La enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos Sonia Gámez y el enfermero de quirófano Moisés Román, en la sala de operaciones. | ARGUI ESCANDON

Más de 30 horas intensas de una compleja cadena de eslabones que termina tras las paredes del hospital Can Misses. Una nevera con hielo transporta órganos enfundados en bolsas estériles que permiten su conservación para el traslado entre hospitales. Ésta es la última imagen que observa el equipo de coordinación de trasplantes del Área de Salud de Ibiza y Formentera formado por el coordinador médico Eduardo Escudero, la enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos Sonia Gámez y el enfermero de quirófano Moisés Román.

El coordinador de trasplantes de Can Misses, Eduardo Escudero.

«Nosotros sólo somos testigos de la experiencia dura y triste de la cadena, desgraciadamente no vemos la parte bonita del proceso», señala Escudero, explicando que no forman parte del último paso del proceso porque Can Misses no es un hospital implantador. Sin embargo, reconoce que la sensación mágica que viven los receptores, tras el trasplante, son compartidas también por todos los sanitarios que han participado en todas las fases del procedimiento: desde la detección y obtención de los órganos viables hasta la implantación.

Volver a latir

Un corazón implantado que vuelve a latir, una persona que dice adiós a años de diálisis gracias a un trasplante renal o un enfermo que logra recuperar la capacidad de respirar tras un trasplante de pulmón. Son situaciones que no existirían sin la figura de los coordinadores hospitalarios y de su equipo sanitario. «La función de estos profesionales es clave en la detección de casos de posibles donantes porque somos los encargados de identificar y aprovechar al máximo el potencial generador», subraya este especialista en medicina intensiva mientras destacaba que el objetivo final del equipo sanitario es que haya donación de órganos en Can Misses.

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«Siempre pensamos en los receptores que necesitan un trasplante», destaca emocionado. «Nuestro objetivo es ofrecer un rayo de esperanza a las personas que luchan por sobrevivir», explica Escudero, señalando que tanto él, como los enfermeros Sonia Gámez y Moisés Román, se han formado en cómo comunicar a las familias de pacientes críticos la posibilidad de realizar una extracción tras el fallecimiento de estos donantes potenciales de órganos.

Los enfermeros Sonia Gámez y Moisés Román.

Sin duda, para ellos, es la lucha contra una muerte evitable y la enfermedad, que quieren vencer gracias a la solidaridad de estas familias todavía en duelo. Una solidaridad que, según el médico Escudero, comienza en muchas ocasiones durante el primer encuentro con ellos. Sin embargo, antes, es necesario detectar a pacientes en situación de muerte cerebral para hacer posible la donación de órganos, ya que estas personas son donantes potenciales. Cuando se detectan, y se ha conseguido el ‘sí’ de las familias, se realiza la evaluación pertinente para determinar si los órganos del paciente fallecido son viables para el trasplante.

Un proceso largo e intenso que, según este especialista, puede alargarse en Can Misses hasta las 36 horas: desde la detección y la entrevista familiar hasta que finaliza la extracción. «Nosotros vamos trabajando desde que observamos un donante potencial, pero es cuando tenemos el ‘sí’ de la familia del fallecido cuando activamos el proceso en la base de datos y empezamos con la realización de pruebas de evaluación del donante», señala, resaltando que tras este largo y concienzudo proceso, se organiza la extracción de órganos. «Nosotros entramos al quirófano de madrugada. El equipo extractor viene de fuera, en avión, muchas veces desde Cataluña. Nos tenemos que coordinar con ellos para que vengan a la hora estipulada». Relata que hacer este proceso en menos de 12 horas es imposible, incluso han vivido procedimientos que han durado dos días. «Todo depende mucho de las condiciones meteorológicas o de la llegada de más familiares. Hay que señalar que hay muchos fallecidos donantes que son de fuera», explica Escudero. «Nuestro objetivo es trasladar un órgano extraído para trasplante desde Can Misses hasta el hospital trasplantador y hacerlo de forma segura», apunta.

Una nevera con hielo transporta órganos en bolsas estériles que permiten su conservación.