«Disculpad si todavía hay un poco de polvo». Con estas palabras el obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, inició su homilía en la Misa Crismal celebrada este jueves en la Catedral de Ibiza. Este acto religioso en el que los sacerdotes renuevan sus votos sirvió para reabrir el templo, cerrado por obras desde el pasado mes de noviembre.

Con todo lo que implica una reforma, el obispo reconoció que «quién nos habría dicho ayer o anteayer que podríamos estar hoy aquí». A primera vista, los únicos restos de las obras realizadas eran unos andamios situados en la parte trasera del altar y, para los más observadores, el hueco vacío que ha dejado la retirada temporal del órgano. También cierto aroma a pintura.

Ribas dedicó la celebración a la memoria del sacerdote fallecido Enrique Torres; se dirigió a los padres Ramón y Fabián que, tras su ordenación, vivieron este Jueves Santo su primera Misa Crismal y tuvo también palabras para el deán de la Catedral, don Lucas, que no se perdió el oficio a pesar de tener más de 90 años.

El prelado aseguró que la Misa Crismal es la que aporta más gozo a cualquier obispo al significar la renovación de los votos sacerdotales y del compromiso con la Iglesia. Sobre el aceite santo o crisma, explicó que refuerza su vocación cristiana. Ribas se dirigió a los párrocos de Ibiza y Formentera para hacerles saber que si han perdido algo de júbilo a la hora de desempeñar su labor, siempre le tendrán a él para superar ese pequeño bache. En la Misa Crismal se llevaron a cabo ritos centenarios como la bendición de los óleos.

Durante la celebración religiosa, fueron constantes los grupos de turistas que entraban y salían de la Catedral, sorprendiéndose por la solemnidad del momento. Al mismo tiempo, los asistentes a la misa comentaban lo bien que había quedado el templo tras la reforma realizada.