Para completar un mes de abril intenso y lleno de experiencias, Vicent Marí Tur ‘Botja’ participa en el programa de la TEF, Bona Nit Pitiüses Entrevistes con Toni Ruiz.

—¿En Can Botja todos escriben libros?
—No todos, pero mi padre ya dejó escritas sus memorias y después mi hermano Joan tiene varias publicaciones. Parece que yo también me he animado.

—Además, usted lleva un mes de abril muy intenso.
—Mucho. Celebré mi santo, Sant Vicent, el 5 de abril. Un día después me casé con mi compañero Horst, con el que estoy desde hace 13 años. Celebré después mis 72 años y presenté mi libro ‘A prop meu. Paisatges humans, mots, llocs viscuts’. Es un libro muy ‘josepí’ y yo también lo soy. Los protagonistas lo son y fue presentado en Sant Josep, en Can Jeroni. Debo decir que estoy muy satisfecho con la colaboración del Ayuntamiento puesto que, de alguna forma, supone realizar un reconocimiento a los vecinos del pueblo y también quiero referirme a Neus Escandell, de Balàfia Postals, con quien publico un tercer libro.

—De sus cuatro obras, es el primer libro de microrrelatos que tienen su punto de partida en la gente de Sant Josep.
—Tiene bastante en común con mi primer trabajo ‘Dones de pagesa’, que me ha dado muchas satisfacciones. Tanto ese libro como los otros tenían presencia de unos determinados personajes, pero en el caso concreto que estamos comentando son historias en boca de personas concretas, ‘josepins’, que he intentado convertir en protagonistas en esta ‘isla de papel’, un término que me gusta mucho utilizar porque, de alguna manera, un libro es una ‘isla de papel’.

—¿Han sido reconocidos muchos ‘josepins’ y ‘josepines’ en estas historias?
—Sí, acabo de cumplir 72 años y toda la gente que aparece en el libro ha formado parte de mi niñez o de mi adolescencia. Estuve encantado en la presentación de Can Jeroni de que algunos estuvieran allí presentes, presentación, por cierto, que debo agradecer a Rosa Branchat, historiadora y amiga y que siempre me trata con mucho cariño. Hubo vecinos, autoridades y gente del pueblo y de otras partes. Por cierto, aunque en el libro hay un 99% de presencia josepina, hay un personaje de Sant Antoni, otro de Sant Agustí, uno de Vila y un personaje catalán que es el padre de un buen amigo que tiene casa en Ibiza.

—Sant Josep, precisamente, siempre ha sido muy cosmopolita y se ha abierto al mundo.
—Sí y por muchos motivos. Por un lado, muchos vecinos habían emigrado y, al volver, como mi padre, normalmente encontraron la misma Ibiza que cuando partieron, pero ellos no eran los mismos ni su cultura era la misma. También, durante la guerra hubo personajes instalados en Sant Josep como Raoul Hausmann, cuyo comportamiento daba idea de las costumbres de fuera de la isla. Siempre ha sido un pueblo muy conservador y muy de celebrar sus tradiciones, pero también muy abierto.

—Es interesante hablar de los ‘josepins’ que, como su padre, emigraron. Hicieron después una aportación extraordinaria desde un punto de vista cultural cuando volvían a la isla.
—El ejemplo más cercano es el de mi padre. Fue una persona muy comunicativa y, aunque no hubiera escrito sus memorias, nos lo sabíamos todo. Incluso mi madre le decía que algo nos lo había contado mil veces. Mi padre emigró en 1913 a Argentina y regresó en 1928. Naturalmente, el pueblo no había cambiado en absoluto. No había electricidad ni coches y él venía de un país potente, con una ciudad como Buenos Aires. Era un hombre que había ido al teatro y que trabajaba de día y de noche se matriculó en unas escuelas de formación para tener una cultura y unos conocimientos más amplios puesto que se había marchado con 14 años. Cuando volvió trajo conocimientos de otra cultura e incluso de otros idiomas porque ya me diréis qué gente de Sant Josep, en 1914, hablaba castellano.

—Usted en su último libro habla de ‘mots’, de palabras.
—Después de mi tercera obra dije que ya estaba bien y que no escribiría más. Como no sé estar sin hacer nada pensé en hacer una recopilación de frases, expresiones y refranes que yo escuchaba y que, poco a poco, se van perdiendo. A medida que iba escribiendo vi que tomaban protagonismo las personas que las decían. Siempre, además, he sido siempre bastante ‘esponja’ escuchando lo que dice la gente.

