora, abrimos desde la siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde, no como antiguamente, que se nos hacían las tantas cuando se tiraban hasta las tantas jugando a cartas».

Respecto al futuro, Fina asegura hace años en que «ya voy a tirar la toalla». Aunque Fina insiste en que «este año ya sí, de diciembre no pasa», su hermano ríe diciendo que «hace años que lo dice, pero está muy enganchada y es normal, lleva toda la vida aquí».

Clientes

Silverio y Juan pertenecen al perfil de clientes trabajadores al que se refiere Fina, «trabajamos muy cerca y venimos siempre que podemos desde hace más de 30 años», aseguran. «Aquí te encuentras gente buena y gente trabajadora, además son siempre puntuales, nunca hay que esperar a que lleguen», añade Silverio.

Javier también es uno de los clientes veteranos de Can Beya, «hará unos 35 años que vengo dos o tres veces a la semana». Entre los valores que este cliente subraya de Can Beya, destaca que «hay mucha tranquilidad, puedes leer el Periódico tranquilamente o conversar sin que haya ruido de la tele o música de fondo».

En cuanto al perfil de clientes jubilados al que se refería Fina, la mesa que forman Toni ‘Roques’, Toni Calbet, Vicent ‘Bellotera’ y Vicent, es un claro ejemplo. «La frita de pulpo es la mejor de toda la isla»,asegura Vicent. «Venimos, por lo menos, una vez a la semana a desayunar y a charlar con tranquilidad» añaden sus compañeros de mesa antes de continuar «arreglando el mundo» entre risas y tapas.

«Yo conocí a la madre de Fina» declara Pepe como garantía de su veteranía. «Trabajé muy cerca de aquí hace años y ya veníamos, ahora trabajo en Cana Negreta y sigo viniendo, siempre me han tratado muy bien, además Fina cocina de manera casera, como lo hacía su madre», asegura Pepe.
Sílvia también es trabajadora en la zona y asegura que « vengo de toda la vida a almorzar». El agumento de Sílvia es tan simple como claro a la hora de describir el ambiente de Can Beya: «es como estar en casa».