«Según los papeles del Ayuntamiento está abierto desde 1966, pero estoy seguro de que, para entonces, ya llevaba un año o dos abierto». Así intenta fechar Toni Palau la apertura del bar del que es responsable desde hace décadas y con el que está vinculado desde su adolescencia.
El fundador del bar fue Jaume de Can Negre junto a Inés, su esposa. «Ellos lo llevaron durante un buen puñado de años hasta que lo alquilaron a un par de personas: a Juanito de Cas Corp y a Toni y Cati, antes de que se hicieran cargo el hijo de Jaume, Jaume Boned, y su esposa, Mari», recuerda Toni. «Yo entré a trabajar aquí en la época de Jaume, cuando tenía 13 años», añade Palau que, tal como asegura, «mi padre era cliente y se enteró de que necesitaban un camarero, así que entré a trabajar como friegaplatos cuando dejé el instituto. Aquí sigo y muy mal se tienen que dar las cosas para que no me jubile aquí».

Así, después de que Jaume hijo dejara la hostelería para montar su tienda de deportes en Vila, Deportes Bonet, y tras terminar el servicio militar, en 1985, Toni se hizo cargo de Can Negre. «No puedo estar más que agradecido a la familia de Can Negre, que siempre me ha ayudado y nunca me han puesto ningún problema», añade Toni. Durante décadas, Toni contó con la ayuda de su hermana y socia, Espe, y de su madre, Margalida, en la cocina del bar.

Nada cambia

Toni no ha cambiado nunca su horario de trabajo. «Abro cada día a las cuatro de la madrugada y en la puerta ya suele haber, por lo menos, un cliente esperando: Chema».
Entre los clientes que frecuentan el bar Can Negre a primera hora de la madrugada hay «taxistas, trabajadores de la limpieza, repartidores de pan y muchos jubilados que madrugan mucho», tal como explica Toni.

«Como hacemos la comida fresca, la cocina también comienza muy pronto. Cuando estaban mi madre y mi hermana venían conmigo a las cuatro para ponerlo todo en marcha», recuerda Toni, que apunta que «desde que ellas nos dejaron, Rosario es quien se hace cargo de la cocina, junto a Lidia, Maria y Nieves».

Sobre la oferta gastronómica de Can Negre, tal como explica su responsable, «se basa en una serie de tapas y un menú con tres o cuatro platos de primero y de segundo, nunca hemos tenido carta».
«La frita de pulpo y la tortilla de patatas son la estrella de la cocina», asegura con orgullo Toni. Aunque la cocina de Can Negre cierra sobre las 16:30, el bar permanece abierto hasta las 22:30 «para quienes vienen a tomar una cerveza, una copa o a jugar a las cartas».
Horario
El horario de Toni no es lo único que no ha cambiado en Can Negre, y es que el bar se conserva de la misma manera que el día que abrió sus puertas por primera vez, «salvo una puerta que daba a la tienda de la misma familia y las mesas y sillas, no ha cambiado nada», apunta Toni. Una prueba de la afirmación de Palau son las neveras de madera totalmente funcionales que lucen tras la barra del bar. «Son las mismas que puso Jaume de Can Negre, lo único que he hecho es poner el motor y quitar los listones de madera antiguos por temas de sanidad», explica Toni. «Lo único que ha cambiado es la sociedad», añade Toni con humor para acabar reconociendo que «también ha cambiado el tema del ‘parking’, nunca hubo tan poco, sin embargo, nunca habíamos trabajado tanto como ahora».
Plantilla

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Una actividad que han llevado a Toni a contar con nueve empleadas. Alina, Toni, Sus Mari, Kendy y Claudia están en la barra junto a Palau, además del equipo de cocina capitaneado por Rosario. «Este es el único trabajo que he tenido desde que llegué a Ibiza hace 34 años. Empecé a la semana de llegar desde Sevilla y ojalá me pueda jubilar aquí», asegura Rosario, que recuerda que «aquí he hecho de todo. Entré para limpiar, después entré en la cocina con Espe y Margalida y, desde hace un par de años, me encargo yo».

Otro elemento del bar que se mantiene a lo largo de los años es la partida de cartas entre jubilados. Toni ‘Cama’ y Rafel de Can Negre son dos de los protagonistas de una de estas partidas y testigos del paso de los años en Can Negre. «Hará más de cuarenta años que vengo a Can Negre, ahora venimos casi cada día a hacer la partidita», asegura Toni mientras Rafel presume: «¡Yo llevo muchos más!» «Normal, tú eres del barrio», reconoce Toni mientras Rafel explica que «mi casa es la primera que se hizo en esta zona, imagínate si conozco el bar».

Clientela fiel

Miguelín y Pedro también compiten por su veteranía en Can Negre mientras desayunan distendidamente. «Yo vengo cada día desde hace 40 años», explica Pedro, empleado en una empresa de autobuses de la zona, mientras Miguelín asegura que «yo hace muchos más, cuando tenía seis o siete años yo ya venía con mi padre. Recuerdo que tenían una máquina de bolas en la que metía cualquier duro que llegara a mis manos».

Juanjo y César también comparten mesa en el desayuno. «Yo vengo cada día desde hace 34 años», asegura César mientras Juanjo reconoce que «yo no tanto, ‘solo’ hace unos 25». Los argumentos de la afición de los clientes se repiten recurrentemente. «Es un ambiente familiar, nos conocemos todos y nos tratan muy bien», además de subrayar algunos de sus platos como «la ‘frita de polp’, que está espectacular», tal como exclama César.

Álex y Juanjo también visitan Can Negre «cada mañana de lunes a sábado». Los dos son trabajadores de la zona y Álex recuerda que «venía de niño cuando acompañaba a mi padre, que era repartidor». Juanjo asegura que «conozco el bar desde antes de que llegara Toni, cuando venía a buscar bocadillos en la bicicleta cuando era aprendiz».

Vicent no es capaz de poner una cifra a su veteranía como cliente en Can Negre, aunque sí que recuerda que «Toni y yo Somo amigos desde la infancia y no ha cambiado nada, ni él ni el bar han cambiado nunca». Juan, Manuel y Mohamed son compañeros de trabajo y, también, clientes diarios. Cifran su veteranía entre dos y cuatro décadas de desayunos en Can Negre y ponen en valor que «es un bar familiar y donde siempre estás entre amigos».
Otros dos clientes habituales que comparten mesa en su tiempo de desayuno son dos Juanjos más. Pese a que admiten que «venimos a diario ‘solo’ desde la pandemia», aseguran que «los desayunos en Can Negre se han convertido en sagrados».