—Pero hay expresiones que siempre asociamos a una u otra persona.
—Y en el libro hay palabras que son muy de mi familia o que son de mi propia cosecha. Una mía es ‘quant més amics, més respecte’. Mi hermano Toni dice una frase que es muy característica y, cuando le preguntas cómo va, siempre dice que muy bien, si no se entra en detalles. Mi hermano Pep también tiene algunos muy simpáticos y curiosos.

—Curiosamente, es un libro centrado en Sant Josep, pero escrito en Alemania.
—Sí, desde hace 13 años paso mucho tiempo allí. Yo llevo en el corazón y en la mente a Ibiza y Sant Josep. Probablemente, la necesidad de plasmar la añoranza, en el sentido metafórico, o mi personalidad como ibicenco me hace plasmar estos sentimientos en los libros. Mi último trabajo está escrito en un viejo café de Colonia, que me gusta mucho. Allí me iba por las mañanas y lo escribí todo a mano, como antes. A los del café no les resultaba raro porque ya me conocían. Me atrevería a decir que así como casi todos los personajes de mi libro forman el paisaje humano josepí, yo formo parte de este café de Colonia.

—¿Cómo conoció a su marido alemán?
—Todos pasamos épocas en nuestras vidas de calma o temporal y yo había vivido esto último y no tenía ganas de relaciones. Basta que no quieras encontrar a alguien para que te aparezca un ángel de la guarda. Mi marido es una gran persona, un caballero, y creo que he dado este paso en este momento adecuado y con la persona adecuada. Quería que mi pareja supiera muy bien con quién se casaba. Es un paso importante y hay que ser consciente de ello, sabiendo que la otra persona no es una propiedad y, como decimos los ibicencos, anar amb sa fermadora una mica llarga.

—Háblenos de su libro ‘Dones de pagesa. Els treballs i els dies’.
—Me siento muy orgulloso de él. A veces soy muy humilde y, dicho con toda prudencia, creo que era la persona adecuada para hacerlo por mis raíces payesas. Mi madre fue vestida de payesa hasta finales de los años 50 y tengo mucho amor por todas las tradiciones. Puedo decir que fui un privilegiado por ser testigo de las vivencias de estas mujeres. El libro comenzó con entrevistas a todas las mujeres que vestían así en Ibiza y Formentera, donde ya no hay ninguna payesa y en Ibiza quedan dos. Yo hice el libro entre los años 2006 y 2007 y había un centenar. Es un libro que me dio muchas satisfacciones porque pude dar un testimonio que ya forma parte de los libros de bibliotecas que deben ser consultados por estudiosos de diferentes temas. Además, recibió premios muy importantes.

—Es posible que esta vestimenta se perdiera porque no era la ropa más cómoda.
—Se ha ido perdiendo, como tantas cosas, por el comienzo del turismo y porque las chicas se casaban con gente de fuera y las madres o las hermanas debían salir fuera y tenían la impresión de que aquello era algo antiguo. También es verdad que las costumbres varían y hoy en día no se entendería que una joven fuera desde pequeña vestida de payesa. Buscando un poco de humor, una mujer mayor decía que la ropa de payesa va muy bien porque, estés gorda o delgada, siempre llevas la misma talla. Siempre digo además que, de cualquier persona, si rascamos un poco, encontramos mucho fondo y, sobre todo, en la gente ya mayor, a quienes hay que escuchar. Por cierto, siempre hablo de los mayores y ya tengo 72 años, pero me siento un ‘pipiolo’.

—Por cierto, ‘Patrimonio personal’ se editó en castellano.
—El primer libro se editó en catalán porque se hubiera perdido mucha fuerza poner en boca de las payesas un idioma que no fuera el suyo. ‘Patrimonio personal’ se editó en castellano y catalán; el tercero sólo en castellano y el último en catalán, pero respetando mucho las expresiones de nuestra variedad dialectal. Los de mi generación crecimos con educación en castellano. Yo estudiaba en Berga que, por cierto, era un estudiante desastroso. De pequeño, sí tuve un gran maestro en Sant Josep, don Pedro Planells, que hablo de él en algún libro. Él nos hacía hacer una redacción y un dictado todos los días y creo que de aquello me ha salido después esta vena de hacer libros.

—¿Por qué fue a un internado?
—Es una pregunta que me hago mucho. Hice el ingreso para el instituto Santa María, pero de primero a cuarto de Bachillerato ya lo hice en Berga. Supongo que había algunas razones. Una, podía ser que mi hermana vivía en un pueblo cercano a Berga. En aquella época, además, de Sant Josep a Vila sólo había un autobús y es posible que mis padres pensaran que allí yo podía tener una buena educación, en un colegio de La Salle, pero recuerdo aquella época como muy ingrata. No fui feliz.